TENIS

Bellas, ricas y famosas

  • La lucha de la mujer por la igualdad libró otra batalla en el mundo de la raqueta

Sharapova, Ivanovic, Jankovic, Dementieva... son el prototipo de jugadoras que ofrece la WTA, un negocio que aúna deporte, publicidad, moda y espectáculo. El tenis puede vanagloriarse de ser una de las disciplinas que más ha contribuido a eliminar las desigualdades entre hombres y mujeres.

A finales del siglo XIX, los miembros pertenecientes a la alta burguesía y a la aristocracia desarrollaban una variada gama de deportes en los ambientes universitarios o en los selectos clubes privados. La actividad física parecía reservada de modo natural al sexo masculino y las pocas mujeres que se asomaban a la práctica deportiva eran acusadas de esnobismo o frivolidad. El torneo de Wimbledon nació en 1877 con la idea de que fuera sólo para hombres, pero el auge que tomó el tenis femenino impulsó a los organizadores a admitir los encuentros de damas en 1884. Y aunque ellas tardaron más en subir a la red, utilizar la volea y efectuar el servicio por encima del hombro, fueron incorporando diferentes variantes a su repertorio.

Aquellas osadas pioneras resultaron decisivas para que la mujer rompiera el tabú de su frágil condición atlética y pusiera bajo sospecha la desigualdad de sexos existente en el deporte. Entre ellas resulta obligado mencionar a Elia María González-Álvarez y López-Chicheria, más conocida por Lilí Álvarez. Mujer polifacética (patinadora, esquiadora, piloto, actriz, escritora, diseñadora) y adelantada a su tiempo, finalista tres veces consecutivas en Wimbledon (1926, 27 y 28), fue la tenista española con mejor palmarés hasta la irrupción de Arancha Sánchez Vicario.

Durante el período de entreguerras, la paulatina proliferación de competiciones internacionales contribuyó a fomentar la práctica del tenis femenino. Las mujeres fueron ya admitidas en todos los torneos clásicos, sin embargo, les faltaba una competición por equipos nacionales como era la Davis y en 1923 se creó la Copa Wightman. El trofeo, que tomó el nombre de su primera patrocinadora (Mrs. Wightman), la disputaron las selecciones de Estados Unidos y Gran Bretaña, cuyas jugadoras se enfrentaban en siete encuentros (cinco individuales y dos dobles). El proyecto inicial era que también otros países participaran, en un intento de rivalizar con la Copa Davis masculina, pero la idea no cuajó y quedó reducida a una confrontación fraternal anglosajona.

Hasta 1963 no se pondría en marcha una competición femenina internacional. Para celebrar el 50º aniversario de su fundación, la Federación creaba la Copa del mismo nombre. La prueba se jugaría a cinco partidos (cuatro individuales y uno de dobles) pero, a diferencia de la Davis en que cada formación debe constar de un mínimo de cuatro jugadores, la Copa Federación permitía que un mismo equipo estuviese compuesto tan sólo por dos jugadoras. Aunque los comienzos no resultaron alentadores, sus ediciones sucesivas fueron cimentando el prestigio del que actualmente goza. Las únicas dificultades que le asaltaron con frecuencia fueron de tipo económico pues, salvo excepciones, la prueba femenina careció del apoyo de las administraciones. El trato económico tan discriminatorio que padeció durante décadas el tenis femenino respecto del masculino fue un auténtico campo de batalla. Considerado de exhibición, las mujeres solían intervenir como teloneras para poner la nota sensual y pintoresca. En este sentido, la campeona negra Althea Gibson y la rubia Karel Fageros amenizaban encuentros de los Globetrotters allá por 1958. Poco a poco los espectadores pudieron comprobar que las confrontaciones femeninas, disputadas por destacadas jugadoras, suscitaban un interés más allá del puro pasatiempo. Éstas, sintiéndose infravaloradas, comenzaron a pedir una participación de la cuantía en premios, organizándose numerosos conflictos entre promotores y jugadoras con la Federación.

La genial y polémica Billy Jean King, junto con Gladys M. Heldman, propietaria de la revista World Tennis, fueron las cabezas visibles de este movimiento reivindicativo que se propuso acabar con la discriminación de la mujer en el tenis. Su lucha se conoció por el nombre de Women's Lob, analogía del Movimiento de Liberación Femenina (Women's Lib), que por aquel entonces se encontraba en pleno apogeo. A pesar de las dificultades, lograron ganarse el favor de los aficionados, que respondieron muy bien en los torneos donde ellas participaban. La Asociación de Tenis de los Estados Unidos amenazó de expulsión a todas aquellas jugadoras que siguieran a la señorita Heldman, pero la advertencia no sólo fue rechazada sino que, en vez de acrecentar el temor, logró que fueran más las tenistas de categoría que se unieron a su causa. A esta solidaridad se añadió el apoyo del mundo empresarial, que intentaba sacar el mayor provecho económico del tenis.

La guerra estaba declarada y en 1972 la Asociación, que nunca quiso en su seno a jugadoras profesionales, se decidía a combatir con las mismas armas: anunciaba que entraba en el negocio de los torneos creando su propio circuito. A partir de ese momento las tenistas quedaban divididas en dos bandos y, tras muchas hostilidades, en 1973 se acordaba que los dos circuitos rivales, el de la Asociación Nacional y el Virginia Slims, se fusionaran en uno. Al año siguiente, cuando el clima de tensión ya se había suavizado, las jugadoras crearon la WTA (Women's Tennis Association), con el objetivo de velar por la defensa de los intereses de las tenistas y fijar los premios a repartir en los grandes torneos. Haciendo frente a las amenazas, la WTA consiguió que fueran equiparadas a sus colegas masculinos.

Aunque pioneras del profesionalismo, las mujeres no lograron un protagonismo destacado en los medios hasta la década de los setenta, cuando se despertó el interés general. Chris Evert fue la abanderada de estas nuevas millonarias que competían con actrices y modelos por ganarse el favor del público, proceso que se aceleró con la llegada de las superbabies (Tracy Austin, Andrea Jaeger). Actualmente, las pistas del circuito se llenan de espectadores para admirar su juego, pero también para disfrutar de sus indudable encantos.

1974

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