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Literatura

Los muertos de antes y los muertos de ahora

  • Eduardo Ruiz Sosa retrata en 'El libro de nuestras ausencias', una novela con el lirismo de un poema en prosa, el drama de las desapariciones en México

El autor mexicano Eduardo Ruiz Sosa.

El autor mexicano Eduardo Ruiz Sosa. / Candaya

"En otro lugar escribí que para mí no existe diferencia entre la ficción y la realidad. La ficción no es lo falso, y la realidad no es lo verdadero. Nos gustaría, pero no es así", apunta Eduardo Ruiz Sosa (Culiacán, 1983) en la nota final, las Últimas palabras, de El libro de nuestras ausencias, una novela que ha alcanzado ahora su segunda edición en Candaya y en la que el teatro y la vida, el simulacro y el dolor se entremezclan y confunden.

El creador de las aplaudidas Anatomía de la memoria y Cuántos de los tuyos han muerto se percató de la fina línea que separa lo irreal y lo tangible cuando acudió a los 13 años a una función teatral, una experiencia que ha volcado en sus páginas. "Fue probablemente lo que me llevó a escribir", recuerda el narrador. "Me hizo pensar en la ficción como un mecanismo que espolea la realidad, que la sacude, para encontrar las cosas que ocultamos. Cuando uno escribe un texto cualquiera casi siempre salen cosas que no queremos, o que no podemos decir", señala Ruiz Sosa, uno de los invitados a la pasada Feria del Libro de Sevilla, que tardó quince años en escribir una obra compleja y portentosa que habla de la pérdida de identidad, algo en lo que coinciden los actores –entre ellos Orsina, que abandona su entorno sin dejar rastro, aunque ya antes, enflaquecida y sigilosa, ha ido dando muestras de querer borrarse– y los desaparecidos por la violencia del narcotráfico, cadáveres anónimos de las fosas clandestinas.

"En abril de 2022", detalla Ruiz Sosa al comienzo del libro, "un informe del Comité contra la Desaparición Forzada (ONU) determinó que para analizar los más de 52.000 restos humanos que permanecen sin identificar en las instalaciones forenses de México serían necesarios más de 120 años de trabajos". Esa estremecedora cifra supone "más de la mitad de la historia del país". "Estas coordenadas dan una entrada al lector para que entienda el drama íntimo del libro, qué macrodimensión tiene esta tragedia, porque a veces nos creemos que el sufrimiento de una familia que tiene un hijo desaparecido es un caso aislado, algo ajeno a las estructuras sociales, políticas, de violencia, de corrupción y de impunidad que los Gobiernos controlan, y no es así", opina el escritor.

A menudo han comparado el imaginario de Ruiz Sosa con el de Juan Rulfo, por su interés en otorgar voz a los espectros, una vinculación que el narrador no cree consciente y que atribuye a su ADN, como afirmaba en una entrevista con este periódico. En el libro, México se define como "un país lleno de fantasmas", se suceden los "personajes que ya no están, pero tampoco se han ido", que como los actores se adentran en la ficción. "Aquí", explica Ruiz Sosa, "me interesaba hablar de los muertos, digamos, pendientes... De los que no se ha encontrado el cuerpo, que siguen vivos en la memoria de muchas familias, que los buscan o que los esperan, porque no todas las familias tienen recursos o tiempo para la búsqueda".

En un pasaje de El libro de nuestras ausencias, se enumeran algunos crímenes que se han producido desde 2008 hasta 2021, una perturbadora historia de la violencia que sacude su país. "3 de julio de 2008, hallan cuatro decapitados en la Miguel Alemán / 31 de diciembre de 2009, dos cadáveres colgados de puente en Sinaloa...", arranca esa enumeración. "Esa lista es como una versión chiquita de 2666 de Bolaño. Son los encabezados reales de los periódicos. A veces, la prensa amarillista en México ni siquiera forma correctamente los titulares, quiere poner antes la palabra más escandalosa y colocar además una fotografía muy explícita. Quería hablar de esa violencia, pero también de la aparatosidad con la que se retrata desde fuera", asegura Ruiz Sosa.

Portada del libro. Portada del libro.

Portada del libro. / D. S.

Al escritor le llama la atención que en los carteles que colocan las familias el letrero de DESAPARECIDO ocupe un gran tamaño "y el nombre y los datos de esa persona vayan pequeñitos, como si su identidad fuera ya su ausencia", dice sobre unos muros con fotografías "que recuerdan a una cartelera teatral, pero también a una fosa común, una fosa vertical, donde se mezclan los huesos".

Ese delirio familiarizado con la muerte encuentra ecos en el pasado, en la figura de José de Gálvez, visitador general de la Nueva España, uno de los personajes que desfilan por El libro de nuestras ausencias. "No quiero que se interprete que para mí la violencia empezó con él, pero Gálvez me daba una dimensión histórica y conectaba con esa desmesura a la hora de ejercer la violencia que tenemos hoy. Los muertos de antes y los de ahora atraviesan la tierra como placas tectónicas", apunta Ruiz Sosa sobre una novela que, como esos carteles de los desaparecidos, está llena de capas, superposiciones, sugerencias. Todo servido en un estilo soberbio en esta polifonía de "voces quebradas" que bien podría definirse como un poema en prosa. "Siempre leo poesía, pero cuando escribo leo más. Juan Carlos Mestre, T. S. Eliot, Anne Carson me han acompañado. Y me inspiré en el modo en que César Vallejo rompe el lenguaje en Trilce para la parte en la que estalla la violencia en mi libro".

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