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Cádiz

Una muestra para la memoria

  • Objetos personales de las víctimas, fotografías y documentos originales forman parte de la muestra

  • La exposición inaugura los actos de homenaje con motivo del 70º aniversario

"Esto es el principio de la recuperación de la memoria, no el final". Son las palabras de José Antonio Aparicio, filólogo y experto en la explosión del polvorín en Cádiz en 1947, que dejó 150 víctimas. Las historias de la familia de Manuel Paredes, de Irene Flores o del pequeño Constantino, hijo de Pedro Rodrigo Sabalete (y único superviviente de la familia) son algunas de las que, a lo largo de tantos años de trabajo desenterrando testimonios de las víctimas, recuerda con más emoción.

Víctimas como ellos, que sobrevivieron o no, y que anduvieron durante horas buscando a sus seres queridos en medio de la confusión, son precisamente las protagonistas de la exposición que han organizado en el Castillo de Santa Catalina, con motivo del 70º aniversario de la explosión, la Federación de Asociaciones de Vecinos 5 de Abril, el IERD (del que Aparicio es miembro) y el Ayuntamiento. El acto de inauguración de la muestra, previsto para ayer a las 21.00, se aplazó con motivo del atentado en Barcelona; no obstante, se abrió al público por la noche y ya se puede visitar.

"La exposición y los homenajes serán el inicio de una forma distinta de memoria"

En ella encontramos sobre todo fotografías de las víctimas, pero también "enseres personales de las víctimas, documentos originales, como planos de la ciudad de la época, y hasta material sanitario con el que se atendió a las víctimas en la antigua Casa de Socorro", cuenta Aparicio. Se ha recuperado parte de lo que fue la exposición del 50º aniversario, "que en su día organizó José Marchena Domínguez", y con muchas de esas fotografías se han elaborado paneles que cumplen esa función de memoria, "de solidaridad, hermanamiento y justicia", remarca Aparicio.

La exposición forma parte de un amplio homenaje orquestado en torno a las figuras de las víctimas, de su memoria, "para que no se olviden sus nombres y podamos mantenerlas en el recuerdo". Cuando finalizaron los homenajes del año pasado, se pusieron manos a la obra a preparar este aniversario, que ha supuesto "un cambio radical" en la forma de hacerlo: "Hasta el año pasado y durante muchos años, el homenaje se hacía los 18 de agosto por las mañanas, y venían muy pocas personas. Ya el año pasado hicimos la ruta guiada por donde estaba el polvorín, en el Instituto Hidrográfico, y el cambio fue positivo". Cuenta que de la decena de personas pasaron a los 140 asistentes, y así se dieron cuenta de que la ciudad pedía un homenaje mayor.

"Nos daba mucha pena que se perdiese esa oportunidad de hacer memoria, así que hemos querido hacer algo especial", de dos maneras: con la exposición, para "otorgar rostro e identidad a las víctimas de la explosión y a sus familias" y "conmemorar el aniversario en el día, la hora y el lugar exactos en que ocurrió la explosión", con una serie de actos que hoy complementarán la muestra.

El barrio de San Severiano, como es lógico, tiene un papel central, como señala el experto: "Lo que pretendemos todos es recuperar ese San Severiano de 1947 en el día y la hora en que tuvo lugar la explosión, devolverle su protagonismo, su identidad, también a los barrios periféricos, y sobre todo indagar en las historias de las víctimas, qué estaban haciendo en ese momento, qué ocurrió de verdad en esas calles". Aparicio introduce un elemento clave en la recuperación de toda catástrofe, de todo drama, de toda historia: "Que todo esto prevalezca en la memoria de las siguientes generaciones".

La preparación de la muestra no ha sido fácil. La labor de José Antonio Aparicio no acaba y constantemente le salen al encuentro nuevas historias, aunque esta vez, desde la mañana del 19 de agosto del año pasado, "ya sabíamos lo que queríamos hacer y cómo lo íbamos a hacer". Sin embargo, "cuando tienes que depender de personas, de administraciones, de ponernos todos de acuerdo, de intentar que alguien financie los gastos que toda esa labor genera...", el proceso cambia. Hasta hace dos semanas no se han visto inmersos de verdad en su preparación, por dificultades, según señala Aparicio, con el Ayuntamiento, aunque también apunta que "hay que reconocer que precisamente en estas últimas dos semanas se han volcado completamente".

La muestra se centra en las historias de las víctimas como una forma de justicia, pero no olvida el marco histórico en que se desató el drama ni las circunstancias en que se produjo la explosión: "España y sus ciudades comenzaban a recuperarse de la II Guerra Mundial y de la Guerra Civil, y Cádiz era una de ellas; justo en ese momento tiene lugar la explosión, y Cádiz tarda más de veinte años en volver al punto en el que estaba, para poder volver a avanzar".

Ante una historia así, es inevitable preguntarse cómo era Cádiz en agosto de 1947, cómo vivían todas esas caras, algunas de ellas hasta hace poco anónimas. Su condición de ciudad portuaria, pero a la vez de pequeño núcleo en crecimiento, le daban un carácter peculiar: "Se estaba construyendo una barriada obrera junto al Astillero, que era el gran pulmón fabril de la ciudad, y a la vez se veían muchos marineros por las calles, que daban mucho colorido a la ciudad". Calles como Tolosa Latour estaban llenas de casas "donde convivían familias de todas las clases sociales". Todo eso contribuía a darle a Cádiz un aire "muy de barrio, hogareño", de esa ciudad "que aún empezaba a formarse".

La exposición y los actos de homenaje de este año continúan y mejoran la tradición de todos los 18 de agosto; la de perpetuar una memoria que "no es la memoria de una Guerra Civil, ni de un conflicto puntual, sino de unas personas, unas familias, y sus historias".

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