Obituario

Javier Martínez de Salazar, un hombre apasionado por la vida

  • El investigador gaditano era una persona con una gran inquietud por el conocimiento

Javier Martínez de Salazar.

Javier Martínez de Salazar. / Lourdes de Vicente

Nada más que intercambiar unas palabras con Javier Martínez de Salazar Bascuñana uno se podía dar cuenta de que era un hombre que vivía con pasión su existencia. Si se mira su trayectoria profesional se ve claramente que era una mente inquieta y un apasionado de su trabajo.

El gaditano Javier Martínez de Salazar falleció hace unos días en Madrid después de dar toda su vida al conocimiento, a la investigación y a su familia. Con formación marianista en sus inicios, tras su paso en el colegio San Felipe Neri, ejercía como Profesor de Investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Doctor en Ciencias Físicas por la Universidad Autónoma de Madrid y licenciado en Psicología por la Universidad Nacional de Educación a Distancia.

En la actualidad dirigía el grupo de investigación Biophysics of Macromolecular Systems (Biophym) en el Instituto de Estructura de la Materia del CSIC, focalizado en la investigación en biofísica. Durante su extensa carrera estudió las características físico-químicas de los Sistemas Complejos Macromoleculares, también conocidos como plásticos, un área muy relevante en sectores tan variados como la construcción, la sanidad o la alimentación, así como de los Procesos Biofísicos en medicina, relacionados con la eficacia de terapias contra el cáncer de mama y el tratamiento de infecciones virales.

Fue autor de más de 200 trabajos científicos e informes técnicos, dirigió 10 tesis doctorales, y fue el Investigador Principal de numerosos proyectos de investigación. Además, lideró relevantes contratos con empresas nacionales, multinacionales y fundaciones privadas. Fue un asiduo colaborador de prestigiosos grupos de investigación en universidades y centros de investigación nacionales e internacionales, donde impartió charlas, ponencias, clases y cursos de especialización entre otros.

Fue pionero en la conciliación de la investigación básica con la colaboración y el soporte a la industria, siendo responsable de la creación en 1996 del Grupo de Investigación y Desarrollo en Macromoléculas (GIDEM) en estrecha cooperación con la empresa española Repsol. Esto fue la semilla para colaboraciones posteriores con empresas multinacionales (DOW Chemical) y fundaciones privadas (Institut d’Investigació Oncològica Vall d’Hebron - VHIO).

A lo largo de su carrera ha colaborado en tareas de gestión de I+D como asesor del Gabinete del Secretario de Estado de Universidades e Investigación, patrono de la Biblioteca Nacional, coordinador de la red de bibliotecas públicas y como consejero del Consejo Rector del CSIC. Así mismo ha participado como representante español en la gestión de diversos programas europeos de investigación, y ha sido secretario de la junta directiva del Grupo Español de Polímeros de la Real Sociedad de Física y Química y miembro del Executive Board de The European Polymer Federation (EPF).

Este es el perfil profesional, investigador y docente de un hombre muy prolífico que siempre tenía una gran curiosidad por el funcionamiento de la mente humana, lo que le llevó a licenciarse en Psicología en 2012.

Javier Martínez de Salazar estaba casado con la también investigadora María del Carmen Muñoz de Pablo y tenía dos hijos, Pablo e Ignacio.

Quienes le conocían bien lo describen como un hombre “lleno de curiosidad con una mente inquieta, ávido de nuevas ideas y experiencias, abierto al mundo, creativo, con ideas propias, imaginativo, original, luchador infatigable, apasionado y valiente”.

Esa inmensa curiosidad la extendía a todo lo que hacía, no sólo a lo que atañía a la investigación. Le gustaba mucho la fotografía y todos dan fe de que era un excelente cocinero, que no sólo se metía entre fogones para su propia familia sino que también lo hacía para las reuniones con las amistades, algo que disfrutaba mucho porque otra de sus grandes pasiones era una buena charla con los amigos y la familia ante una buena cerveza.

Le encantaba la filosofía, era amante de la música, escritor de poesía y un gran comunicador. Además de todo ello, tenía un gran poder de seducción porque era de esas personas que apenas con cruzar un par de palabras con él, ya te había ganado.

La que fue su esposa, María del Carmen, dice que era “un ser humano complejo, reflexivo, exigente, pero a la vez era generoso y con un carácter conciliador. Hizo de la honestidad, la justicia y el respeto a los demás el fundamento de su vida. Fue un hombre bueno, de una gran sabiduría y un gran corazón y siempre deseó que su huella en el mundo contribuyera a que fuera un poco mejor”. A pesar de que salió muy joven de Cádiz, era un amante de su luz y de la alegría e ironía de los gaditanos. Descanse en paz.

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