Perfiles. Paloma Braza Lloret, catedrática de Psicología

El don de administrar el tiempo

  • Compagina la gestión del Vicerrectorado con la entrega incondicional a la enseñanza de profesores y su pasión por la investigación científica

Apoco que tratemos a la profesora Paloma Braza Lloret, llegamos a la triple conclusión teórica de que el trabajo es compatible con el ocio, de que la seriedad se puede conjugar con la alegría y de que la disciplina no está reñida con la cordialidad. Ya sé que algunos de sus compañeros a veces expresan su sorpresa cuando advierten el elevado volumen y la alta calidad de las diversas tareas académicas que, de manera simultánea, ella desarrolla. Pero si, por ejemplo, le preguntamos a ella misma cuál es el secreto de su habilidad para hacer compatibles las complejas actividades de gestión del Vicerrectorado con la entrega incondicional a la enseñanza de profesores y con la dedicación plena a la investigación científica, Paloma, sin alterar lo más mínimo el tono suave de su expresión transparente, nos responde que la clave reside, simplemente, en el hábito que ha adquirido de administrar los tiempos y, sobre todo, en la dilatada costumbre que ha desarrollado de priorizar y de separar los diferentes ámbitos profesionales

En mi opinión, las raíces de esa fecunda eficiencia se hunden en la silenciosa tenacidad y en el controlado entusiasmo con los que afronta las empresas a las que, de manera incondicional, ella se entrega. ¿No es verdad que, cuando vivimos en plenitud el presente, sentimos que nuestra existencia se amplía, percibimos que los trabajos nos resultan más gratificantes y que nuestra realidad personal alcanza nuevas dimensiones? ¿No es cierto que, cuando vivimos intensamente las sensaciones y las emociones, y que, cuando celebramos con plena conciencia cada una de nuestras experiencias, ahondamos y prolongamos nuestras vidas?

Paloma está plenamente convencida de que la madurez, cuando se alcanza tras recorrer las sendas de la reflexión, del trabajo y de la moderación, es la suma armoniosa de las anteriores experiencias enriquecedoras y el resumen equilibrado de las sucesivas fases cronológicas que la preceden. Pero ella también sabe muy bien que algunos momentos son especialmente cruciales porque determinan cambios sustanciales en nuestras maneras de pensar, de sentir y de amar; son semillas que, incluso cuando son dolorosas, están henchidas de alentadoras promesas y de gérmenes de copiosos frutos humanos. Y es que ella ha experimentado cómo algunos pasos son vitales y decisivos porque dejan huellas indelebles, abren las puertas a horizontes nuevos y, si se saben aprovechar, nos descubren insospechadas metas de bienestar. Por eso, aunque es consciente de que hoy el tiempo vuela con la velocidad de los reactores ultrarrápidos, mantiene intactas todas las aspiraciones que alentó desde que adquirió el uso de la razón.

Estoy convencido, sin embargo, de que, si indagamos en los fundamentos sobre los que ella apoya su convergentes actividades, llegamos a la conclusión de que Paloma -una cualificada especialista en Psicología- está profundamente convencida de que los alumnos son los destinatarios finales de todos sus quehaceres: ellos son, no sólo los que deben marcar las líneas maestras de todo el proceso educativo, sino también los que dan sentido a sus múltiples actividades. No es extraño, por lo tanto, que los estimule para que, además de reflexionar, se imaginen ese futuro que entre todos hemos de construir. Por eso los anima para que crean en la posibilidad de hacer del futuro lo que cada uno quiere que sea. Por eso, más que alardear de sus riquezas personales, se esfuerza por mostrarles las cualidades de cada uno de ellos. Por eso, dando por supuesto que el aprendizaje exige esfuerzos, a veces grita para que se sacudan la tibia modorra. Mujer dialogante, profesora entregada y profesional coherente, es una docente que concibe su tarea -la "paideia" y la "humanitas"- como un acompañamiento a los alumnos por el aire libre de la contemplación de la naturaleza y por los senderos marcados por los principios más sólidos de nuestra cultura occidental: como una aventura alentada por una concepción de la vida humana que, inspirada en los valores morales, persiga, de manera explícita, el desarrollo pleno de la persona y su acercamiento hacia su propio fin. Por eso ella apoya toda su actividad docente en su convicción de que el fin de la enseñanza es la formación integral del ser humano: del pensamiento, de la emociones, de las sensaciones, del lenguaje, de las actitudes y de los comportamientos.

En estos momentos de aceleración de la Historia, de desorientación, de confusión y de desánimo, Paloma nos lanza un mensaje de esperanza apoyándose en su firme creencia de que los valores deben cultivarse, sobre todo, en los momentos de crisis no sólo económica sino también humanista y moral. Ella -que sabe muy bien que el arte, la ciencia y la tecnología hemos de fundamentarlas en unos principios éticos acreditados que hundan sus raíces en el suelo firme de la dignidad humana- con sus actitudes y con sus comportamientos, marca la senda que nos lleva al conocimiento de nuestras posibilidades con el fin de que, con independencia de la edad, sigamos creciendo.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios