El bus blasfemo

Estercolada popular

DESDE la ventanilla de un autobús que duda de la existencia de Dios se ve la vida igual que si la confirmara. Debe ser el relativismo moral que tanto detesta Benedicto XVI. Yo, que no creo ni en mí mismo, le hubiera quitado lo de "probablemente". Igual el autobús llegaba antes a Puntales, barrio chirigotero por excelencia. Antes creía en el transporte público pero ahora tengo que esperar a que en Cádiz alguien cometa la osadía de poner el famoso anuncio. Yo ya sabía hace tiempo que Dios no existe. La prueba irrefutable es que Martínez Ares y Paco Rosado dejaron de sacar agrupaciones y el Carnaval se ha convertido en un gran botellón.

Conviene señalar para los incrédulos que la erizada, la ostionada, la pestiñada y todas las secuelas correspondientes se han convertido en un acopio de porquería. Nadie escucha, nadie quiere cantar. La gente sólo quiere beber y comer por la cara, al más genuino estilo gaditano. Colas enormes para trincar un vaso de anís y un pestiño, un plato de ostiones y una cerveza. Se pueden conseguir sin hacer cola, pero habría que pagar y está la cosa mú malita. El inconveniente es que la gente sólo quiere beber y comer y luego las tripas hacen su trabajo.

Este año no ha aumentado la calidad de las fiestas populares pero sí las toneladas de basura. Dios mío, Dios mío. La gente es mú hijadeputa, que cantaba el Selu. Trinca de cuello lo que sea y sigue la fiesta como si no fuera Carnaval. Sacan sus litronas y a miccionar donde se pueda, que ya se sabe que nunca hay bares abiertos ni váteres químicos a disposición del personal. Cualquier esquina o cualquier casapuerta sirve para aliviar la vejiga.

Bien pensado el sábado de Carnaval no es más que un gran botellón con la gente disfrazada y las agrupaciones en Sevilla, solidarizándose con el pueblo gaditano a quien tanto quieren y a quien tanto deben. En espíritu con Cádiz y con la de Ubrique en Sevilla.

Se desconoce si la plaza Nueva de Sevilla se convierte en un estercolero pero se puede afirmar que la erizada, la ostionada, la pestiñada y el sábado de Carnaval son una buena excusa para beber en la calle sin peligro de multas o problemas con la policía. Sin que los vecinos se puedan quejar, sin que ningún seudogracioso pueda hacer un chiste o algún sieso como yo pueda quejarse. Esto es Cádiz, patena de Occidente, Tacita de Plata, Emporio del Orbe, crisol de limpieza, sin mácula, brillo de la Humanidad, resplandor de Europa.

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