Crítica de 'Lightyear'

El personaje Buzz que fue origen del juguete

  • El único problema de 'Lightyear' es medirse con la trayectoria de Pixar y quizás, aunque parezca paradójico, ser esencialmente para niños

El personaje Buzz.

El personaje Buzz. / DS

Moderada decepción, en principio. No porque esta sea una mala película de animación, que no lo es, sino porque es de Pixar y el estudio se ha fijado a sí mismo un muy alto patrón de medida. Esta conversión de Buzz Lightyear en protagonista de su propia historia sacándolo como un solista que ya no es un juguete del magnífico coro formado por las criaturas de Toy Story parte con la rémora de tratar de un personaje de la joya de la corona de Pixar, aquella Toy Story que en 1995 cambió la historia del cine de animación con la misma radicalidad, inventiva y audacia que Blancanieves y los siete enanitos lo había hecho en 1937, y a la que siguieron -además de sus secuelas- obras maestras como Buscando a Nemo, Wall-E, Up o Inside Out. Tan atrevidas en sus inteligentes planteamientos que a veces parecían más para adultos que para niños. Resumiendo, el único problema de Lightyear es medirse con la trayectoria de Pixar y quizás, aunque parezca paradójico, ser esencialmente para niños.

Pero también injusta decepción, si se contempla esta película desde este otro punto de vista: darle a Buzz la doble vida propia, como protagonista de una película y como juguete creado por su merchandising, que Andy le daba antes de crecer. Esta lectura le da mayor interés a su clara apuesta por la magia, la inocencia y la creatividad propia de los niños en su relación con sus juguetes (e incluso un tono nostálgico y reivindicativo en estos tiempos en los que los juguetes reales están siendo sustituidos por los juegos virtuales).

En toda la serie de Toy Story los juguetes tienen vida propia cuando los niños y los adultos no los observan. Pero esta película apunta que esa vida no es solo la que estos les dan para después quitársela cuando crecen, reduciéndolos a objetos inertes. ¿Cuál era la vida real de Buzz? ¿La propia que tienen a veces los juguetes en la ficción fantástica, heredera de tantos cuentos en los que cobran vida (en cabeza El valiente soldadito de plomo de Andersen) o la que le dan los niños cuando creen en ellos, como le sucedió a Andy cuando vio la película que ahora vemos nosotros? Porque hay un inteligente y curioso juego metacinematográfico de por medio que convierte al Buzz de las Toy Story en un juguete creado a partir de esa película que ahora se nos muestra. Se trata de una inteligente vuelta al origen del juguete nacido de la película que fascinó a Andy allá por 1995.

Hay un divertido y tierno retrato de un Buzz que, en su realidad como personaje independiente, también ha de lidiar con el choque entre su autoimagen y sus limitaciones y fracasos que le convertirán en el enternecedor y presumido aspirante a héroe que conocemos. Y una buena galería de nuevos personajes entre los que sobresale un gato del que lo mejor que se puede decir es que es digno de Pixar. 

Lo del beso de la capitana y su novia, que tanto ha dado que hablar a los tontos y ha motivado incluso su prohibición en algunos países, es una polémica imbécil. Se puede dudar si se trata de una sincera afirmación de la diversidad o de oportunismo políticamente correcto. Pero es tan improductivo hurgar en las intenciones como simple admitir que cuanto más se normalicen estas cuestiones menos espacio se deja a los prejuicios homófobos. Y punto.    

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