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Ultramarinos

El sueño

El ala de una mariposa en el Quindío, Colombia.

El ala de una mariposa en el Quindío, Colombia. / L.A.

La representación de una fantasía real que acontece en la corteza cerebral mientras dormimos es el sueño. Sucesos o imágenes que se proyectan sobre la parte interna de nuestros párpados cuando están cerrados. El sueño reúne, entre otras cosas, todo eso que no es real, que no tiene fundamento, que es deseo o esperanza y, por qué no, imaginación. Los sueños son personales y difíciles de compartir, por mucho que tratemos de hacerlo. Unos son dulces como es dulce el hogar, otros son eternos como es eterna una noche oscura de insomnio. Para conciliar el sueño en determinadas ocasiones es preciso olvidarse de él. Todo esto que estamos viviendo a unos nos quita el sueño y a otros nos hace soñar más, a veces, incluso despiertos. 

En donde yo estoy el sueño es tan vívido que se confunde con lo real. Esta realidad tiene tanto de fantasía que podría soñarse profunda, con el riesgo de convertirse en negra pesadilla. Aquí y ahora se sueña sin querer, solo por necesidad, de la misma manera que se respira. Esta realidad requiere ser completada por el sueño. Y así la vida se lleva mejor, una parte soñada y otra luchada. Hay quien cree que lo mejor de soñar es despertar. Estos sueños a veces son turbios y se quedan dentro del pecho, retumbando, hasta hacerse parte de lo vivido. Otros sueños se asocian a la niñez, a un pensamiento en el que las contradicciones conviven y, lejos de anularse, se enriquecen para hacer posible destellos exactos que avivan noches infinitas. 

De donde yo vengo, el sueño se acorta y se recorta a diario, conforme nos vamos haciendo mayores. Los pies se hunden en un fango fresco que nos atrapa sin permitirnos flotar ligeros. Todavía quedan quienes sueñan entre calles solitarias que los sigue una estrella chiquetita, chiquetita pero firme. Algunos soñadores se ven obligados a buscar otros parajes dispares en los que, además de soñar con lo que está por llegar, también se sueña hacia atrás, en reversa, con lo que ahora se tiene a la espalda y no en la frente. Los sueños se nos escapan entre los dedos del recuerdo. Cuando intentamos congelarlos al relatarlos, se deshacen líquidos y mientras los recreamos se vacían de contenido para dejar solo una mancha borrosa, absurda, sin gracia. 

Al soñar cada uno de nosotros se vuelve poeta que dota de sentido eso que queremos ser. Así, viajamos desde cierta realidad ya conocida hasta mundos imaginados siempre recónditos. Soñar es quizás la actividad estética más antigua, dijo Jorge Luis Borges. Hoy, con certeza, tenemos la necesidad de actualizar nuestros sueños para ser más poetas de lo que fuimos ayer.

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