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Enfoque del domingo

La transformación obligada de los cascos antiguos de la provincia de Cádiz

  • Aunque es un debate que se inició hace ya muchos años, la pandemia ha acelerado la necesidad de cambiar nuestra visión de los cascos históricos

  • Más vecinos, más servicios, más sostenibles y más habitables

Una antiguo finca en rehabilitación en la etapa de expansión del Plan de la Junta en Cádiz.

Una antiguo finca en rehabilitación en la etapa de expansión del Plan de la Junta en Cádiz. / Julio González

Los cascos antiguos de nuestras ciudades pasan por nuestra vida como meros espacios urbanos llenos de viejas casas y recuerdos, allí donde nacieron nuestros padres y abuelos e, incluso, donde algunos siguen residiendo. En las ciudades de mayor tamaño o aquellas con valor histórico, son también referencia cultural y turística. Y en casos cada vez muy escasos, mantienen en sus calles a comercios de referencia para el día a día de sus vecinos.

Pero más allá de ello, los cascos antiguos, en su mayoría, llevan años en decadencia, perdiendo población, perdiendo pulso económico, degradándose sus viviendas.

En otros puntos del país, en otros países, se ha tomado conciencia de la necesidad de dar una vuelta al modelo tradicional de los cascos antiguo. No es tirar lo viejo, como durante la dictadura franquista se intentó con el barrio de Santa María de la capital, ni transformar todo en un parque temático a base de monumentos. La cuestión es darle vida de nuevo y, a la vez, modernizar su gestión: más sostenibles, apostando por las nuevas tecnologías, accesible para todos, limpios y con espacios libres amplios, con buenas conexiones con el exterior, con viviendas preparadas para el ahorro energético...

Gerona, Santiago, Pontevedra, Vitoria, son varias de las capitales españolas que pueden servir como ejemplo de cómo una ciudad gana con un casco histórico recuperado de la forma adecuada. Han sabido transformarlos en beneficio de los ciudadanos y son hoy referentes al mismo nivel que las capitales más sostenibles y avanzadas del norte de Europa.

La provincia de Cádiz, como en tantas otras cosas, ya perdió el tren en su momento, por lo que sufre en buena parte de sus poblaciones una degradación evidente de sus cascos históricos. O, en otras, comienzan a darse signos peligrosos que habría que atajar de forma inmediata.

La pandemia del coronavirus no ha ayudado en nada. Más aún, ha agravado estas señales negativas.Junto a la tragedia humana, ha hundido nuestra economía, siempre tan débil, afectando especialmente a estas zonas de nuestras ciudades y pueblos. El problema de la vivienda lo es más ahora, como pasa con el comercio, como pasa con el desarrollo turístico, mientras se congelan inversiones o las que hay se concentran para espacios externos a los cascos históricos.

Al contrario que otras provincias, Cádiz concentran su población en un número reducido de localidades lo que le permite contar con cerca de una decena de localidades con más de 50.000 habitantes. Todas ellas con siglos de historia a sus espaldas y que se han expandido desde el núcleo original de lo que hoy son sus cascos antiguos.

Aquí se da el caso excepcional de la capital. Cádiz mantiene un casco antiguo muy poblado, 35.000 habitantes que viven en poco más de un kilómetro cuadrado de extensión. Un casco que sigue siendo el núcleo económico de la ciudad y referente también para la provincia en temas administrativos, comerciales y de ocio y cultura. Aquí está su puerto, uno de los referentes en el tráfico de cruceros en toda España, y la estación central ferroviaria. Y se llega al mismo a través del imponente puente de la Constitución de 1812. Es decir, no tiene los síntomas de decadencia que sí tienen otros cascos, como pasa con Jerez de la Frontera.

Vista del casco antiguo de Arcos Vista del casco antiguo de Arcos

Vista del casco antiguo de Arcos / Ramón Aguilar

Por el contrario, en otras grandes ciudades gaditanas, sus cascos antiguos juegan un papel muy secundario. O incluso han sido absorbidos por el propio crecimiento urbana, en términos donde el suelo sobre, algo que no pasa en la capital.

Manuel Fustegueras es uno de los urbanistas de referencia de la provincia. Ha participado en la elaboración de diversos planes generales, en actuaciones puntuales y en la elaboración de estudios de desarrollo urbano. Asumiendo que no se debe de generalizar, le pregunto cuál es el estado de nuestros cascos antiguo. Y responde de forma inmediata:"complicada".

Alerta Fustegueras ante "la falta de políticas integrales por parte de las administraciones centradas en los cascos antiguos, a los que no les estamos dando la transcendencia que tienen ya que no se ven como patrimonios en su conjunto". Pone el ejemplo del barrio de La Viña en Cádiz. "Aquí no hay grandes casas, pero es su conjunto tiene un gran valor patrimonial".

Evidencia también que junto a la ausencia de planes integrales, la mayoría de las ciudades siguen con la táctica de promover un crecimiento horizontal de sus términos residenciales, lo que supone desviar fondos municipales para el mantenimiento de estas zonas de expansión en detrimento de inversiones para la recuperación de los cascos.

Dentro de estos hipotéticos planes estratégicos, hay un aspecto que Manuel Fustegueras considera esencial y que hoy se deja a un lado: atender a la importancia del desarrollo socioeconómico de los cascos antiguos y no limitarlo a aspectos relacionados únicamente con la movilidad y los espacios históricos.

El ciudadano como centro de la ciudad, su calidad de vida, la facilidad de acceso a su vivienda, la cercanía del comercio de necesidad, la existencia de atención sanitaria de carácter público, la presencia de equipamientos educactivos con buenas instalaciones, la posibilidad de contar con espacios de esparcimientos. Sobre el eje de las necesidades del vecino giraría el modelo ideal de un casco antiguo lleno de vitalidad.

La pérdida de población

Contrario a este postulado se presentan problemas como la pérdida de población, acompañada por un envejecimiento de quienes siguen residiendo en estas zonas, muchas veces atrapados en edificaciones mal acondicionadas.

Hay casos muy extremos, como Jerez, que en palabras del analista"necesita un chute de habitantes, mientras que en el resto de las ciudades de la provincia, menos Cádiz capital, también están necesitados de más población".

Más allá de espacios abiertos, zonas peatonales y equipamientos públicos, todos asumibles por los cascos antiguos si se plantean reordenaciones adecuadas, el gran problema para mantener al actual vecindario o atraer a nuevos es la situación del parque inmobiliario.

Viviendas en muchos casos con siglos a sus espaldas y escasamente habitables, y cuando se rehabilitan o se puede construir de nueva planta los costes se disparan, especialmente en Cádiz capital. Edificios que necesitan importantes reformas que chocan, encima, con normas urbanísticas municipales muy estrictas.

Aquí Manuel Fustegueras se muestra especialmente crítico con los ayuntamientos. Les reclama "más flexibilidad en las normas urbanísticas. Ya hemos pasado un periodo cautelar de protección extrema y ahora no podemos anquilosarnos. Si hay que meter un ascensor (en un inmueble antiguo) se permite porque no puede convertirse en un handicap para tener esta finca vacía o afectar a la calidad de vida de sus vecinos", mencionando casos de ciudades con centros históricos de relevancia como Santiago y Gerona que han tomado medidas en este sentido.

Relacionado con el parque de vivienda está la turístificación. Huye el analista de los cascos históricos convertidos en parques temáticos y centrados en el turismo. "Lo más importante son los vecinos, no los turistas. Si los centros se convierten en parques temáticos acaban muriendo. Un ejemplo el barrio viejo de Barcelona donde hay más turistas que vecinos".

La proliferación de los pisos turísticos, afirma, dispara los precios de los alquileres, dificultando con ello la permanencia en estos barrios. Junto a ello, se evidencia la persistencia de las microviviendas, un modelo que reclama "se corte".

Aunque las líneas de transformación y regeneración de los cascos históricos de nuestras ciudades parecen claras, pendiente del impulso político y la financiación adecuada, se advierte que hay que tener en cuenta que la dinámica social cambia con rapidez, y que aspectos que hoy son evidentes cambian radicalmente a medio plazo.

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