El de ayer no era un entrenamiento cualquiera del equipo en el Ramón de Carranza. El de ayer no era un día más en la preparación de una semana. Ayer el sabor era diferente ante la Tribuna del coliseo del cadismo; ayer se jugaban los primeros minutos de lo que espera mañana en El Sardinero.

Cerca de un centenar de cadistas acudió pasada la una de la tarde a los aledaños del campo capitalino, donde esperaba el autobús que trasladaba primero al equipo hasta Madrid. Cánticos y camisetas amarillas a la espera de ver a sus ídolos, que fueron subiendo al autocar mientras Alberto Cifuentes y Álvaro Cervera atendían a los medios de comunicación en la sala de prensa. Los ánimos finales para una expedición que se fue con la autoestima reforzada y con el compromiso de no decepcionar a tantos cadistas que esperan ser felices mañana por la noche.

Detalles más cariñosos con determinados jugadores con los que la masa social guarda una relación especial, aunque en líneas generales hubo buenos gestos con todos. Y también con Cervera, que fue de los últimos en subir al autobús entre los ánimos de una afición que empieza a idolatrarle por lo que, contra pronóstico, está consiguiendo al frente del Cádiz.

A las dos de la tarde comenzó el viaje y a primera hora de la noche alcanzó su primer destino, la capital de España. En Madrid, el equipo entrenará hoy por última vez antes de seguir rumbo a Santander, donde el Cádiz se juega algo más que un partido y una eliminatoria de la fase de ascenso.