Carnaval de Cádiz | Batalla de coplas

Todo Cádiz afila las gargantas

  • Las coplas lo invaden todo en el primer fin de semana grande de la fiesta

El coro ‘Los garabatos’ de Faly Pastrana actúa en el escenario de los Callejones.

El coro ‘Los garabatos’ de Faly Pastrana actúa en el escenario de los Callejones. / Julio González

Dos pandas gigantes, tamaño XXXL, saludaban este Sábado de Carnaval a los visitantes en la plaza de San Juan de Dios. Los osos chinos, sin mascarillas ni el más leve síntoma de constipado, ya habían sido vistos antes por la sevillana Alameda de Hércules estas pasadas Navidades. Es lo que tienen estos bichos, que lo mismo sirven para una feria, que unos carnavales. Una foto a cambio de la voluntad. Con la poca voluntad que nos va quedando. También había Transfomers, Aliens (el de la película digo, no un pureta de Cuenca jarto de moscatel con un gorro de mejicano) y hasta la familia Simpson en su sofá y ese amarillo cadista que tanto gusta por aquí. También costaba sentarse en el tresillo para retratarse con el calvorota y su compaña. Y eso que el sofá parecía sacado mismamente de las antiguas barbacoas del Trofeo.

El Cádiz más polinésico se desparramaba por todos sus rincones. Dejando atrás la plaza del Ayuntamiento, con su Bruja Piti y su Dios Momo observándolo todo con cierto desdén desde el balcón municipal, se llegaba a la Catedral, donde una batukada hacía sonar sus tambores con la misma saña que las chirigotas malas, esas que cumplen la máxima que dice que a más fuerte suene el bombo más rápido tienes que alejarte del lugar donde van a perpetrar su actuación.

Por Compañía ya se escuchaban los primeros cupleses de pelo. Los integrantes de excursiones forasteras buscaban el Carnaval, como si eso fuera posible, como si eso mismo no lo llevaran buscando algunos autores de la fiesta tan perdidos como ellos entre versos rebuscados y rimas simplonas. Los más listos cortaban por Obispo Urquinaona para acceder al Mercado por Puerto Chico. Allí, otros listos, los ratones de Subiela, acababan de cantar y corrían con sus rabos enrollados en sus cuerpos desde el tablao de los Callejones hasta el de la Marina. Posiblemente la única cosa buena de la decisión del Jurado de dejar fuera a esta comparsa de la final es poder disfrutar de su repertorio y sus voces un día más. Porque, aunque un año más se echó de menos que el Consistorio, con to lo listo que es, pusiera megafonía en las tarimas de esta batalla de coplas, la voz de Carli Brihuega se imponía al murmullo del gentío para sonar con esa claridad y ese tronío de los más grandes, del más grande, del más listo. Cuánto lo vamos a echar de menos el día que se canse del maltrato constante.

La Batalla de Coplas se desparramó por Palillero y por tablaos de la plaza del Mercado

Por los tablaos de la plaza y del Palillero fueron desfilando las semifinalistas y los cuartos premios. Los chavales de ‘La ciudad de Dios’ demostraban al filo de las tres de la tarde en el Palillero que tienen una tesitura que enamora. ¡Cómo cantan los niños chiquillo! Y qué afinación. Normal que se hayan ganado ya el derecho a ser perseguidos y fotografiados por los aficionados.

En la vorágine coplera también asomaba la cabeza la cantera. Comparsas como ‘Comunicando’, la chirigota ‘Los burritos’, el coro ‘Mundo animal’ y el cuarteto ‘La viña de las galaxias’ confraternizaban con los protagonistas del Concurso de adultos. Es verdad que sus voces aún no están para estos trotes, sobre todo para tener que lidiar con gritos borrachuzos, pero es necesario que estén ahí, que se sientan importantes, que compartan escenario con sus ídolos y que entiendan que para llegar hasta donde están ellos hay que esforzarse.

'La canción de la laguna' actuando ayer en la plaza. 'La canción de la laguna' actuando ayer en la plaza.

'La canción de la laguna' actuando ayer en la plaza. / Julio González

Comparsitas consagrados como Paco Catalán dirigía a sus bichitos de ‘La canción de la laguna’ mientras David Carapapa portaba con amor fraternal a su hija en brazos. Aún queda mucho para que ese pasodoble agorero se cumpla y algún saltamontes chulito intente separarlos.

El humor negro del Canijo, no entendido con buen humor por el jurado, campaba de tablao en tablao, igual que la chirigota ‘Noche en el museo’, con un pasodoble que huele a Cádiz por los cuatro costados.

En las esquinas, coplas antiguas, el Credo de ‘Los peregrinos’ en gargantas afiladas, papelillos cayendo en catavinos de moscatel, besos robados, gente de todas las edades buscando engordar sus listas de pecados antes que la Cuaresma nos devuelva a la triste realidad. Ya es Carnaval.

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