Pito de coña

El punto Jejé

MI primer contacto con las coplas llegó gracias a un viejo disco de 33 revoluciones que contenía una selección de pasodobles, y algunos cuplés, de las agrupaciones de Paco Alba. En el moderno tocadiscos de Parodi sonaban una y otra vez, y el soniquete, las melodías y las letras fueron asentándose en algún lugar desconocido de la memoria más selectiva. Poco después se unieron las cintas de casete que sonaban en el coche familiar, como 'Los mandingos', 'Los liberales de 1800' y 'La guillotina', que acompañaban viajes cortos y largos y que sólo sucumbían a las cintas de Antonio Machín. No cabe duda de que aquellas coplas, en mayor o menor medida, fueron las culpables de que me aficionara a un carnaval entonces tan cambiante.

Pero la verdadera eclosión llegó en 1982, la primera vez que fui a una sesión del concurso en el Falla. De una manera inesperada, una atronadora ovación respondió al anuncio de una de las agrupaciones de aquella noche, 'Los cruzados mágicos'. Después de aquello nada volvió a ser igual, la chirigota, entonces muy alicaída, se convirtió en mi agrupación preferida, sin desdeñar las otras modalidades. ¿Por qué? Pues porque descubrí que el carnaval de Cádiz estaba hecho para el humor, el ingenio y la crítica, todo mecido con aquel soniquete musical que me había iniciado en este guirigay, como cantaban el año pasado aquellos mal valorados seguidores del Arturito.

'Los cruzados', que además dieron nuevo sentido a la calle, supieron encontrar el punto Jejé, muchas veces convertido en Jajá, y hacer reír y hacer pensar, de paso, sin necesidad de caer en el piropo fácil, en la cursilería ni en la letra lacrimógena. Y ante este reto, visto lo visto este año, se encuentran las chirigotas salvo magníficas excepciones: recuperar el punto Jejé del aficionado y hacer que en los próximos concursos se diga: "Éste ha sido el año de las chirigotas".

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