Obituario

Alfonso Carreto. In memoriam

Alfonso Carreto. In memoriam

Alfonso Carreto. In memoriam / Fito Carreto

Bien lo sabe Dios que me hubiese gustado comenzar este artículo de otra manera. No ha podido ser. Una vez más, la guadaña impertérrita de la muerte me dejaba, hace unos días, con pocos argumentos y mucha tristeza.

Un buen portuense, Alfonso Carreto Martín-Arroyo, nos dejaba. Tras de sí, innumerables pruebas de hombre de bien, de amabilidad en el trato, de bondad en suma.

Y es que Alfonso, para todos aquellos que tuvimos la suerte de conocerlo y tratarlo, nos dejo esa huella imborrable del consejo oportuno y ecuánime. Difícil labor en este mundo tan desequilibrado en el que nos movemos, complicada tarea la de callar cuando corresponde y decir lo verdaderamente sensato y razonable cuando hay que hablar.

Tristeza, desazón, desánimo. Pocas palabras, sin embargo, para expresar el sentimiento que, sin solución de continuidad, tocó mis entrañas, tras saber del fallecimiento de Alfonso. Él forjó sus amistades en torno a sus convicciones.

Recordando a Alfonso Carreto, se asientan en mi memoria imágenes portuenses de la juventud que fue. Vivencias insustituibles. Lugares que, por la salvaje intervención del hombre, o por el olvido más desagradecido, han dejado de ser señas de identidad para los que nacimos y vivimos en El Puerto.

Alfonso Carreto encerraba la sabiduría y la paciencia de quien sabe que los niños un día serán hombres, y que sobre sus comportamientos y actitudes, descansaran el esplendor y la miseria de cualquier pueblo Cuando celebramos acontecimientos descomunales y engrandecemos a aquellos que no lo fueron tanto, personas como Alfonso, permanecen atentas al desarrollo y la madurez de los que un día, para algunos lejanos, tuvieron la suerte de tenerlo cerca.

Traté a Alfonso muy de cerca. Sus hijos, Olga, Coral, Alfonso y Elisa, en distintas etapas de mi vida, fueron importantes. En el recuerdo, su familia, que era un poco la mía. Y todo en ese domicilio familiar de la Plaza de la Noria, donde aún ondea esa bandera de España que tanto amaba Alfonso.

En mis años mozos, acudía con cierta frecuencia a casa de la familia Carreto Ruíz. Portuense donde las haya, supieron desde siempre inculcar a los suyos el respeto y la responsabilidad

Ejemplo manifiesto de esa bondad que le caracterizaba, Olga su esposa, verdadera artífice del trabajo constante. Animadora, como ninguna, de las tertulias. De los encuentros y los desencuentros.

Idealista y soñador, Alfonso supo salir airoso de las adversidades que le tenía deparada la vida. Con el equipaje justo, emprendió su último viaje a ese paraíso de los hombres buenos. Porque buena persona podría ser la definición que encuentro para retratarlo. Para traerlo aquí. Para que nos animemos, y sin pérdida de tiempo, comencemos a mimar esas amistades que en repetidas ocasiones dejamos en la cuneta, o mantenemos en el olvido.

Hoy y no mañana debemos reflexionar, con la agenda abierta por las páginas de nuestras amistades más sinceras, y ponernos a trabajar en un solo sentido. En el de profundizar y cultivar en ese camino. En el de la amistad.

Cuando paseo cotidiano por playa de La Puntilla, y me acuerdo de los que nos dejaron, echo de menos voces que, desde cualquier rincón de El Puerto, reivindiquen la nomenclatura de calles o plazas que perpetúen a seres humanos dignos de pertenecer a nuestra reciente historia local, como símbolo de su más que digna labor en pro de los que nos consideramos genuinamente portuenses.

De la tristeza que me produjo enterarme por la prensa del fallecimiento de Alfonso, a la inmensa alegría de reconocer en la relación familiar que llegué a entablar con él, cuestiones que aún permanecen en mi interior, recuerdos que vivirán para siempre conmigo. Porque, como diría, Johan Paul Richter, "el recuerdo es el único paraíso del cual no podemos ser expulsados". Gracias por lo que nos dejaste, Alfonso.

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