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FÚTBOL AMERICANO 51ª SUPER BOWL

Brady alcanza la inmortalidad

  • Los Patriots conquistan su quinto anillo al empatar un 3-28 en contra en un cuarto y culminar, en la primera prórroga de la historia de la Super Bowl, la mayor remontada vista en una final

Tom Brady levanta los dedos después de que Danny Amendola anotara la conversión de dos puntos que llevaba el partido a la prórroga.

Tom Brady levanta los dedos después de que Danny Amendola anotara la conversión de dos puntos que llevaba el partido a la prórroga. / TANNEN MAURY / EFE

últimamente, el deporte estadounidense se ha acostumbrado a que en cada final ocurran milagros. La remontada 3-1 de los Cavs en la NBA ante Golden State, lo mismo que los Cubs contra los Indians en béisbol. Pero lo de anoche en Houston es harina de otro costal. Ya no hay debates sobre quiénes son el mejor entrenador y el mejor jugador de la historia del fútbol americano. Sí, hay muchas épocas y muchos grandes de este juego. Pero ninguno son Tom Brady y Bill Belichick. Como el Cid Campeador, con 3-28 abajo volvieron al emparrillado del NRG Stadium. Estaban muertos sobre su corcel, pero el ejército de Atlanta, cuando ya estaba enjuagando las espadas y las hachas de una batalla que habían ganado, se arredró. Vieron cómo a los que habían masacrado volvían a la vida y se quedaron petrificados viendo cómo los New England Patriots lo igualaban, forzaban la primera prórroga de la historia en la Super Bowl, y en apenas cuatro minutos los doblegaban. La mayor remontada vista en los play off de la NFL y el quinto anillo para la dinastía Brady-Belichick. Lo nunca visto.

Durante tres cuartos no hubo partido. Hubo Atlanta, además como se esperaba e, incluso, más. Porque los Falcons brillaron anoche más por su defensa que por su alabado ataque, que sólo se pareció al de todo 2016 en el segundo cuarto. Ahí, la ofensiva fue la de siempre, la que ganaba yardas con alevosía, la que transformaba a corredores en receptores y a receptores en bloqueadores. Pero fue la defensiva de Dan Quinn la que llevó el mando. No sólo aplicaron una presión tremenda sobre Brady, incomodísimo y desesperado como pocas veces se le ha visto, sino que toda la secundaria cubría a los receptores y por tierra Blount apenas hacía pupa. Todo lo remató un touchdown de retorno tras intercepción de Alford (0-21). New England estaba en la venta.

Después del show de Lady Gaga, lo que pasó fue el 3-28 que sólo valió para engrandecer lo que vino después. Hasta el Boston Globe tenía portada: 'Un amargo final'. Pero se pararon las rotativas y los cronistas dejaron de teclear. La defensa de los que ganaban empezó a cansarse y el ataque montado por Shanahan alteró su ADN de forma catastrófica. Belichick empezó a variar la ofensiva, a encontrar receptores y corredores que minutos antes no se enteraban de la ruta que había que correr. Si hace dos años, tito Bill se sacó de la manga a Butler, ayer salió de la nada James White, que acabó con números de MVP en cualquier otra Super Bowl.

Entonces llegó el placaje de Hightower a Ryan y la pérdida de balón en un ataque en el que, de haber anotado, Atlanta habría campeonado. Aun así, la ventaja obligaba a los Pats a meter dos touchdowns y encima convertir la jugada extra de dos puntos. Y lo hicieron porque cuando huelen el miedo, Brady y los suyos entran en trance. Amendola y White forzaron la primera prórroga de la historia del gran partido de la NFL, aunque el héroe del drive decisivo fue Edelman, que agarró milagrosamente un ovoide que caía a tres centímetros de tocar el suelo e invalidar la jugada. Atlanta estaba en shock. Ahora eran ellos los zombis. Por perder, perdieron hasta el sorteo de la prórroga. La moneda dijo que atacaba primero New England y si había touchdown, ganaban. Ocho jugadas bastaron. Brady a White y carrera de este detenida justo sobre la línea de la end zone.

Ya está. La dinastía Brady-Belichick ya tiene cinco anillos. No hay otra como ésta. Y a ver quién dice que están acabados.

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