Coronavirus en Cádiz

La hora de los valientes: la Fase 1 recupera en Cádiz parte de un paisaje perdido

  • Más ganas que miedo en el estreno de comercios y terrazas, con colas en algunas tiendas

  • La mayoría de los negocios hosteleros con mesas exteriores decidió no abrir

Carlos Hidalgo, del bar Las Nieves, atienda a unas clientas.

Carlos Hidalgo, del bar Las Nieves, atienda a unas clientas. / Fito Carreto

Esto tiene otro color. Cádiz se ha despertado hoy distinta. Menos gris, aunque sin alcanzar los matices más fuertes. Pero distinta, sí. Porque casi dos meses después Manolito Aragón estaba vendiendo baberos en La Viña, Serafín afilaba cuchillos en Compañía, en Casa Hidalgo había cola para comprar empanadas y bollos, las flores lucían en la plaza del mismo nombre, Carlos López servía cafés en la terraza del Liba y en Los Italianos desayunaban clientes de toda la vida. Las ganas van venciendo al miedo, aunque queda mucho camino por recorrer. Para colmo, la lluvia amenaza esta semana, y esta mañana de lunes hizo acto de presencia pasadas las 12 del mediodía, aunque solo fueron unos minutos. Otro obstáculo para el arranque.

El inicio de la Fase 1 de la desescalada ha comenzado a pintar un paisaje más reconocible en la capital. Mesas ocupadas, clientes en tiendas. Sin alardes, poco a poco, pero con la certidumbre de que abrir las puertas “es mandar una señal a la gente, una alegría, aquí estamos con nuevas ilusiones”. Ana Sánchez, de la tienda de ropa Anika, en la calle Ancha, resume el sentir de los comerciantes y hosteleros que han comenzado a trabajar en la jornada de este lunes. Los empresarios que han decidido abrir lo han hecho con todas las de la ley. Sus equipos de protección, sus mamparas, sus mesas separadas dos metros... A trabajar. Como desde muy temprano ha hecho Gabi en su bar, el Grimaldi, en Astilleros. Cuatro mesas. “Voy a abrir hasta la hora de comer a ver cómo me va. Si veo movimiento esta semana iré sacando a empleados del ERTE”, comentaba coincidiendo con otros autónomos entrevistados. A verlas venir para saber cómo reaccionar.

La plaza de San Juan de Dios no tenía por la mañana un solo bar abierto. Cerca, sí. Los cuatro vientos, gastrobar en la avenida del Puerto, y el Saja River, arriba de la Cuesta de las Calesas. Tampoco la calle Nueva funcionaba en cuanto a hostelería, aunque estaba abierta la tienda Filigranas. Ni la plaza de la Catedral, sin locales de restauración abiertos. En la calle Pelota abría Deportes Bernal, la única de las tres tiendas que Juan José Recio, su propietario, va a abrir por ahora. Ha recuperado a dos trabajadores de los siete que tenía en el ERTE. “Sin los turistas se va a notar mucho el negocio, pero hay que arriesgarse”, comentaba. Esperaba la llegada de una mampara que pidió hace dos semanas a Alicante y que le ha costado 79 euros. En la misma calle, casi una decena de mujeres guardaban cola para comprar en La Casa del Peluquero.

Ganas de café: en el bar Las Nieves se sentaron en la misma mesa personas que no se conocían

Buen ambiente en La Mercería de la calle San Francisco. “Hay clientas que entran llorando de alegría solo por vernos ya aquí”, decía su propietario, Manolo Gutiérrez, que se ha pasado el confinamiento surtiendo elásticos para mascarillas. Muy cerca, en el bar Las Nieves, plaza Mendizábal, solo tres mesas pero muy bien aprovechadas. Trasiego de clientes que asistían al cercano ambulatorio y personal sanitario que recuperaba hábitos en el bar de siempre. Una gran anécdota contaba el propietario, Carlos Hidalgo, cuarta generación en un negocio de 140 años “que no se había cerrado nunca por tanto tiempo”. El caso es que las ganas por tomar un café de bar llevó a unos clientes a compartir mesa sin conocerse de nada.

Una clienta comprando en La Mercería de la calle San Francisco. Una clienta comprando en La Mercería de la calle San Francisco.

Una clienta comprando en La Mercería de la calle San Francisco. / Fito Carreto (Cádiz)

En la calle Columela habían iniciado su actividad muchas de las franquicias. Oysho, Bimba y Lola, Inside, Massimo Dutti, Vodafone, Orange... En José del Toro, Bárbara Sicre, de la tienda de ropa para niños Neverlanda for Kids, lamentaba lo perdido sin las comuniones, pero se mostraba con ganas de salir adelante. “Abrimos solo por la mañana y por las tardes atendemos con cita previa”, explicaba. “Esto tiene que arrancar y hay ganas de vivir. Los clientes han tomado café en sus casas, pero dicen que no es lo mismo tomarlo en el bar”, argumentaba Carlos López en el Liba. Más allá, en San Antonio, ninguna terraza. Mientras, en la librería Quorum ordenaban libros y ofrecían gel hidroalcohólico a los clientes que entraban. Ausencia de terrazas hubo también en la plaza del Mentidero. 

Otros bares, de los que no dan desayunos, colocaban sus terrazas después del mediodía. Por ejemplo, el restaurante Alamar, el único en la calle Plocia. Su propietario, Miguel Sánchez, también abrió sus chiringuitos Potito y Tuna Beach. Antes de la hora de almorzar el hostelero mostraba su satisfacción por la afluencia de público. En el Paseo Marítimo escasos negocios abrieron sus puertas. Uno de ellos, el restaurante Arte Serrano. Y vacío casi absoluto en la calle de La Palma. Solo abrió el cocktail-bar El rincón de El Monje. La Marisquería San Francisco, en la plaza del Santísimo Cristo de la Vera-Cruz, se vio asimismo muy concurrida. 

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