Historias de Cádiz

Tres entierros gaditanos de relevancia

  • Algunas anécdotas de los sepelios del capitán general Casimiro Vigodet y  Garnica y de los alcaldes de Cádiz Fermín Salvochea Alvarez y Cayetano de Toro y Quartiellers

Cadáver de Cayetano del Toro en su domicilio de la calle Istúriz 1915

Cadáver de Cayetano del Toro en su domicilio de la calle Istúriz 1915 / Archivo

L a llegada del mes de noviembre traía a Cádiz curiosas costumbres, algunas de ellas ya desaparecidas. La singular fiesta de los Tosantos, con el adorno de los puestos de los diferentes Mercados de Abastos, permanece afortunadamente. No ocurre los mismo con las representaciones de la obra Don Juan Tenorio, de Zorrilla, que ocupaban los escenarios del Gran Teatro, del Teatro Principal, del Circo Teatro y otros recintos de aficionados. Representaciones que tenían lugar el 1y 2 del mes de noviembre y que año tras año contaban  con éxito absoluto de público.   

Las visitas a los Cementerios ya no tienen el realce de años atrás. El Ayuntamiento de Cádiz establecía en el día de los Difuntos tranvías y autobuses especiales al cementerio, mientras la Guardia Municipal vigilaba  el orden en el interior del camposanto. Al regreso de esas visitas,  los diversos ventorrillos y almacenes de los extramuros ‘hacían su agosto’ en pleno mes de noviembre.

Para siempre se perdieron los solemnes entierros, que convocaban a gran cantidad de curiosos. Coches de caballos enlutados , cruces parroquiales, numeroso clero con ropajes de luto y  rigurosos trajes negros para familiares y amigos.  La tradición gaditana mandaba que los  cortejos llegaran hasta las Puertas de Tierra. A partir de allí, únicamente los íntimos y familiares acompañaban al cadáver hasta el cementerio.

Por su especial relevancia recordamos tres entierros que permanecieron largos años en la memoria colectiva de los gaditanos. El primero de ellos el del teniente general de la Armada Casimiro Vigodet y Garnica, ya relatado detalladamente en estas mismas  páginas (6/11/2022). Vivía en la calle Ancha número 6 y era el último superviviente del combate de Trafalgar, al había asistido como guardiamarina.  Falleció en 1872 y el Gobierno ordenó  los máximos honores reglamentarios. Desde la calle Ancha hasta las Puertas de Tierra fue cubierta la carrera por marineros y soldados, y el féretro, sobre un armón, fue llevado por 300 marineros de los diferentes buques del Departamento  Marítimo de Cádiz.

 El de Fermín Salvochea fue otro de los entierros recordados por los gaditanos durante muchos años. No tuvo la solemnidad del de Vigodet pero contó con la presencia de casi todos los vecinos. A la hora de su muerte Cádiz reconoció la honestidad  de Salvochea y su valor para soportar años de cárcel y sufrimiento. Falleció en 1907 y las crónicas de la época resaltan que entre la muchedumbre se confundían “las personas vistiendo frac y chaqué con otras  llevando blusas de trabajo”.

La presidencia del duelo fue compartida entre dirigentes de la Agrupación Obrera Republicana y destacados gaditanos como Salvador Viniegra, Agustín Blázquez, Celestino Párraga, Justo Tovía, Arturo Marenco y José Sánchez Robledo.

Al llegar el cortejo a San Juan de Dios cayó una tromba de agua y  el alcalde, Sebastián Martínez de Pinillos, ordenó que abrieran  las puertas del Ayuntamiento. “Esta es su casa”, dijo el alcalde, para ordenar a continuación  que la campana municipal repicara hasta que el féretro de Salvochea  abandonara las Casas Consistoriales. 

Curiosamente, Salvochea había ordenado que su cadáver fuera entregado a la Facultad de Medicina para el estudio de los alumnos. Sin embargo fue enterrado “en el nicho situado en la fila primera línea del Este número 3 para dentro de unos años entregar su esqueleto a la Facultad de Medicina”.

Por otra parte, el entierro que contó con mayor presencia de vecinos fue, seguramente, el de Cayetano del Toro, que tuvo lugar al comenzar el año de 1915.

Del Toro había sido alcalde, presidente de la Diputación y ocupado otros cargos públicos. Siempre mantuvo su consulta medica en su domicilio, donde todas las tardes reservaba unas horas para atender gratuitamente a los pobres de la ciudad. No es de extrañar que fuera un hombre muy querido por todos.

El fallecido había dispuesto que su entierro fuera de extrema humildad y a cargo de la Santa Caridad, a la que pertenecía como hermano. En consecuencia, su cadáver fue introducido en un modesto féretro y llevado en un sencillo coche fúnebre y con  “ rito de tercera clase” 

Vivía Cayetano del Toro en la calle Tomás Istúriz, hoy Alcalá Galiano, entre el Mercado  y la calle Sacramento. Una verdadera multitud acudió al sepelio y comenzó a protestar pues deseaba llevar a hombros al cadáver del antiguo alcalde. Hubo algunos incidentes, pero el gobernador civil hizo saber que era voluntad del finado ser conducido al cementerio con humildad.

El cortejo comenzó su camino entre las protestas de la muchedumbre. Los hermanos de la Caridad y los guardias municipales  intentaban evitar que el féretro fuera sacado del coche fúnebre y llevado a hombros. Pero en la calle Prim esquina a Obispo Urquinaona, el movimiento popular paró el cortejo y algunos vecinos sacaron las navajas para cortar las correas de los caballos. Finalmente, a viva fuerza, el féretro de Cayetano del Toro fue sacado del  coche y llevado a hombros. 

De esta manera fue conducido hasta el cementerio. Al pasar por San Juan de Dios, el féretro fue llevado al interior de la iglesia y posteriormente a las Casas Consistoriales y depositado en una mesa situada en el centro del salón de sesiones. 

El alcalde, Martínez de Pinillos, pronunció unas breves palabras . De nuevo a hombros, el cadáver de Cayetano del Toro fue llevado por la entonces llamada avenida Augusta Julia hasta el camposanto, donde el alcalde recibió sepultura.

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