Laurel y rosas

Al “cronista” José Luis Aragón Panés

A José Luis Aragón Panés lo veo como el “cronista oficial” ideal para Chiclana. Por muchas razones, que tienen que ver con un hecho indiscutible desde el punto de vista de sus publicaciones, su actividad expositiva y su acción cultural: que ya era ese cronista, que su obra —y su actividad investigadora— ya en cierto modo viene siendo la obra de un cronista, que no es más, y menos, que dar testimonio de la historia de la “municipalidad”, preciosa palabra en desuso que en la bibliografía de José Luis Aragón Panés sin embargo está muy presente.

La “municipalidad” es muy distinto a la ciudad. Una ciudad no necesita de un “cronista”; una “municipalidad”, sí. Exige de un investigador, del antropólogo que es José Luis Aragón Panés, que reordene, escriba y nos “redescubra” la crónica municipal que mana de sus documentos oficiales —especialmente, las actas capitulares a través de los últimos siglos— pero siempre sabiéndolo poner en su correcto contexto histórico. Y esto lo ha hecho José Luis plenamente en su obra y también en su actividad expositiva. Ha dado testimonio a partir de las actas capitulares, de la documentación del Archivo Municipal, pero le aporta a esa información el necesario contexto histórico necesario para comprenderla y juzgarla.

Hoy será muchos los historiadores —investigadores, de modo más exacto— que se preocupan por la historia de la ciudad de Chiclana, pero José Luis ha liderado desde hace ya un par de décadas la investigación que mana y crece desde el propio Ayuntamiento. No se trata de reconstruir la historia de la institución —que también—, sino de poner en negro sobre blanco cómo las decisiones, los plenos, las actas —la política municipal, al fin y al cabo–, han influido en el devenir de la ciudad, de sus habitantes, de sus gentes.De José Luis Aragón Panés podría parecer, que está la persona, está el enfermero y está el antropólogo. Pero en realidad es el mismo siempre. No lo podemos diferenciar. En todos esos José Luis está el rigor, el trabajo metódico, la ilusión, la conciencia de ciudad, el conocimiento, la curiosidad. Todos ellos elementos indispensables, no ya para ser un buen cronista, sino para vivir. La fortuna es, para los ciudadanos, que José Luis enfoca todas estas cualidades también para hacer historia, crónica de la ciudad, testimonio. En estos tres —aunque sean inseparables— José Luis está también muy encarnado el que a mi me parece, si tuviera que elegir, el más destacado: el hombre siempre dispuesto. A atender, a colaborar, a participar. Una disposición que, creo, en él tiene además una actitud contagiosa. No solo por la investigación y el amor a Chiclana, sino sobre todo porque contagia una ilusión siempre desbordante y necesaria.

Un reflejo de esto es, por ejemplo, la ingente amplitud de intereses “culturales” que en él se concitan y que consiguen aflorar no solo en su biblioteca, sino en sus libros, sus colecciones, sus conferencias, sus exposiciones. Y que van desde la filatelia que vive con verdadera pasión, por poner solo un ejemplo, a los indios americanos, el cuento como género literario o Antonio García Gutiérrez. Y, por lo tanto, aunque no sea necesario remarcarlo, va también mucho más allá de su tarea en los últimos años de sacarle a la “municipalidad” las costuras históricas.

Para mí será siempre un referente. Más allá incluso de que lo considero imprescindibles sus conocimientos sobre “nuestro” Antonio García Gutiérrez o la ocupación de Chiclana por el Primer Ejército del Mediodía en pleno cerco francés a la ciudad de Cádiz, lo es también sobre otros muchos asuntos de la historia local, que tan bien conoce. Y del que acaso no es necesario abundar más, porque ahí están sus múltiples libros, desde la “Chiclana, de villa a ciudad. Crónica Municipal del Reinado de Alfonso XII” a “Campano, el sueño de un liberal”.

Su don de gentes, su extraordinario don de gentes, también es necesario sacarlo a colación. Porque, de alguna manera, está impregnado en su amplísima actividad cultural, más amplia que le hace ejercer de “cronista” de la ciudad. Ahí está siempre José Luis, sea cual sea la actividad que se difunda o se trate de desarrollar. Siempre tengo la sensación de que esa empatía, es la que le hace también acercarse a la historia con inusitado acierto, como ha demostrado con su íntima y amplia bibliografía —que es también autobiografía– sobre Campano. Y que también le hará ser un excelente “cronista oficial” de Chiclana, una vez que ya ha sido nombrado por el pleno municipal.

Me llama también mucho la atención, por ejemplo, en su obra más desconocida: la narrativa, ese relato del que es tan buen lector y que también escribe. Últimamente en esos relatos se desarrolla un personaje recurrente —aunque adopta diferentes nombres— que en realidad ejerce de conciencia colectiva, con una voz y experiencia unitaria que atraviesa siglos o décadas, siempre vinculada a la ciudad de Chiclana y sus múltiples peripecias históricas, siempre situada en paralelo a la del propio país que es España. En esos personajes, creo, subyace toda su preocupación por una Chiclana mejor, que realmente es el motor de su obra historicista, antropológica y literaria.

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