Doña Cuaresma

Coros no, por favor

SI hay algo que no soporto son los coros. Y no es por lo que cantan, que yo no he escuchado en mi vida a esos orfeones de patinillo que al lado del coro de San Francisco son bandadas de grillos mojados. Simplemente los aborrezco por el número de personas que van ¿cantando? Muy fácil, cuantos más componentes tiene una agrupación se multiplican los egos, los orines en las calles, los gorgoritos insufribles... en definitiva, más desprestigio para esta ciudad que amo... o que amaba hasta que la invadieron los y las del Carnaval. Sé que están haciendo los coros este concurso en el Falla por lo que escucho aquí y allá, en la cola de la panadería, en los bancos de la plaza de San Antonio o incluso en misa de ocho, que ya la gente no respeta ni las homilías. Al parecer siguen en lo mismo, con sus parafernalias y sus montajes. Algunos desafinando más que un jilguero con paperas. Incluso me cuentan que a un coro lo ha dejado tirado el artesano. En fin, que es que no saben hacer nada serio estos coristas. Ya se critican entre ellos. Me dicen que unos que iba con disfraces de árabes (válgame Dios, ‘los infieles!) hicieron una reflexión: algo así como que si a la gente no le gusta los coros, “será que estamos haciendo algo mal”. ¡Eureka! Por fin una luz, una coherencia, un racionamiento, una autocrítica. Claro, quién en sus cabales se va colocar debajo de una batea a recibir las miasmas de los coristas, que esparcen sus microbios en sus alaridos. Hacen falta más letras como las de los árabes para que así se peleen entre ellos, salte todo por los aires y no salgan más. Ojalá.

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