concert music festival en chiclana

A Bebo, por si acaso

  • Diego El Cigala recupera la fusión que tantas alegrías musicales le ha dado en la primera cita con el flamenco del Concert Music Festival 2021

Diego El Cigala, en su recital del pasado domingo en Sancti Petri.

Diego El Cigala, en su recital del pasado domingo en Sancti Petri. / Sonia Ramos (Chiclana)

Enfrentando el frío nocturno del pasado domingo con su bella y cavernosa garganta, Diego El Cigala abrió la veda del flamenco este año en el Concert Music Festival de Sancti Petri. Llegaba a Chiclana en principio a rendir tributo al álbum Lágrimas negras, ese aclamado encuentro musical entre el cantaor y el pianista cubano Bebo Valdés, aunque finalmente la mayor parte del recital tiró en general de esa fusión que tantas alegrías le ha dado al artista y que ha quedado plasmada para la posteridad en varios álbumes más, aun siendo aquel el más destacado.

"Olé mi Cai. Que Dios bendiga a esta tierra y que os dé mucha salud", saludaba el artista a un público que supo responder en largos y calurosos aplausos a pesar del aterimiento. Fue, eso sí, un recital de pocas palabras pero mucha alma. Porque esto fue casi lo único que habló El Cigala durante las dos horas de espectáculo, aunque sí alternó brevemente pláticas con su magnífico ensemble de músicos –piano, contrabajo y percusión– fuera de micro.

Resultó curioso, al respecto, que el cantaor no verbalizara en momento alguno –al menos audible para la audiencia– algún recuerdo al maestro Valdés, el cincuenta por ciento de ese proyecto recuperado en vivo para el Concert Music Festival. Se echaron en falta anécdotas, vivencias, aventuras de estos dos grandes que hubieran, sin duda, agarrado aún más a la audiencia a la esencia del espectáculo y completado el merecido tributo.

Despiste o no, lo cierto es que Diego El Cigala, pañuelo al cuello y melena al viento –"¡qué viento hace!", se le oyó decir– deleitó a los asistentes con un espectáculo en dos partes diferenciadas pero alternas. Por un lado el jazz latino condensando en temas de los álbumes anteriormente mencionados y por el otro, momentos flamencos, porque la raza y la tierra mandan también. Y en Cádiz, aún más.

El Cigala, sentado junto a una mesa alta y con licor para aclarar el talento, encaró algunos de los pasajes de esa fusión entre el jazz latino y el flamenco en la primera parte del concierto con las interpretaciones de Amar y vivir, Compromiso, Veinte años, Historia de un amor, Lágrimas negras, Corazón loco y Canción de las simples cosas.

Ya en la siguiente ronda hubo cambio de tercio y Diego se puso flamenco. Por soleá, bulerías y alegrías el artista se mostró entregado cantando bajito a ratos para, desde su centro, gruñir las populares letras –en ocasiones, es verdad, con una dicción que complicaba el correcto entendimiento de los versos– con su característico e inimitable eco que hizo levantar de sus asientos al público chiclanero para, inmediatamente, virar de rumbo sin dejar la tierra, de sur a sur, con Se nos rompió el amor y vuelta a empezar.

Que Diego El Cigala es puro ritmo y le saca soniquete a todo quedó demostrado cuando el artista fue un músico más del privilegiado conjunto dándole a la mesa –un botellín de agua saltó por los aires como si la noche no estuviese fresca ya de por sí–, a la silla, al taconeo e, incluso, en palmadas en su propio estómago o desde sus propias entrañas, que es de donde sale el arte puro. Así, en la segunda parte y también recta final, el cantaor regaló las clásicas Dos gardenias al respetable para, de nuevo, terminar por bulerías con guiño a Camarón de la Isla.

"Dicen los flamencos buenos que el cante es sabiduría, fuente de conocimiento", afirma la letra. Y como maestro en lo suyo, Diego El Cigala dio una magistral lección en Chiclana desde la cumbre de lo jondo.

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