Doña Cuaresma

Ellos, ellas y sus puntos

Hallábame como cada mañana comprando al charcutero del supermercado de mi entorno (nunca digo mi barrio, que es muy bajuno) mis 50 gramos de queso El Cigarral cuando le escuché discutir con otro cliente (grasiento y con el bigote amarillo de la nicotina) sobre no sé qué de los puntos que el jurado del Concurso del Falla le había dado a un coro en el segundo tango en la semifinal. Tras pagar, corriendo –para seguir investigando a esta fauna y así tener motivos para criticarla– me fui a leer el Diario del Carnaval y comprobé que se habían publicado las puntuaciones oficiales. Un galimatías de números, décimas y centésimas para valorar las mamarrachadas que todos estos tipos (y cada vez más tipas) vierten desde sus aguardentosas gargantas. Con lo fácil que sería para mí evaluar a esta gentuza: todos los premios desiertos y a desinfectar el Falla con zotal para el pregón de Fernando Pérez. Pero ellos y ellas no aprenden. Tienen menos luces que la procesión del Silencio. Pues si no se empeñaron en estudiar de jóvenes ni sus padres le obligaron a hacerlo, ya es tarde. Tan chulitos como parecen y se exponen cada año a que valoren sus ripios y sus ¿músicas? cinco botarates que tienen el mismo nivel de inteligencia o incluso menos que ellos, que ya es decir. 19,07 en un tango, por ejemplo. Para morirse de risa. Como si fuera la evaluación de una tesis doctoral, valga la arriesgada comparación.

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