Cádiz

El imbatible Frente de Tierra

  • En muy pocos metros esta ruta exhibe y te eleva por el potente frontal defensivo de Cádiz

En el siglo XVII Cádiz decidió convertirse en un punto hermético, totalmente infranqueable para el enemigo. El ataque angloholandés de 1596 aceleró que la ciudad se reconstruyera abrazada de baluartes, murallas y castillos, con los que no sólo se consiguió aquel objetivo militar sino que hoy se convierten en uno de los principales atractivos patrimoniales de la ciudad. De los más de 4 kilómetros de estas esbeltas defensas que flanquean buena parte del casco histórico de la ciudad, el Frente de Tierra es probablemente de los más potentes y mejor conservados.

El punto de encuentro de la ruta turística Frente de Tierra que ofrece la empresa Tripmilenaria -con Juan Miguel Pajuelo y Francisco Javier Ramírez al frente- es la puerta de la estación de Adif. ¿Y por qué aquí? Pues porque "sin apenas recalar en ello por las prisas de coger el tren o un taxi, nos encontramos de frente con uno de los tramos de muralla más extensos de toda España y de Europa: los baluartes de Santiago y de Santa Elena", explican. Ni los propios gaditanos se fijan porque ha sido siempre un espacio cerrado por los usos ferroviarios, dicen mientras recorremos los pies de este tramo defensivo, que se levanta ante nosotros como un gigante de piedra ostionera perfectamente conservado que alcanza los 14 metros. "Todo era mar hasta prácticamente la mitad del XIX que se empezó a rellenar", que es precisamente lo que lo ha mantenido intacto, en comparación del resto de tramos que se enfrentan a los embates del mar.

Pero la visión se entorpece o enriquece, según se mire, con la degradadísima casa del guarda agujas de la antigua estación de tren, "que ya pasa a formar parte del patrimonio, aunque lleve 20 años abandonada", tras la que los guías invitan a descubrir los restos de almagra que colorean la serigrafía de las esquinas de la muralla. "La muralla se veía de este color rojizo en la zona dentada de las esquinas, mientras que el resto era blanco color garbanzo, pues la piedra ostionera no está hecha para ser vista, pese a la visión actual que se tiene".

A pie de muralla, tan cerquita, se aprecian otros detalles como la zapata, los rellenos de época moderna con cerámica, algunas estructuras desconocidas -no existe un estudio de las murallas- y varias higueras arraigadas con fuerza en la piedra, lo que supone un problema "que se ha denunciado a Cultura en muchas ocasiones".

Este baluarte, el de Santa Elena, "que en otros sitios no tienes forma de ver si no es a bordo de un barco", es el que defendía el interior de la bolsa de la Bahía, "justo enfrente del Trocadero donde se producían los fuegos cruzados que intentaban evitar que los ataques llegaran aquí, como finalmente ocurrió, por lo que Cádiz era casi inaccesible", desgranan Pajuelo y Ramírez, de este sistema defensivo a base de castillos y baluartes ideado por Vauban.

También lo hacía imbatible el propio sistema constructivo "con hileras de sillarejo y con poca distancia entre pilar y pilar, de modo que corta y absorbe los cañonazos y los terremotos".

Y así fue como nuestras murallas sortearon las bombas de los fanfarrones y permanecieron durante estos siglos tan fuertes y bellas, como se percibe una vez traspasadas las escaleras del fondo del aparcamiento de Renfe -para la que se hizo un insólito tajo en las murallas con el consentimiento de Cultura- .Es el camino del foso que está mejor conservado, el del parque canino donde se explayaba la antigua guardería Pelícano. "Estamos andando ahora incluso por debajo del foso original, pues está sobre excavado, de la época en que el arquitecto municipal Sánchez Esteve reformó las murallas en los años 40".

Como prueba, durante el recorrido pueden visualizarse las señales de unas antiguas contraminas a la altura de la cabeza, que son estos recovecos que luego bautizaron como "cuevas de mariamocos, que sobre todo quedaron al descubierto por la playa Santa María del Mar, al desprenderse parte debido a los azotes del mar".

No pasa desapercibido lo solitario del espacio, pese a lo coqueto que es. "Es un lugar que trae malos recuerdos a los mayores, pues esto se cerró en el 36 y se utilizaba para fusilar, así que desprende cierto halo negativo", dicen. Tanto es así que todavía permanecen los impactos de bala sobre la muralla, "que era el paredón".

Muy cerca, una grieta en la muralla invita a pensar en el enlace entre la parte originaria y la nueva, pues durante los 40 se transformó considerablemente este frente, aunque de una forma bastante conciliadora con el entorno. De hecho, aunque ha sido la parte de las murallas que mayor número de intervenciones y reformas tuvo, es la que confiere su imagen al recinto amurallado de la ciudad: la de las Puertas de Tierra con su torreón, que es del XIX.

Fue en aquel momento cuando al expansión urbana de extramuros llegó a plantear el derribo de parte de este frente, que finalmente supo salvar el arquitecto municipal con el relleno de los fosos y la apertura de dos grandes arcos en los lienzos de la muralla que permitieran el paso de vehículos, pues "Sánchez Esteve supo conjugar lo que le pedían a la par que mantuvo el discurso arquitectónico y patrimonial de la ciudad".

Explica el historiador José Francisco Ramírez y el arqueólogo Juan Miguel Pajuelo que "el foso llegaba justo hasta lo que hoy ocupa el tramo central del torreón, que fue también un añadido a la portada original".

Aquella intervención es la que permanece actualmente, cuya evolución puede verse en el pequeño centro de interpretación que ocupa el torreón de las Puertas de Tierra, "que está bien pero es como una pequeña gota en un Océano". Porque nuestro sistema defensivo tiene mucha historia y da para muchas historias que se deleitan mucho mejor en el privilegiado paseo del bastión de las Puertas de Tierra. Ahí arriba nos cuentan que los glacis (sistema de entrada al foso) alcanzaban hasta la Comisaría, que en ambos baluartes -San Roque y Santa Elena- se albergaban hasta 8000 militares, 4.000 por cada uno, o las técnics por los que subían los cañones a este paseo superior.

La ruta continúa camino abajo por la cuesta que lleva de regreso por el baluarte de Santa Elena, hasta desembocar en las cuestas de las Calesas, que desde el parking de Emasa se observa otra curiosidad, "que eran huecas porque el baluarte llegaba hasta la mitad". Historias que se suceden en un recorrido de muy pocos metros que llegan a elevarnos hasta los 30 metros sobre el imbatible Frente de Tierra.

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