Antonia Baro Guerrero, in memoriam
OBITUARIO
Dejaba un ramillete de flores silvestres en el portón de casa cuando no estábamos, para avisarnos de que había pasado por allí. Era mucho más fácil llamar por teléfono, pero para ella eso era molestarnos, y eso era lo último que ella quería hacer con sus hijos, molestar. Así era ella, Antonia Baro Guerrero, una mujer valiente y luchadora, madre, por encima de todo. Una mujer, como muchas otras de su época, que entendió que su cometido en la vida era cuidar de los demás, y olvidarse de qué necesitaba la que la miraba frente al espejo. Le brillaban los ojos cuando miraba a la cara a cualquiera de sus siete motivos para vivir. Porque vivió para ellos. No quería nada para sí misma, nunca lo quiso. Demostró que se podía vivir tan sólo con una sonrisa en la caja de caudales, pero su melena negra era la de una leona cuando se trataba de defender a los suyos.
Antonia se fue sin saberlo, porque como muchas otras mujeres, permaneció a la sombra de figuras de renombre en la ciudad, pero ella fue una mujer Importante, con mayúsculas, una mujer que, sin pretenderlo, rompió muchos moldes y transgredió en una época difícil. Si hay un refrán al que ella le diera vida es aquel que dice "al mal tiempo buena cara", porque así era ella: nunca se quejaba, capeaba los temporales con pintalabios rojos, zapatos dorados y pendientes largos. Miró de frente a la vida, y le plantó cara. Luchó, luchó y luchó: primero cogiendo niños pequeños en brazos de tres en tres, cortando patrones de siete en siete, a ojo, y cosiendo de noche para volver a la lucha por la mañana. Luego, tirando cohetes cuando acaban las corridas, el nudo del estómago bajaba, y sabía que sus niños volvían a casa. Y al final, intentando vencer la batalla que le tocó librar.
Antonia Baro Guerrero, hay mujeres como tú, que se van sin placas ni homenajes, pero sirva este humilde rincón para que tu pueblo sepa qué grande eras, SEÑORA. Que la tierra te sea leve, luchadora. Cuánto me gustaría ser creyente para pensar que, ahora sí, estás en el lugar que mereces. /Ana rodríguez
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