Barcelona - Cádiz | El análisis

Cádiz CF: Volver a empezar

  • El punto del Camp Nou tiene detrás la resurrección del 'sello Cervera' a partir de la fiabilidad en el trabajo defensivo, la madre de todas las batallas del actual equipo amarillo

Gesto de Cervera cuando Álex anotó el penalti.

Gesto de Cervera cuando Álex anotó el penalti.

Era necesario que el Cádiz CF tuviera una de esas tardes en las que el 'ruedo' se pone boca abajo por la bravura de un principiante en una 'plaza' de Primera. El punto de Barcelona, el premio en el Camp Nou, no tiene un peso brutal a efectos clasificatorios; al menos, de entrada. Si la permanencia se produce por un punto de diferencia, muchos recordarán el día de la 'conquista de la ciudad condal'. El empate ante un club campeón de España, de Europa y del mundo -cuando los vientos eran azulgranas- es el espaldarazo que el Cádiz CF necesitaba. Ese punto de partida en el que de nuevo arranca el motor y las piezas engrasadas en forma de jugadores recuperados aportan la puesta a punto de la maquinaria. Algo así como volver a empezar.

Después de cuatro derrotas consecutivas en las que en tres de ellas el enemigo te aplasta -salvo el 2-4 ante el Atlético de Madrid, en el que el Cádiz CF estuvo vivo hasta casi el final-, no quedaron velas por poner la semana pasada con motivo del inicio de la Cuaresma para que se produjera un milagro que detuviera la otra 'pandemia', la que en el último mes estaba contagiando los peores augurios al proyecto cadista.

Mucho balón, poco Barça

En Barcelona, se abrió la puerta al Cádiz CF reconocible; el equipo de las carencias de siempre -las tiene y no desaparecerán- pero con las ideas frescas de cuerpo y mente sabiendo lo tiene que hacer en cada momento. Ya se sabe que Álvaro Cervera no es amigo del balón si se trata de mimarlo, retenerlo y hacerse dueño de él. Ni le gusta ni ve la posibilidad con las armas que tiene. Y al final, al menos en el Camp Nou, los acontecimientos le dieron la razón. Mucho balón, poco Barça.

El entramado defensivo del conjunto gaditano, ese que empieza donde Álvaro Negredo coloca el primer escudo, recuperó la solvencia de momentos gloriosos como en Valdebebas, en San Mamés o en la primera vuelta contra el Barcelona. El Cádiz CF tiene lógica, según el teorema calculado por Cervera, siempre que el camino sea correr más que el rival cuando eso toque, y multiplicar las piernas y el esfuerzo en defensa. Ese camino empinado desde el minuto uno resulta esperanzador si se llega a las últimas curvas antes de la cumbre con poca 'carga' en el marcador. Un 0-0 o un 1-0 permite escalar y soñar, ya que cuando Messi abrió la cuenta no cabe duda que un segundo tanto hubiera catalogado el duelo para los amarillos como misión imposible.

La grandeza de este Cádiz CF tan modesto y limitado radica en saber sufrir en silencio, aguantando en el búnker con los ojos puestos en cada movimiento, gesto o mirada del enemigo porque no hay lugar a un despiste. Ya se sabe que cualquier error se paga muy caro. Los de Cervera apenas se equivocaron -salvo en la acción del penalti de Iza Carcelén con la cercana presencia de Salvi- y eso provocó que el Barça firmara la escritura como propietario del balón, que no del partido como demostró Álex Fernández casi sobre la bocina. Un dominio que hace años era oro molido en territorio culé -cuando había jugadores para ello- y que ahora no llevó a nada a los azulgranas ante el Cádiz CF y, posiblemente, tampoco en un futuro ante otros equipos.

Lenglet hizo el primo ante Sobrino

Que algo había cambiado se comprobó después del gol de Messi. El Cádiz CF tuvo una ocasión muy buena en un centro de Salvi al que Negredo no llegó y Rubén Sobrino tampoco acertó cuando podía ser más difícil hacer lo que hizo, enviar el esférico fuera. Pero en ese momento el cadismo vio al equipo de esas otras veces en las que el orgullo está muy vivo. Tuvo una, la de Sobrino, y todos de Despeñaperros hacia abajo sabían que si el 1-0 se perpetuaba a lo largo del segundo periodo llegaría otra ocasión para marcar. Evidentemente enfrente estaba el Barcelona, si bien al otro lado del 'ring' asomaba el renacido Cádiz CF, el del gancho cuando menos se espera. No cabe duda que este Barça, que es mantequilla por detrás de Busquets, permite que David se suba a las barbas de Goliat sin necesidad de la honda ni la piedra.

Que el conjunto cadista había vuelto llevó la firma de Lenglet, que hizo el primo ante Sobrino para cometer uno de esos penaltis que divide a los parroquianos y que tanto gusta en el nuevo fútbol, el de un árbitro de 'colegueo' con los amiguetes del VAR que, según el día, marcan como falta cualquier tipo de roce en un deporte de elevadísimo contacto.

Álex Fernández, como líder de esos 'guerreros' (José Mari, Jonsson...) que han recibido el alta de la otra 'pandemia', la de la crisis del Cádiz CF, cumplió con la segunda parte de su misión para que el empate llevara a Cervera -el sábado, el de gafas oscuras- a entonar aquello del coronel John 'Hannibal' Smith: "Me encanta que los planes salgan bien".

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