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fútbol Segunda División B

La Balona continúa desaparecida

  • El equipo regala un punto al filial del Granada, al que ganaba por 3-1

El delantero balono Wilson Cuero presiona al granadinista Pablo Vázquez.

El delantero balono Wilson Cuero presiona al granadinista Pablo Vázquez. / erasmo fenoy

La Real Balompédica parece decidida a echar al público -que tampoco es que esté yendo en un número desorbitado- de su maltrecho estadio. El problema no es que lleve cuatro jornadas sin ganar, que eso puede incluso ser un accidente. El origen del monumental enfado con el que abandonó ayer el Municipal la hinchada albinegra, después de haber desafiado a una tarde de perros, es que su equipo tiene un ADN, una marca propia y no lo acepta de otra manera. O es Recia o le avergüenza, no hay términos medios que valgan. Así ha sido durante más de un siglo y así seguirá siendo. Y el que no lo entienda, está de más. Un día de despiste (San Fernando) cuela y se perdona. Dos ya ni mijita. Y como en toda empresa, el entrenador es el primero que debe hacer examen de conciencia.

Que a esta Balona, preñada de jugadores con galones, se le escape ante un grupo de chavales una ventaja de 3-1 después del descanso es para mandarlos a todos (al entrenador el primero) a la cama sin cenar. Faltó intensidad, faltó ese recurso, esa triquiñuela de la que se hablaba en este mismo espacio no hace mucho, para parar el partido, para cortarle el ritmo al enemigo. Faltó que los cambios llegasen antes, pero que mucho antes. Faltó respeto por las mil y pico de almas que se rejuntaban en las gradas como buenamente podían para protegerse del frío. No es de recibo. Un partido encarrilado a base de un alarde de pegada -tampoco es que fuese una exhibición de fútbol, no hay que confundirse- tirado por la borda justo cuando más lo necesitaba la Balona. Estos puntos son los que después en mayo faltan en el balance.

El primer tiempo fue, al menos, entretenido. Inusualmente entretenido para lo que suele dar de sí esta Segunda B. Excepto en el minuto siete cuando Stoichkov cabeceó incomprensiblemente fuera en el borde del área pequeña, todo lo que lanzó la Balona a puerta en el primer periodo acabó en gol.

Y así se llegó al descanso. Y después llegó lo que fuese aquello. La Balona se quedó adormecida, convencida de que ya había hecho su trabajo. El Granada B metió gente de refresco, cambió su dibujo [por cierto la Balona pareció no enterarse] y empezó a avisar. Que si un balón al que Casi no llega de milagro. Que si otro que se pasea por el área sin encontrar rematador. Y el conjunto de casa asustado, metido en su medio cambio, sin ideas, sin fútbol, sin nada.

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