Doña Cuaresma

Que rebosa, dice

Así reza esa copla machacona que ha vuelto a resucitar y que se cuela por las rendijas de mi cierro, impidiéndome escuchar tranquila la película ‘La túnica sagrada’ de Víctor Mature. “Que rebosa de alegría cuando llega el carnaval”, dice. Rebosa de todo menos de alegría. Alegría es ver al Despojado entrando en Catedral. Lo demás es una chabacanería. Rebosa de gente, para empezar. Lo de este fin de semana ha sido dantesco. Ayer me faltaba sal, tuve que bajar al almacén de mi barrio y me encontré a una pareja que en mi casapuerta se entregaba a las artes amatorias sin recato alguno, enlazados ambos y con sus lenguas dale que te pego. Desprendían un olor a tigre, que para esta gente el Heno de Pravia no existe. Al joven le pegué con el bolso en la cotorra y salieron los dos huyendo. Ella, a la carrera, se subía la falda de su disfraz de enfermera cachondona, como esas que salían en El show de Benny Hill. Un buen golpe para que aprendan a respetar la propiedad privada y la moral. Rebosa, como siempre, de autobuses de pueblos recónditos. Y de meados. Rebosa de caricatos y de forasteros sin gracia alguna desnortados, buscando el Carnaval que no existe. “Qué bonito está mi Cádiz cuando llega el carnaval”. Y es precisamente cuando está más fea y sucia. Tampoco ayuda la carencia dental de los que salen a la calle a hacer el borrico. Entre todos no juntan más de 120 dientes. Eso es lo que resume al estribillo ese del “Qué bonito”: una ciudad que se cree cualquier chorrada y se mira al ombligo sin percatarse de su decadencia. Que rebosa, dice. En fin.

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