El Museo de Chiclana invita a jugar y reflexionar a través de la exposición ‘Don Nadie. Retratos para la posteridad’
La muestra, que estará abierta al público hasta el 29 septiembre, otorga protagonismo no solo a los retratos que reúne, sino también a los marcos y espejos que forman parte de la misma
La delegada de Cultura, Susana Rivas, y el director del Museo de Chiclana, Jesús Romero, inauguraron este miércoles la nueva exposición temporal que albergará la Casa Briones hasta el próximo 29 de septiembre y que lleva por título ‘Don Nadie. Retratos para la posteridad’. Esta muestra está compuesta por serie de obras de arte y artesanía de carácter plástico, que reúne retratos en óleo, acuarela o fotografía, marcos pomposos y pretenciosos a veces, y espejos que invitan al público a jugar e interactuar durante su visita.
En este acto, Susana Rivas explicó que “presentamos una exposición que teníamos concebida desde hace tiempo y que parte de la iniciativa de los propios compañeros y compañeras del Museo. A través de ella queremos jugar e interactuar con el público, dando importancia a los retratos que reúne, pero también a los marcos, tanto los que contienen obras como a estos por sí mismos. Además, también hay que dar valor a las cartelas que acompañan a los elementos de la exposición, que desempeñan un papel fundamental en ese juego que proponemos”.
Jesús Romero, por su parte, señaló que “no solo estamos ante una exposición de pinturas, aunque las haya y algunas de ellas de relevancia, sino que toda ella en sí es una obra. Habla sobre la condición humana, sobre el afán de dejar huella y posteridad. Y lo hace de un modo sarcástico, divertido… tiene un trasfondo de reflexión, incluso filosófico en torno a la muerte. Es una exposición para ver y reflexionar con un toque de humor”.
Los retratos de esta muestra, o la mayoría de ellos, tienen un nexo común, y es que, aunque se conozcan a sus autores, como Martí Gras, García Oliver, Manuel Guaré, Agustin Ezkurra, José Meseguer, Teodoro Delgado, Sánchez Solá, Francisco Escribano Muñoz Rubio, Pere Ferrer i Calatayud o el chiclanero Eduardo Vassallo, se ignora quienes son los retratados. Posaron tal vez creyendo esquivar así, si no la muerte, al menos el olvido. “Una suerte de pervivencia cuando la vida se acaba, una manera frágil, y tal vez ingenua, de luchar contra el polvo, el humo, la sombra, la tierra o la nada, en resumen, que, al decir del poeta cordobés más pronto que tarde seremos”, apunta el director del Museo.
Retratos ocupados, marcos vacíos y espejos mediopensionistas según se asome o no alguien a ellos, se entreveran, nada conceptuales cada cosa en sí lo que es y nada más-, en una exposición, hasta cierto punto conceptual, que redimensiona las piezas expuestas. Retratos perdurables de personas irremediablemente olvidadas para siempre, marcos vacíos y espejos que no conservan la menor huella de quienes a ratos los habitaron.
Junto a ellos, unos textos en cartelas nada descriptivas sugieren lecturas posibles.
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