"La solidaridad no se termina en las puertas de tu casa"
ciudadanos de cádiz
Pedro Castilla Madriñán, que fuera jefe de Servicios Generales de la factoría de Astilleros de Puerto Real, considera el voluntariado una responsabilidad ciudadana
Pedro Castilla Madriñán (Cádiz, 1949) prefiere hablar de los demás más que de él y todo se debe a que este ingeniero de Matagorda, desde su propio compromiso cristiano, en lo que cree es en la solidaridad, y por eso está implicado en entidades como la asociación de educadores "Nuestro Barrio" o el Comité Oscar Romero, aparte de ser autor de varios libros, el último "Inversión social: La felicidad de los pueblos", centrado en la Venezuela actual.
-¿Ese compromiso cristiano que le lleva a ayudar a los demás donde lo aprendió?
-Creo que descubrí la fe a través de mi madre, Maruja, que en su casa de la calle San Dimas, en el barrio del Mentidero, se dedicó a mi hermana Mari Pepa y a mí, mientras que mi padre, Pedro, que era técnico electricista, llevaba el sustento para todos. Ella era muy alegre y muy devota del Nazareno. Acudía a Santa María todos los viernes del año y también le cantaba los jueves santos. En ella descubrí la fe.
-¿Su vida laboral ha estado siempre ligada a la factoría de Astilleros de Puerto Real?
- Yo estuvo en el colegio San Rafael, que era conocido como el Grupo y que entones se llamaba Miguel Primo de Rivera, con un gran profesor, don Gonzalo Miguel Pascual. Luego estuve interno para estudiar Formación Profesional en la Institución Sindical Virgen del Carmen de Puerto Real, de donde salí a los 17 años para entrar en Matagorda como aprendiz. Estudié ingeniero técnico industrial, hice la Mili en la Marina y cuando me licencié el salesiano don Manuel Caballero me ofreció ser profesor en el colegio salesiano San Ignacio y hasta llegué a pedír la baja en Matagorda, donde era oficial de carpintería. No me dejaron irme, me reconocieron el título y empecé a trabajar con Antonio Gómez Moreno, un físico que más tarde fundó la ONG Madre Coraje, en el Centro de Experiencias Técnicas y Métodos. Intervine en el proyecto del nuevo astillero de Puerto Real y fui el responsable del montaje de los servicios industriales. Después vinieron muchos viajes.
-¿A donde lo mandaron sus jefes?
- Primero a Tenerife, a Granadilla de Abona, donde se iba a construir un dique, que quedó en un espigón de abrigo y me rompió los estudios de ingeniero superior que estaba haciendo en la UNED. Más tarde, desde 1978 a 1980, estuve yendo y viniendo de Venezuela para diseñar un astilleros, en 1981 y 1982 en México para rediseñar otros astilleros en Mazatlán y en 1983 en Perú. Regresé a Matagorda a las órdenes del ingeniero José Antonio Valvuena y desde 1986 a 1989 estuvo de nuevo en Venezuela para montar y poner en marcha por fin el astillero de Astinave. Astilleros también me asimiló a titulado superior, los estudios que dejé en cuarto, por mi trayectoria profesional
-¿Usted fue de los que cambiaron la imagen de la factoría de Matagorda?
- Tuve la suerte de colaborar con ese equipo de técnicos, a las ordenes de Rafael Ales del Valle, que se especializó en relaciones humanas, que era una carencia de la factoría, mediante diferentes cursos dirigido a los trabajadores, que nos llamaban "los monitores". El astillero consiguió una identidad propia.
-¿Se reordenó también la antigua Matagorda?
- Colaboré con José María Molina en la creación del Museo de Matagorda y es una pena que no tenga el apoyo institucional necesario para que sea un bien de toda la Bahía y un atractivo más, abierto al público. Es el único astillero que tiene un castillo dentro.
-¿A usted le tocó trabajar en los primero gaseros, ahora tan de actualidad?
- Cuando llegaron los gaseros pasé de jefe de planta a responsable de los Servicios Generales. En 2.005, cuando me prejubilaron, se terminó el tercero con mucho éxito y el astillero estaba preparado tecnológicamente para hacer ocho más para un país árabe y para la empresa estadounidense Conoco. Los preacuerdos estaban firmados y se suspendieron con la disculpa de la quiebra técnica de Izar.
-¿Que recuerda de aquellos años?
- El director de la factoría era Fernando Migueles, una persona con gran capacidad técnica y amor al sector naval, que preparó el astillero con una maquinaria de alta generación, incluida la robótica, para la construcción de gaseros con alto índice de productividad, razón por la que es incierto que se diga ahora que la factoría no está preparada tecnológicamente. Es faltar a la verdad, ya que el astillero dispone de maquinaria de tecnología punta, una experiencia exitosa en la construcción de los últimos y , por supuesto, una plantilla competente, con un importante conocimiento tecnológico en este tipo de construcción.
-¿Es a partir de la prejubilación cuando se dedica al voluntariado?
-Desde joven he sido voluntario, porque creo que es una responsabilidad ciudadana comprometerse con la sociedad para mejorarla y que el mundo progrese en valores humanos y espirituales. Me comprometí con el mundo scout en Salesianos, porque creo que tiene una pedagogía con un elevado valor educativo. Gracias a aquel primer grupo se fundaron otros diez. Incluso montamos la comedia musical 'El diluvio que viene' con la que recorrimos Andalucía y hasta hicimos un coro que logró premios nacionales. El escultismo transformó mi vida, conocí el trabajo en equipo y la dignidad como ciudadano.
-¿Después se comprometió también con el barrio del Cerro del Moro?
-En 1989, cuando volví de Latinoamérica, el sacerdote Alfonso Castro, que era delegado diocesano de Caritas y con el que ya había colaborado en el barrio de Trille, me pidió que me hiciera cargo del sector juvenil. Analizamos la situación de la juventud en la Bahía, con el proyecto de hacer una Ciudad de los Muchachos, que no se llegó a conseguir, pero nos impactó la realidad del Cerro del Moro y nos pusimos a colaborar con la asociación de vecinos en un proyecto educativo y formativo para niños y jóvenes, para que asumieran una educación, una formación, valores humanos, profesionales y cívicos, para poder incorporarse al mundo del trabajo, lo que lograron muchos por ciento.
-¿Ahora la situación parece que vuelve a aquellos años, incluyendo un repunte del tráfico de drogas?
- El problema no son los chavales, sino el desempleo, que es la lacra del deterioro de la sociedad y que les lleva a la apatía, a la desesperación, a la desilusión y aumenta el indice de conflictividad. Además la familia se siente impotente, mientras que diversas instituciones que tiene que facilitarles los medios son las culpables y, sobre todo, el sistema económico mundial que, como ha dicho el Papa Francisco, no da respuesta a la humanidad porque privilegia los intereses económicos por delante de los sociales y humanos. El sistema económico actual desplaza al Dios del amor, a Jesús de Nazaret, y adora al becerro de oro, todo es mercancía y por eso en estos años de crisis los ricos se han hecho más ricos y los pobres más pobres. El Cerro del Moro lo que necesita de verdad son puestos de trabajo y con eso se arreglarían la mayor parte de los problemas.
-¿Mientras está la labor de otras entidades, como la Asociación de Educadores Nuestro Barrio?
- La asociación, que nació a finales de los años 90, en la que un grupo de voluntarios están comprometidos para transformar la situación dramática de exclusión en distintos barrios, lleva a cabo un programa de acogida y acompañamiento a jóvenes expulsados de tres institutos y, en colaboración con el Ayuntamiento, también interviene en otro instituto. También está el grupo de mujeres 'Amigas del Sur', que se encarga del Banco de Alimentos del Cerro del Moro, Loreto y parte de la barrida de la Paz, además de labores de costura, cocina e informática. Fueron ellas las que advirtieron que había niños que iban al colegio sin haber desayunado y que incluso algunos vecinos estaban pasando hambre. Ellas se han preocupado de que desayunen todos los días y también han puesto en marcha una cocina solidaria, que da de comer dos veces a la semana, los martes y los jueves, a 80 personas, y que quieren ampliar a un día más. La gente colabora además llevando productos.
-¿Usted también pertenece al Comité Oscar Romero?
- La solidaridad no termina a la puerta de tu casa, no tiene fronteras. Yo descubrí en los años 80 en Venezuela y en México que no existía clases media, entré en contacto con sacerdotes y religiosos que viven el Evangelio compartiendo y por eso pertenezco al Comité que nació tras el asesinato por militares salvadoreño de monseñor Oscar Romero, el 24 de marzo de 1980, que existen en toda América y que impulsa el Servicio Internacional Cristiano de Solidaridad con América Latina (SICSAL), una red mundial cristiana ecuménica de solidaridad con los pueblos empobrecidos, que presiden el obispo de Chiapas, el dominico Raúl Vera, y la presbítera anglicana canadiense Emily Smith.
-¿Y además tiene tiempo para escribir libros?
-Pertenezco al Club de Letras de la Universidad de Cádiz, que dirige el catedrático José Antonio Hernández Guerrero. Sobre Latinoamérica el primer libro fue '...Y pidamos perdón' (2002) y en febrero presentaré en Madrid, en Vigo y en Cádiz "Inversión social: La felicidad de los pueblos", que ya he presentado en distintos estados venezolanos. Es fruto de mi estancia en Venezuela, donde en septiembre del pasado año estuve también como observador internacional con motivo de la última elección de Hugo Chávez. El pueblo europeo no conoce, más bien está engañado o confuso, lo que está sucediendo en Venezuela y el resto de los países emergentes latinoamericanos, La realidad es bien distinta a las que nos dibujan, intencionadamente, los grandes medios. No quieren que se conozca esa esperanzadora alternativa mundial a este sistema económico depredador de personas y naturaleza. Vivimos en un sistema donde la opulencia de unos significa la miseria de otros. Yo pienso que hay que caminar hacia la mesa compartida que soñaba Jesús. Hacia un sistema más humanitario e igualitario, donde prime lo social y solidario por encima de lo económico. De no ser así, por pura aritmética, este mundo se puede convertir en una barbarie. Durante este tiempo de intensa convivencia en Venezuela y contrastándolo con nuestra realidad española y europea, pudimos observar como esa igualdad que necesita la humanidad, que no igualitarismo, pera que todos puedan ser felices, todos, es una realidad en la nación caribeña.
-¿Está también 'Soltando amarras'?
-Esa novela aborda la emigración gallega a y surgió por uno de mis consuegros, que es de Marín. Ya va por la segunda edición y el dinero es para la asociacion "Nuestro Barrio".
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