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Historia

Las tres vistas circulares de Cádiz

  • Ahora que la Torre Tavira cumple 25 años, el autor recuerda las vistas circulares de Cádiz históricamente conocidas, las primeras tomadas en distintas etapas del siglo XIX

Fotografía de Lévy et Cie: Plaza del mercado (y Torre Tavira). 1885.

Fotografía de Lévy et Cie: Plaza del mercado (y Torre Tavira). 1885.

Posiblemente sea Cádiz la única ciudad española que históricamente ha tenido tres vistas circulares, dos mediante representaciones iconográficas y la tercera, la que actualmente ofrece la Cámara Oscura de la Torre Tavira, como visión periscópica directa. Siendo esta última, la que ofrece la Cámara Oscura, la que actualmente está de aniversario por cumplir veinticinco años abierta al público, siendo un ejemplo de gestión privada de un inmueble público, ofreciendo servicio, incrementando el atractivo cultural y turístico de la ciudad y creando puestos de trabajo. Además de haber sido exitoso ejemplo para que su promotora, la gaditana Belén González, expandiera instalaciones similares por otras ciudades de España y el extranjero (tan iguales en su estructura técnica como diferentes son las ciudades que muestran).

La primera representación circular de Cádiz la realizó Javier de Urrutia y Garchitorena (1803-1869), burgués gaditano dedicado de por vida a las actividades culturales, artísticas y benéficas, que durante seis años, en dos periodos, fue llamado a ocupar la alcaldía de la ciudad.

Urrutia tuvo conocimiento de que en las ciudades europeas más importantes se estaban elaborando y exponiendo al público como espectáculo unos cuadros inmensos y circulares, llamados ‘Panoramas’, para ser vistos por los espectadores desde unas plataformas erigidas en el centro de los mismos. Representaciones pictóricas de las ciudades elaboradas desde altas torres, cuidando en extremo las perspectivas, que después se exponían en recintos especiales para cuidar su iluminación y montaje. Todo ello con el propósito de que los espectadores, al contemplarlas, tuviesen la sensación de percibir “la realidad misma”.

Con esta información Urrutia diseñó y mandó construir un aparato óptico sin lente (al que llamó ‘diorámetro’) que le facilitara, al ir girándolo, ir viendo con el mismo eje los fragmentos que, después de dibujados, serían pintados a gran escala para componer “la visión sin fin” del cuadro panorámico. Pensando Urrutia que el mejor sitio para realizar esta tarea era la torre de la derecha de la Catedral que, como aún no estaba terminada (le faltaba el último cuerpo y la cúpula de remate), tenía una plataforma circular y, en sus inmediaciones, cuerpos arquitectónicos de gran volumen que posteriormente, al mirarse el cuadro, podrían reforzar la sensación de profundidad y relieve de la imagen. Mientras que el otro sitio posible para realizar esta tarea, la Torre Tavira, era de planta cuadrada, estaba exenta en medio de la población y tenía su centro ocupado por un gran mástil para las señales marítimas del vigía.

Con esta intención, Urrutia montó una especie de tienda de campaña en lo alto de la torre desmochada de la Catedral, en la que guarecerse y proteger sus instrumentos, pero dándose cuenta de la importancia que tendrían las luces y las sombras para conseguir el realismo de su reproducción pictórica, decidió pintar los cuadros que componían el panorama (ya abocetados), solo en determinadas horas del día y en ciertos meses del año.

Las tareas para elaborar el gran cuadro comenzaron el mes de abril de 1840 y el 24 de julio de 1845 se inauguró y abrió al público el Panorama de Cádiz. Una estructura circular de hierro y maderas, con una montera de cristales (para que la iluminación cenital reforzara el efecto perceptivo), en cuyas paredes interiores estaba el lienzo con la visión circular de la ciudad, de 64,28 metros cuadrados, y en cuyo centro había instalada una plataforma elevada para los espectadores a la que se accedía por una escalera interior similar a la existente en el último tramo de la torre de la Catedral. Arquitectura efímera que se montó en el patio de la Academia de Bellas Artes, donde permaneció hasta el mes de enero de 1846. Siendo este el único Panorama elaborado en España conocido hasta la fecha (aunque fueron varios los expuestos en las grandes ciudades españolas procedentes del extranjero y uno sobre Granada fue expuesto en Londres).

La segunda visión circular de la ciudad de Cádiz la realizó, mediante fotografías, un fotógrafo comisionado por la casa comercial que el fotógrafo francés Jean Laurent (1816-1886) había montado en Madrid. Un comisionado, Luis Perrochon, que fue enviado al sur de España para realizar una amplia colección fotográfica con la que ampliar (junto a las fotografías tomadas por otros comisionados y por el mismo Laurent) su nuevo catálogo de venta para los coleccionistas españoles y, sobre todo, extranjeros.

A la vista de los resultados, Perrochon, que estuvo en la provincia de Cádiz en marzo de 1879 (según consta en la solicitud que hizo para reproducir los mejores cuadros del Museo), dominaba la ‘moderna’ y difícil técnica del colodión húmedo, que exigía, entre otras cosas, que las copias fotográficas en papel tuviesen el mismo tamaño que las placas de vidrio de sus negativos, lo que condicionaba, a su vez, el tamaño de las cámaras que las portaban (solo con grandes cámaras podían obtenerse grandes fotografías). Además de que había que preparar las placas instantes antes de hacer las tomas y revelarlas rápidamente, todo ello en la oscuridad. Lo que obligaba al fotógrafo a ir con un carrito (a modo de cuarto oscuro) en el que, 'in situ', realizar estas tareas.

Estas fotografías ‘de Laurent’ (ya que en ningún sitio figuraban los fotógrafos comisionados) aparecieron en el catálogo francés de J. Laurent et Cie., de 1879, Nouveau guide du touriste en Espagne et Portugal. Itineraire Artistique. Correspondiendo 32 fotografías a reproducciones de cuadros del museo y 44 a la ciudad de Cádiz, entre las que había algunas panorámicas compuestas por más de una imagen. Como por ejemplo ‘Vista desde Cádiz de la costa de tierra firme’ en dos trozos, ‘Vista general desde el faro de San Sebastián’ en dos y en tres trozos, y la número 2.073, ‘Vista general de Cádiz desde la Torre Tavira’ en 5 trozos. Siendo estos ‘trozos’ fotografías a la albúmina, color sepia, de, aproximadamente, 36 x 27 centímetros. Lo que suponía, en este caso, la vista fotográfica panorámica de la ciudad de Cádiz, de 180 centímetros, circundante a la Torre Tavira.

Finalmente, un día de hace 25 años, estando el que escribe ocupando el cargo de concejal de Urbanismo en el Ayuntamiento de Cádiz, vino a verme una joven entusiasmada con un proyecto ‘extraño’, inspirado en algo antiguo que había visto en su etapa como estudiante en Gran Bretaña: montar una Cámara Oscura en la Torre Tavira. Ella se esforzó en explicar qué era aquella ‘rareza’ (un enorme periscopio óptico giratorio que proyectaba la imagen circular de la ciudad en la oscuridad del interior de la torre, donde unos espectadores, como si estuviesen dentro de una cámara fotográfica, la contemplaban proyectada y ‘viva’ sobre una pantalla circular), sin conocer la ‘rareza’ de que aquel concejal de turno conociera perfectamente lo que aquello era. Pero lo que realmente me interesó fue el entusiasmo de la joven y las gestiones que ya había realizado para convertir en realidad el proyecto (implicando económicamente a su familia), con informaciones técnicas y contactos personales que le habían llevado a conocer en Inglaterra, incluso, el taller de tallado artesanal de las lentes, todo lo cual yo suponía perdido por el siglo XIX.

La Torre Tavira había sido rehabilitada por el Ayuntamiento, con un buen proyecto del joven arquitecto municipal Juan Manuel Sánchez del Pozo, entre 1988 y 1991, pero estaba cerrada, sin proyecto de uso, a la espera de abrirse al público. Al terminar la entrevista pedí las llaves para visitar la torre, pero las llaves no solo no aparecieron en el Ayuntamiento sino que me informaron que las tenía una persona que, al parecer, accedía a la torre. Se encargó una vigilancia y cuando aquella persona estaba en la torre me acerqué a aclarar la situación, resultado ser una especie de ‘vigía-ocupa’ que, sin autorización municipal alguna pero con las llaves, de vez en cuando hacía anotaciones sobre los barcos que observaba con un catalejos, por lo que una compañía naviera, al parecer (siendo ya una tarea sin rigor ni utilidad), le daba una pequeña gratificación. Pero mi sorpresa fue cuando al aclararle lo irregular de su situación y la necesidad de que entregase las llaves al Ayuntamiento, dicha persona preguntó si no podrían hacerlo funcionario municipal para proseguir su romántica tarea (desde luego él ya tenía en la torre, una bata y una babuchas para estar cómodo).

Por mi parte, comprobé que, por el interés general de la ciudad, no habría una utilización mejor de la Torre Tavira que la propuesta por la joven Belén González y pronto (aunque en mi grupo municipal, al principio, hubo quien opinó que sería mejor llevar el proyecto al torreón de Puertas de Tierra, para que el público subiera a aquellas murallas recientemente rehabilitadas, y alguno frunció el ceño por lo de la gestión privada del bien público), nos pusimos a trabajar para alcanzar nuestro común objetivo en el menor tiempo posible.

La tercera vista circular de Cádiz, la Cámara Oscura de la Torre Tavira, primera en su género instalada en España, se inauguró el 22 de diciembre de 1994.

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