Los fantasmas del Mora
Cádiz Oculto
Trabajadores del antiguo hospital contaban sucesos inexplicables, especialmente durante el proceso de cierre, cuando el edificio estaba prácticamente vacío
Muchas, demasiada quizás, son las casas supuestamente encantadas que existen en nuestra ciudad. Hogares, edificios públicos, bares, tiendas, todo tipo de espacios cerrados de los que se cuentan historias para no dormir. Que si el Ayuntamiento, que si el Centro Cultural Reina Sofía, que si tal restaurante de Canalejas… Fantasmas por todos lados. No obstante, de entre todos estos interiores misteriosos destaca uno que alberga testimonios sobrecogedores: el antiguo hospital de Mora, frente a la playa de La Caleta, hoy Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales.
Desde pequeño oí murmuraciones sobre apariciones y fenómenos extraños en el Mora, sobre todo a principios de los 90, cuando el hospital estaba en proceso de cierre. Más de una década después, en 2006, investigando para un reportaje que se publicaría en la revista Más allá, contacté con varias de las trabajadoras que conocieron de primera mano esa transición. Tantos años después y los vellos aún se les ponían de punta al narrar lo que aseguraban haber vivido en las largas noches de 1990, cuando el hospital estaba prácticamente vacío. Debo confesar, como he hecho en múltiples ocasiones, que soy un escéptico, pero un apasionado de todas las historias de misterio y terror, procedan del cine, la literatura, el folclore popular o las leyendas urbanas más modernas. Aún así, me sobrecogió investigar y escribir ese texto sobre el hospital de Mora precisamente por las personas a las que pude entrevistar, sencillas, cercanas, y ya tan lejanas de los sucesos que no tendrían por qué haberse prestado a colaborar. La distancia del tiempo no había hecho mella en el miedo que sentían al recordar aquellos días… y sobre todo aquellas noches.
En 2006, pues, me dirigí al Hospital Clínico de Puerto Real, donde fueron trasladadas algunas celadoras del Mora, y lo que me contaron es digno de aparecer en una buena película de miedo. Decían que, para comodidad de los trabajadores, a los pocos enfermos que quedaban se los había trasladado a la planta baja, ya que no debía resultar nada agradable ir paseando por el enorme edificio, moribundo, en busca de una u otra habitación. Así que se decidió centrar el quehacer diario en una zona, clausurándose incluso, con cadenas, las estancias ya vacías. Es indudable que un inmueble abandonado, viejo, y máxime si en él se han vivido momentos trágicos, y el Mora conoció algunas de las tragedias gaditanas más virulentas del siglo XX, puede sugestionar a cualquiera. Ruidos, sombras inesperadas, todo tipo de síntomas explicables que, sin embargo, se tornan inquietantes en un contexto de esa índole. Pero en estos lugares se manifiestan otros asuntos más extraños, menos racionales, y que sobresaltarían al mismísimo albañil Media Rosca, aquel valiente gaditano que se enfrentaría siglos antes al fantasma del indiano de la calle Sagasta…
Para la revista Más Allá, Mari Carmen Betanzos me contó en exclusiva su experiencia. Decía que los llamadores de las habitaciones vacías se accionaban solos: "Era como si quedara algún enfermo que necesitara ayuda. Lo oí yo misma mientras iba por el patio, y el sonido era claro". Por su parte, otra testigo, Isabel, me hizo alusión al olor de los enfermos de otorrino: "Estos pacientes tienen un olor muy característico que cualquiera que trabaje en un centro de salud sabe distinguir. Si pasas junto a uno, lo hueles al momento. Esto fue lo que me pasó a mí, pero no había nadie". Las entrevistadas coincidían en el protocolo empleado para la seguridad del edificio: las camas en el centro de las habitaciones, las puertas cerradas con cadenas… Y en medio de la noche, un arrastrar de muebles en los pisos superiores las dejaba heladas. Cuando abrían esas habitaciones, las camas estaban separadas… ¿Quién necesitaba que las camas volvieran a su posición inicial? ¿Por qué? ¿Algún fantasma que, desde el otro lado, se había unido a los vecinos de la zona en su lucha para que el hospital no se cerrara?
La historia del edificio embrujado no queda ahí. En 1997 se levantó en él la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, y volvió la vida a sus pasillos. Aunque el trajín de los jóvenes universitarios apaciguó la leyenda, por las ventanas del Mora, que tantas cosas habían visto, se fueron escapando rumores de misterio: alumnas que presenciaban cómo los libros se abrían solos, limpiadoras a las que alguien invisible accionaba los grifos, bajadas repentinas de temperatura…
En definitiva, un clásico de la casuística paranormal. En el Mora se dio, ¿se da?, toda una retahíla de los fenómenos extraños más típicos, lo que no quiere decir que no provoquen repelús. Además, los dos enormes ficus, de los que se dice que las raíces llegan hasta la Alameda, quizás para abrazar a sus homónimos, otorgan al enclave aún más misterio. Por la noche, cuando pases por delante del Mora, no dejes de mirar a las ventanas. Quizás alguien, o algo, también te esté mirando a ti.
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