Carlos Coello y la mente de un campeón: cómo se mantiene el hambre tras conquistar el mundo

El psicólogo deportivo Javier García Taboada explica el trabajo que realiza con el luchador gaditano de muay thai

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Saludo entre Javier García Taboada y Carlos Coello. / Honor Combat Sports
R.D.

Cádiz, 29 de diciembre 2025 - 11:15

El 1 de noviembre, en el Lumpinee Stadium de Bangkok, la catedral del muay thai, el luchador gaditano Carlos Coello volvió a hacer historia. Ganó por KO al tailandés Rungsayan, se proclamó campeón del mundo IBF del peso pluma y sumó el sexto título mundial de su carrera, convirtiéndose en el primer español en levantar un cinturón IBF de muay thai en ese escenario.

Desde fuera, la escena parece el final perfecto de una película: cinturón al hombro, luces, focos y gloria deportiva. Pero detrás de esa noche hay algo mucho menos visible y mucho más delicado: la arquitectura mental que sostiene a un luchador que ya ha tocado la cima varias veces y, aun así, sigue encontrando motivos para subir una vez más. En esa parte invisible del camino, juega un papel clave la figura de su psicólogo deportivo, Javier García Taboada, especialista en deportes de combate y responsable de acompañar a Coello en la gestión de la presión, el miedo y, sobre todo, el mantenimiento del hambre competitiva.

“Desde la grada se ve el resultado”, explica García Taboada, “pero lo que sostiene ese resultado es un trabajo mental constante, muchas veces silencioso, que empieza mucho antes de que suene la campana y sigue cuando el foco ya se ha apagado”.

Un proyecto de vida

La historia de Coello arranca en un salón cualquiera de adolescente. Una película de Jean-Claude Van Damme, un joven gaditano y una idea que en ese momento parecía más un sueño que un plan: viajar a Tailandia para dedicarse al muay thai. Lo que para muchos se queda en una fantasía de película, en su caso acabó convirtiéndose en una decisión real.

Con apenas 18 años, dejó Cádiz, su entorno, sus amigos y su zona de confort para instalarse en Tailandia. Empezó desde abajo, en gimnasios humildes, peleando en circuitos locales, acostumbrándose a una cultura, un idioma y un ritmo de vida completamente distintos. Con el paso de los años, esa aventura dejó de ser un experimento temporal y se transformó en un auténtico proyecto vital. Coello se asentó en Rayong, se integró en la escena tailandesa y comenzó a competir en los grandes estadios de Bangkok. La imagen del 'chico español que viene a probar suerte' dio paso a la de un luchador respetado en la cuna del muay thai.

En su historia hay además un motor íntimo que lo atraviesa todo: la promesa que hizo a su madre antes de que falleciera. Ese compromiso emocional se mezcla con su carrera deportiva y se ha convertido en uno de los ejes que le sostienen en los momentos más duros. No es solo un peleador que lucha por títulos; es alguien que pelea también por honrar una memoria y un vínculo que siguen muy presentes en cada preparación.

García Taboada lo resume así: “En el caso de Carlos, su historia personal no es un adorno, es una parte central de su rendimiento. O trabajamos cómo integra esa promesa en su identidad como deportista, o la misma fuerza que le impulsa puede acabar pesando demasiado”.

Presión y expectativa

En los deportes de combate se repite una idea que en su caso se cumple al pie de la letra: la pelea no se disputa solo con el cuerpo, también con la mente. La preparación física, el campo, la estrategia y el plan de combate son fundamentales, pero si la cabeza no acompaña, todo eso se tambalea.

En la trayectoria de Coello, la presión tiene varias capas. No representa únicamente a su gimnasio y a su equipo, sino también a todo un país que lo ve como uno de los grandes referentes del muay thai español. Lleva encima una historia marcada por el duelo y la promesa a su madre. Convive con la etiqueta de “campeón del mundo” incluso cuando el foco mediático no está encendido, y eso implica entrenar y competir con la sensación de que siempre hay algo que demostrar.

Es en este contexto donde la psicología deportiva deja de ser un complemento atractivo y se convierte en un pilar estructural de su rendimiento. Aquí entra en juego el trabajo de Javier García Taboada, que se incorpora a su equipo para ordenar toda esa carga interna y transformarla en foco, estabilidad y continuidad competitiva.

“Cuando un deportista acumula títulos”, explica el psicólogo, “la presión no desaparece, se vuelve más sofisticada. Ya no es solo miedo a perder; es miedo a no estar a la altura de lo que los demás creen que eres. Mi trabajo es ayudarle a separar quién es él de todo ese ruido”.

Trabajo psicológico

El acompañamiento de García Taboada no tiene nada que ver con frases motivacionales de última hora ni con mensajes genéricos. Se trata de un proceso de entrenamiento mental tan serio como cualquier preparación física. Primero, es necesario comprender cómo funciona la mente de Coello en cada fase: qué piensa las semanas antes de una pelea importante, qué le pasa por la cabeza en el vestuario, cómo se habla a sí mismo durante el combate y qué ocurre mentalmente cuando todo termina, tanto si gana como si pierde.

En ese análisis aparecen elementos muy propios de su historia: el peso de la promesa a su madre, la responsabilidad de representar a España en la cuna del muay thai, la sensación de estar abriendo camino para otros luchadores y la necesidad de seguir demostrando que no es un caso aislado, sino un referente consolidado. A partir de ahí, el trabajo consiste en integrar esos elementos de forma sana, alineándolos con sus objetivos deportivos y con la persona que quiere ser dentro y fuera del ring.

“Con Carlos hay que ordenar más que inventar”, señala García Taboada. “Él llega con una motivación enorme, con mucha carga emocional y con una exigencia altísima hacia sí mismo. El reto no es empujarle más, sino enseñarle a colocar cada cosa en su sitio para que la cabeza no se convierta en su mayor rival”.

Una de las claves ha sido transformar esa promesa y esa historia personal en una fuente de sentido, no de angustia. La memoria de su madre no puede convertirse en una losa que lo paralice, sino en una dirección que le ayuda a entender por qué hace lo que hace. Ese cambio de perspectiva no se consigue con una conversación suelta; se construye a lo largo del tiempo, con ejercicios, reflexión guiada y una narrativa interna bien trabajada.

Otro punto central del trabajo psicológico tiene que ver con la regulación de la activación. En un deporte como el muay thai, llegar al ring demasiado frío o demasiado revolucionado puede decidir un combate en cuestión de segundos. Con Coello se han trabajado rutinas de respiración, focos de atención claros y pequeños “anclajes” mentales que le permiten volver a su plan cuando la adrenalina sube.

“Nos interesa que llegue al punto justo, ni apagado ni desbordado”, explica el psicólogo deportivo. “Cuando se pasa de revoluciones, comete errores; cuando se queda corto, no saca todo lo que tiene. Ahí el entrenamiento mental funciona como un regulador fino, no como un interruptor de encender y apagar”.

Vivir como se compite

El rendimiento de Coello tampoco se entiende sin mirar el lugar en el que ha decidido vivir. No viaja a Tailandia solo para campamentos puntuales; ha construido allí su día a día. Entrena mañana y tarde en campos donde la exigencia es la norma, comparte vestuario y rutinas con luchadores tailandeses que han crecido alrededor del ring y organiza su vida entera en torno al entrenamiento, el descanso y la recuperación.

Desde la psicología del deporte, eso ofrece una base muy potente: refuerza su sensación de pertenencia y su identidad como peleador. Coello no se ve a sí mismo como un extranjero que viene “a probar suerte”, sino como alguien que está en el sitio correcto, haciendo exactamente lo que tiene que hacer. Esa percepción es también fruto de un trabajo interno en el que la figura del psicólogo deportivo ayuda a dar coherencia y palabras a lo que ya estaba ahí, pero de forma difusa.

“Cuando un deportista siente que está donde tiene que estar, baja mucho el ruido interno”, explica García Taboada. “Deja de preguntarse si merece estar ahí y puede centrarse en cómo quiere competir. En el caso de Carlos, reforzar esa identidad de ‘soy parte de este circuito, no un invitado’ ha sido clave para su estabilidad”.

Cuando esa historia interna está bien construida, las críticas, las comparaciones o la presión externa pierden peso. El foco deja de estar en el ruido y se centra en el camino que él mismo ha elegido. Cada título deja de ser una excepción feliz para convertirse en la consecuencia natural de un proyecto sólido.

Lumpinee: el “culmen perfecto” que no debía ser el final

La pelea del Lumpinee llegó con una etiqueta peligrosa: “el cinturón que cierra el círculo”. Sexto título mundial, estadio legendario, rival tailandés, primer español en lograr un cinturón IBF en esa catedral del muay thai. Todo invitaba a imaginar ese combate como el punto final de la historia.

Sin embargo, uno de los objetivos del trabajo psicológico previo fue precisamente evitar que Coello viviera esa cita como el cierre de todo. Junto a García Taboada, el enfoque se desplazó del “último gran combate” a la idea de un punto de inflexión. Ganar ese cinturón era importante, pero igual de importante era llegar mentalmente preparado para que, tras la victoria, no apareciera el vacío típico del “¿y ahora qué?”.

El psicólogo lo describe con claridad: “Si conviertes una pelea en ‘el combate de tu vida’, te atrapas en tu propio discurso. Puede salir bien o mal, pero en ambos casos te quedas sin relato después. Con Carlos trabajamos para que entendiera el Lumpinee como un capítulo muy especial, sí, pero dentro de una historia más larga”.

La preparación incluyó revisar qué significaba realmente el éxito para él en ese momento: no solo alzar un título más, sino pelear fiel a su estilo, sentirse coherente con la persona y el deportista que es hoy y conectar esa noche en Bangkok con la evolución que lleva años construyendo. También se trabajó el día después: qué nuevos retos quería encarar, qué papel quería asumir como referente del muay thai español y cómo seguir creciendo más allá del resultado concreto de esa velada.

El impacto de esa preparación no se ve solo en la pelea, sino en lo que ocurre cuando las luces se apagan. Ahí es donde se nota que la psicología deportiva no aparece solo para gestionar crisis puntuales, sino para sostener carreras enteras.

El caso Coello

Detrás de cada rodillazo, cada golpe y cada KO de Carlos Coello hay horas de trabajo silencioso fuera del ring. Su historia no es solo la de un chico de Cádiz que se fue a Tailandia y acabó siendo seis veces campeón del mundo. Es también la prueba de que, cuando el entrenamiento físico y técnico se completa con un trabajo psicológico serio, el techo competitivo se eleva.

La colaboración con Javier García Taboada muestra cómo la mente de un luchador puede entrenarse con el mismo rigor que su cuerpo. A través de evaluaciones psicológicas, objetivos claros, herramientas basadas en la evidencia y un seguimiento continuado, Coello ha aprendido a relacionarse de otra manera con la presión, con su historia personal y con el éxito.

“Un campeón no es solo el que gana una noche grande”, concluye García Taboada, “sino el que es capaz de sostenerse arriba sin romperse por dentro. Mi trabajo con Carlos va precisamente de eso: de que pueda seguir siendo competitivo muchos años, pero también de que pueda seguir reconociéndose en el espejo cuando se quite los guantes”.

El resultado es el que se ve sobre el ring: un campeón que, incluso después de conquistar el mundo, sigue encontrando motivos para volver a pelear, con los pies en la lona, la cabeza ordenada y la misma determinación que lo llevó a subir a un avión por primera vez rumbo a Tailandia.

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