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Laurel y rosas

“Gente daquí”, las fotos de la memoria

Una de las grandes deudas que todavía tenemos como ciudad es establecer, de algún modo, un Archivo Fotográfico con su sede, sus catálogos y sus medios digitales, con o sin la participación de lo municipal, recoja el extraordinario caudal de lo que hemos dado en llamar “fotografía histórica”. Porque, aquí en Chiclana, el concepto de lo histórico, ya lo saben, es más sutil, más flexible.

Ha sido tan profunda la transformación de la ciudad en las últimas décadas, sigue cambiado tan deprisa, que lo contemporáneo se pierde en el pasado con extrema rapidez. Nada como la fotografía –mucho más que la literatura– muestra esta evolución, este cambio constante, este testimonio de lo que se ha perdido. Rafael Garófano, que ha profundizado como pocos en la fotografía histórica en Andalucía, aunque del siglo XIX, tiene una definición exacta de su valor: “Muestran a un observador atento el tránsito de la región a la modernidad”. Lo mismo sucede aquí en Chiclana, aunque de modo más reciente, porque esa modernidad surgió en los años setenta y ochenta cuando las cámaras comenzaron a salir de los estudios fotográficos y las manos atentas de los profesionales para convertirse en un objeto doméstico y común.

La fotografía, lo sabemos, es un medio que encierra múltiples fines. Es, evidentemente, un arte, un espacio de creación y de cultura, en el que inevitablemente Pedro Leal Aragón, Periqui, es un referente incuestionable. Pero es, también, fotoperiodismo, es decir, estar en todos sitios y en todo a la vez, que para mi siempre fue la definición de Paco Muriel, desde que lo conocí, en aquel 1990 –realmente ayer– en el que para enviar una foto a la redacción del DIARIO en Cádiz había que mandar el carrete en el Comes de las tres. Pero la fotografía es también memoria, recuerdo, celebración, testimonio, familia y amigos, que reaparecen años después en un álbum, una caja, un sobre.

Fotografías, en muchos casos tomadas por profesionales en sus estudios o en plena calle, que se convierten en el rastro de una vida. Vidas que, además, ya han desaparecido. Este rastro de fotos artísticas, periodísticas o familiares son testimonios impagables de la transformación social, económica y urbanística de Chiclana. Que es decir, también, de nosotros: sus gentes.

La Agrupación Fotográfica Chiclanera ya en la década de los 80 comenzó a recaudar esas fotografías que Paco Montiel define como de “gente daquí”, las que mostraban las escenas familiares de colegio, playa, vendimia, feria, cumpleaños o paseos. Tuvo sus concursos, sus premios y sus exposiciones en aquella sede de la calle Fierro, que luego fue aula de cultura y finalmente pasó al colegio Alameda. No tuvo continuidad, desgraciadamente, como la propia Agrupación, que aún se echa de menos. Años después, en 2003, Pedro Quiñones retomó desde el Ayuntamiento la idea de los concursos en tres ediciones de “Tu foto antigua favorita”, con la excusa del VII Centenario. Y, en cierto modo, aunque en otras muchas efemérides y exposiciones, en otros muchos libros y publicaciones, se han recuperado fotografías históricas de la ciudad y sus gentes, no ha habido una recopilación y una clasificación sistemática. Salvo, por ejemplo, la pasión de algunos coleccionistas, entre ellos, Lorenzo Vela Leal.Todo esto, al fin y al cabo, viene por exaltar la desbordante pasión, junto a esa recopilación y clasificación sistemática –ahora sí– de Paco Montiel y su “Fotos de Chiclana”, en donde ha conseguido la alianza insustituible de Juan Fontcubierta, también gran coleccionista, empeñados como pocos en recuperar nuestra memoria colectiva en Facebook. Suman ya 13.470 miembros “que han querido sumarse a este grupo y asomarse al balcón de la historia”.

Pero Paco, consciente de que lo digital es más efímero que el papel, quería hacer una gran exposición con fotos inéditas que ha ido recopilando con la generosidad de los miembros del grupo. Anunciada la intención, ha reunido más de 500 imágenes, aportadas por 69 miembros, que restauradas por él mismo se podrán ver a partir de septiembre y durante más de cuatro meses en el Museo de Chiclana. “Siempre he estado rondado la fotografía sin ser fotógrafo”, confiesa Paco. “El grupo lo creó Salvador Pavón –cuenta– hace más de una década, yo me sumé como administrador y ahora lo mantengo junto a Juan Fontcubierta, que es el moderador”.

Paco Montiel, al fin y al cabo, es un fervoroso creyente en la necesidad de no olvidar la Chiclana que fuimos, la Chiclana en la que crecimos, la Chiclana en la que vivimos. Muchos lo descubrimos con el Abuelo Chano que creó junto a Tomás Gutiérrez, en su participación en Radio Chiclana FM o en publicaciones como El Trovador, Chiclana Información o El Acordeón. Solo si no olvidamos lo que fuimos, podremos ser mejores, más libres, más cultos.

“Tenemos que darle las gracias –me dice– a fotógrafos como Paco Leal, Juan Martínez González, Chano, Juan Barberá Baro, Luis Carmona o al mismo Pedro Leal, que ya lleva décadas fotografiando Chiclana. Porque gracias a ellos han llegado a nuestros días muchos de estos preciosos recuerdos que mostraremos en septiembre”. También a ti, Paco, y a Juan, por supuesto.

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