Natalio Rivas fue un destacado miembro del partido liberal de Sagasta y Segismundo Moret. Diputado durante más de cincuenta años, ocupó altos cargos de la Administración y llegó a ser ministro de Instrucción Pública.

Eran los tiempos del caciquismo político y Rivas destacaba por favorecer espléndidamente a los vecinos de su distrito electoral, las Alpujarras.

Es muy conocida la anécdota que ocurrió en un multitudinario banquete celebrado en Órgiva en honor de Natalio Rivas. Cuando llegaron los brindis, uno de los vecinos, empujado por el vino de la tierra y el entusiasmo colectivo, se levantó para decir: "Natalio, colócanos a todos".

Menos conocida es la que ocurrió en otro pueblo de las Alpujarras, Medina Fondales. Natalio Rivas había estado visitando la población y se disponía a partir hacia Granada. Cuando el automóvil iniciaba su marcha, un sacerdote, con la sotana remangada y corriendo al lado de la ventanilla, le suplicó: "Natalio, por tu madre, hazme obispo".

Y lo hizo. El sacerdote se llamaba Ramón Pérez Rodríguez y poseía una sólida formación. Era natural de las Alpujarras y profesor del Seminario de Granada. Fue nombrado obispo de Badajoz, de Sión, patriarca de las Indias y prior de las Ordenes Militares. Por último, en 1933, fue designado para la diócesis de Cádiz.

Verdad o no, lo cierto es que Ramón Pérez Rodríguez fue un extraordinario obispo de Cádiz, que supo llevar con dignidad y valentía su diócesis en los difíciles tiempos de la II República.

Murió en nuestra ciudad en enero de 1937, en plena Guerra Civil. El Ayuntamiento puso su nombre a la calle que hoy lleva el de Fermín Salvochea.