DECÍAN los clásicos que las revoluciones eran como Saturno: devoran a sus hijos. Creo que podemos decir que lo mismo le ocurre al Carnaval: devora a sus propias criaturas.
Ahí tenemos el caso del gran Paco Alba. El mayor genio del Carnaval, el autor de la comparsa y de los mejores pasodobles de Cádiz fue abucheado y expulsado de las tablas del Teatro Falla por unos cuantos fanáticos.
Ahí tenemos el caso de Martín y Romero, dos de los llamados grandes que sobreviven a duras penas de las dentelladas de los aficionados.
Ahí tenemos el caso de Martínez Ares, aburrido del Carnaval en plena juventud. Ahí están los casos del Yuyu o de Manolo Santander, buscando un descanso ante tanta incomprensión.
Ahí tenemos a Frade, Zamora, Adela o Los Dedócratas, primeras figuras del coro y que hoy no quieren pisar el Falla ni para escuchar a Pasión Vega.
Ahí tenemos a los Rosado, a Gómez y a tantos otros que matan el gusanillo con grupos alejados de la farándula del Teatro Falla.
¿Qué le pasa al Carnaval que, como Saturno, devora a sus hijos? Me importa un pito.
Cierto día Saturno olvidó comerse a uno de sus hijos, llamado Júpiter. Al cabo de los años el hijo se comió al padre.
¡Que venga Júpiter!
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