-¿Qué tiene más delito, ser periodista, escritor o pregonero?

-Indudablemente tiene más delito ser escritor, porque a los pregoneros no los escucha casi nadie. La gente está a sus cosas mientras el pregonero habla. En cambio a los escritores cuando se les escucha es para censurarlos.

-¿Qué podría alegar como atenuante?

-Pues que en realidad no soy ni una cosa ni otra. Yo en realidad soy un vividor, y finjo ser escritor, periodista e incluso pregonero para que me conviden y para que me saluden por la calle.

-¿Quiénes son sus compinches, y lo serán hoy en su pregón?

-Son los sospechosos habituales que me acompañan casi todos los días, y los viven como si fuera siempre Carnaval, los que sienten que el Carnaval es todo el año para lo bueno y para lo malo, y se desmarcan del Carnaval de la política.

-¿En qué actividad delictiva es más fácil soprenderlo con las manos en la masa?

-No entremos en intimidades, por favor.

-Esto es un interrogatorio, así que responda.

-Bueno, si tiene que ser así, diré que si la historia tuviera que indagar mis actividades, seguramente me pillará gozando, lo que bien podría equivaler a estar disfrutando de una botella de manzanilla o un ron Havana de siete años. O, como el traje de Dios Momo se puede parecer al de Gambrinus, con una botella de Cruzcampo.

-¿Qué crimen cometería con más gusto?

-Confieso que la novela El asesino de comparsistas no está inspirada en mí, precisamente. Yo empezaría por los cuartetos, ja, ja. Bueno, no, en realidad no porque me encantan cuando son buenos, como es el caso de los de este año.

-¿Cuál ha sido su crimen perfecto, ese por el que no le atraparán nunca?

-Creo, ya lo he insinuado antes, que el de haber logrado pasar media vida por escritor y periodista.

-Nos sentimos generosos, dígame al menos una razón para indultarlo en la hoguera de esta noche.

-No sé, no quiero arder en ese fuego, y además yo creo que hay quien quemar es a Doña Cuaresma, y eso es lo que voy a intentar con todas mis fuerzas en las pocas horas que me quedan.