Valerio Rocco Lozano. Director del Círculo de Bellas Artes

“Más que formar, las humanidades transforman a las personas”

  • El gestor cultural y profesor defiende en las jornadas ‘Reimaginar la educación’, que estos días se celebran en Sevilla, la incorporación de las artes en los procesos de aprendizaje

El filósofo y profesor Valerio Rocco Lozano.

El filósofo y profesor Valerio Rocco Lozano. / Juan Carlos Vázquez

Valerio Rocco Lozano, director del Círculo de Bellas Artes y profesor de Historia de la Filosofía Moderna en la Universidad Autónoma de Madrid, sabe que la mayor innovación no radica en la tecnología, sino que viene de la mano del arte y las humanidades. El autor de libros como La vieja Roma en el joven Hegel inauguró ayer en Sevilla las jornadas Reimaginar la educación: nuevas herramientas para educadores y artistas, organizadas por la Fundación La Ciutat Invisible, con una ponencia titulada La innovación docente será artística (o no será), en la que reivindica la incorporación de las artes a los procesos de aprendizaje y defiende que la cultura “transforma las preguntas que nos hacemos, transforma también a las personas”.

–Los planes de estudio han potenciado los contenidos útiles, funcionales, que ayudaban a la productividad, y han arrinconado las humanidades. Pero sin ellas hay una parte del ser humano que no se atiende...

–Yo aquí reivindicaría ese libro magnífico de Nuccio Ordine que se llama La utilidad de lo inútil. La filosofía, la cultura, las artes son útiles, pero de otra manera. Yo creo que, de hecho, son tremendamente útiles para una economía cambiante, que no sabemos hacia dónde va, que exigirá capacidades críticas. Las artes y las humanidades dan eso, aunque su rendimiento no pueda medirse tan fácilmente, sus logros no puedan evaluarse de manera objetiva. Más que en la formación, repercuten en la transformación de las personas. Los planes de estudio que no contemplan o que marginan las humanidades proponen ciertamente una visión unilateral del ser humano como alguien racional y calculador. Descartan la parte más sensible y emocional, que es también fundamental en las personas.

–En una entrevista reciente, el filósofo José Carlos Ruiz reclamaba en este periódico una pedagogía de la mirada. Una educación que ayude a tener un criterio ante el aluvión de imágenes al que asistimos...

–Ha habido una transformación absoluta desde un paradigma, digamos, activo de la mirada, fundado en la libertad, en la autonomía del sujeto, a otro paradigma absolutamente pasivo, en el que somos rehenes de imágenes que se nos imponen. Hay que educar la mirada exterior, formar el criterio, que viene del verbo krinein, que en griego es juzgar, elegir, es decir, no tragarnos todo lo que vemos en Twitter y Facebook. Pero hay también otra mirada muy importante que estamos descuidando, y que es la mirada interior. Yo defiendo ese aburrimiento que surge de la privación de imágenes exteriores, pero que nos facilita una introspección que estamos perdiendo.

Valerio Rocco Lozano. Valerio Rocco Lozano.

Valerio Rocco Lozano. / Juan Carlos Vázquez

–Concibe la educación como una “resistencia”. ¿En qué sentido?

–El filósofo Diego Garrocho sostenía en un artículo que la educación tiene que proporcionar a los educandos, sean de la edad que sean, aquello que no tienen a mano en el mundo. Si nuestro entorno nos proporciona lo audiovisual, tenemos que educar en algo distinto. Si la sociedad aborrece el fracaso, abordemos ese concepto. Esa resistencia consistiría en disponer lo que no está accesible. También hay un aspecto material, tristemente, en esa resistencia, porque a menudo los docentes ejercen su trabajo con verdaderas penurias.

–Ha hablado antes del fracaso. Usted participa en Failure, un proyecto de la Unión Europea en el que se investiga esta cuestión.

–Aglutina a cien investigadores de todo el mundo, que nos hemos juntado para pensar el fracaso. Vemos que hay dos tendencias diabólicas en este tema y que queremos evitar. Por un lado, está la de fracasar mal. ¿Cómo se puede fracasar mal? Ocultando, ignorando el fracaso, por vergüenza, porque estamos en una sociedad centrada en el éxito. Y también hay otra corriente preocupante, que es la exhibición impúdica del fracaso, sobre todo en ambientes empresariales, en el mundo del coaching. Esta idea de que el fracaso es necesario para alcanzar el éxito, que es un pequeño peldaño para el triunfo. Esto banaliza el fracaso y a veces olvida que el revés puede ser definitivo y deja a muchas personas por el camino. Entre estos dos extremos negativos intentamos aprender o enseñar a fracasar mejor, algo que diría Samuel Beckett.

"Kant sigue muy vivo. Nos ayuda a enfrentarnos a dilemas morales, a decisiones difíciles de tomar”

–Unas jornadas en el CBA exploraron esta semana la relación entre las artes, las humanidades y la empresa. ¿Qué se habló allí?

–Este encuentro forma parte de un ciclo que se llama I+D+C, donde esa i de innovación deja de ser sólo digitalización para declinarse en palabras que empiezan por la c, cultura, creatividad, ciudadanía, concepto, crítica. Inauguró el foro Nadia Calviño con una estupenda conferencia sobre la necesidad de humanizar la tecnología y humanizar la empresa. Se estudió el impacto de las empresas gracias a las humanidades. Estas pueden ayudar a que las empresas no miren sólo por los beneficios a corto plazo, que sean menos egoístas y más comprometidas con su entorno, más sostenibles y justas, por qué no. Y se analizó también el impacto en las empresas, cómo hacer empresas más democráticas, donde trabajadores de todos los niveles tienen más acceso a la cultura... El momento estrella de la jornada fue cuando el CEO de Carrefour en España dijo que lo que orientaba su política empresarial no era la cuenta de beneficios sino la filosofía kantiana, que Kant guiaba las decisiones empresariales.

–Esa revelación sería emocionante para usted, que fundó la Sociedad de Estudios Kantianos en Lengua Española...

–...Y me he pasado la vida estudiando a Kant y a Hegel, sí. Ver a un directivo de una empresa como esa decir que Kant es su punto de referencia fue una satisfacción increíble, la demostración de que es un autor que aporta muchísimo. Rafael Yuste, neurocientífico de fama mundial, insiste en sus publicaciones en Science, en Nature, en mencionar la Crítica de la razón pura como referente fundamental de sus investigaciones. Y en estas revistas le dicen: ¿Pero cómo vas a citar una obra de 1781? Él contesta que sin Kant no habría hoy neurobiología, no podríamos entender nada. Eso si hablamos del Kant teórico, porque el Kant práctico nos ayuda a enfrentarnos a muchos conflictos morales, a decisiones difíciles. En muchas crisis, como la pandemia o el volcán de La Palma, en muchas situaciones repentinas y trágicas, hay que elegir qué hacer, a quién favorecer. Se necesita un criterio filosófico, ético, para enfrentarse a estos dilemas. Ahí Kant sigue muy vivo.

–El Círculo de Bellas Artes alberga propuestas tan distintas como el ciclo de Grandes Oyentes, que lleva la música a los niños, o una muestra de apoyo a los escritores húngaros. ¿Cómo resumiría el espíritu de la institución?

–El Círculo tiene 14O años de historia, una gran tradición, un gran afecto, y eso no puede olvidarse. Pero más allá de eso tenemos ahora tres grandes líneas que vertebran nuestra oferta: la innovación, una apuesta por la comprensión del carácter artístico, filosófico, humanístico de la innovación; la internacionalización, a través de la que generamos redes y alianzas internacionales, colaboraciones con muchísimas entidades sobre todo en Europa; y por último, la juventud, el rejuvecimiento de nuestro público, con propuestas como Grandes Oyentes, lecturas de nuevos poetas y la presencia de una compañía de teatro como La Joven. En tres años hemos conseguido bajar la edad media de nuestro público, que estaba en los 56 años, a los 33. No descuidamos al público más veterano, pero nos preocupaba atraer a una franja que no contaba tanto con el Círculo.

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