Ignacio Moreno Aparicio. Presidente del Ateneo

"El que dice que el Ateneo es una institución arcaica es que no lo conoce"

  • Está al frente de la entidad desde hace 15 años. Vivió una de las épocas más intensas de su vida como secretario particular del alcalde Carlos Díaz durante seis años.

AIgnacio Moreno Aparicio (Cádiz, 1953) la gente le conoce sobre todo por ser presidente del Ateneo pero detrás de este hombre hay una vida ligada a una ciudad que desearía que fuera mejor y a la que ve con un espíritu crítico constructivo. La entrevista se desarrolla en el despacho de la agencia inmobiliaria de su propiedad, donde hay fotografías de todos los colores con muchas personalidades de todos los ámbitos.

-Usted tuvo una juventud muy progresista cuando el régimen de Franco todavía seguía en pie.

-Cuando estaba estudiando Filosofía y Letras en la rama de Geografía e Historia comencé a estar influenciado por dos buenos amigos que estudiaban en Madrid y que nos traían o nos enviaban muy mal fotocopiados algunos ejemplares del Mundo Obrero y de El Socialista. Nos reuníamos en pequeños grupos de no más de cinco personas en la azotea de la casa de uno de ellos pasado San Lorenzo. También intercambiamos libros de Ruedo Ibérico y escuchábamos todas las noches Radio París.

-Hasta que decidió dar el paso y afiliarse y no encontró otra mejor persona para decírselo que a Felipe González.

-Eso fue la noche del 19 de agosto de 1975 cuando estando con mis amigos en Isecotel, me enteré que estaba allí e hice todo lo posible por verle. Al rato me llamó el encargado de la barra, que se llamaba Manolo, y el jefe de seguridad para decirme que Felipe González estaba esperándome para recibirme en el apartamento 305. Subí y estuve un buen rato hablando con él. Yo alucinaba y no me lo creía. También recuerdo que yo estaba muy nervioso. Le planteé mi ingreso en el PSOE y me dijo que me pusiera en contacto con Alfonso Perales y con Ramón Vargas Machuca.

-Pero no fue hasta unos meses más tarde cuando hace efectivo el ingreso en el partido.

-Efectivamente. En diciembre de 1975 me presentaron a los promotores del grupo Drago y me invitaron para que asistiera al almuerzo de la fundación del mismo. El Drago se transformó en un grupo de amigos que quisimos aportar nuestro granito de arena a la transición política española. En nuestro primer acto, Juan José Gelos, con el que compartía torre en la Casa del Almirante, me puso en contacto con José Luis Blanco y desde entonces me pude involucrar muy activamente con el PSOE.

-Tanto que se convirtió en 1983 en el secretario particular del alcalde Carlos Díaz. ¿Fue una etapa tan estresante como a veces cuenta?

-En primer lugar tengo que decir que fue una etapa muy emocionante y muy enriquecedora como experiencia personal. A la vez también digo que recuerdo que entré con bastantes pelos y salí muy calvo por culpa de la tensión que tuve todo el tiempo. En los casi seis años que estuve junto a Carlos Díaz viví muy de cerca los problemas que sufrían miles de gaditanos. En aquel entonces no estaban funcionando todavía las delegaciones de Vivienda ni de Empleo y cada día recibía una media aproximada de 15 personas que querían ver al alcalde para pedirle una vivienda o un trabajo. Era descorazonador no disponer de los medios suficientes para solucionar esos problemas.

-Y viviría hasta situaciones peligrosas.

-Como anécdotas singulares recuerdo la primera manifestación de los astilleros en contra de la reconversión industrial. Unas 10.000 personas protestando contra el gobierno de San Juan de Dios, según Diario de Cádiz. Se presentaron a las tres menos cuarto en la plaza y el alcalde me pidió que convocara a los concejales a su despacho pero, cosas del destino, todos se habían marchado. Nos quedamos Carlos Díaz y yo solos junto al retén de la policía municipal que mantenía cerrado a cal y canto las puertas del Ayuntamiento. Era impresionante cómo retumbaban los gritos dentro de la Alcaldía. También recuerdo como singular una desagradable experiencia con un conocido personaje gaditano que me sacó una escopeta de cañones recortados y una navaja en mi despacho dispuesto a hacer una barbaridad si no se le daba un trabajo y una casa. Menos mal que Mari Villaverde avisó a los Pañuelos Verdes de la Policía Local y mi amigo 'El Brillantina', que era el jefe de los mismos, lo inmovilizó. A pesar de todo, también me alegraba mucho cuando se solucionaban pequeños y grandes problemas y lo más importante fue el afecto de casi todo el mundo.

-¿Cree que el tiempo o la historia será justa con Carlos Díaz como alcalde de la ciudad?

-Hay una cosa que era indiscutible en Carlos Díaz y era su honestidad y bonhomía. La división interna del grupo municipal del PSOE, la falta de apoyo orgánico a su figura y a su gestión, ha dejado un poso de incomprensión grande frente a una figura muy honesta y buena para la ciudad de Cádiz. No encontró el apoyo orgánico de quien se lo tenía que dar. Le ofrecieron ser presidente del consejo de administración de la Caja de Ahorros de Cádiz con un sueldo que cuadruplicaba el de la Alcaldía para sacarlo de allí, pero evidentemente él no aceptó. Carlos Díaz fue un lujo como alcalde para Cádiz pero no le dejaron. Si hubiera tenido el apoyo que todo alcalde debe tener de su partido, seguro que hubiera hecho un proyecto de ciudad interesante.

-Tras dejar el Ayuntamiento, en 1991 ingresó en Diputación, como director de gabinete de Jesús Ruiz, entonces presidente de la institución provincial.

-Pasé del agobio permanente a la tranquilidad casi absoluta. El gabinete de la Diputación estaba perfectamente organizado y me permitió estar muy relajado. Jesús Ruiz era una excelente persona.

-Pero al poco tiempo de entrar en Diputación, se da de baja como afiliado del PSOE. ¿Por qué?

-Nunca he querido participar de eso que se llaman las familias. Comprendo que son fundamentales para sobrevivir políticamente pero no estaba yo por la labor de entrar en esa dinámica.

-Siempre se ha dicho que aquellos políticos de la transición y de los primeros pasos de la democracia les movía el servicio a la comunidad y no una profesión.

-Desde luego mi participación fue sentimental, me movía el corazón. Era un momento en el que uno lo ve como una responsabilidad, la de poner tu grano de arena para que llegue la democracia. En ese momento la política se movía por sentimientos pero cuando se empieza a despejar el camino, el objetivo es el poder y mucha gente pierde los escrúpulos para conseguirlo.

-Usted ha tenido una labor profesional un poco polifacética. Entre 1978 y 1983 estuvo en Arcomar, la Cooperativa de Armadores de Pesca. ¿Qué hacía un licenciado en Geografía e Historia en ese mundo?

-Y antes en una consignataria, después en una constructora y finalmente en Muface antes de entrar en Arcomar. Esta cooperativa estaba presidida por Arturo Castaño y necesitaba a una persona que hablara francés y lo pudiera acompañar en las negociaciones de los convenios pesqueros con diferentes países africanos para la flota gaditana. Fue una época interesante donde viajé por numerosos países costeros africanos con Arturo Castaño y Arturo Barrera. Tengo multitud de anécdotas pero recuerdo que en la primera reunión que se celebró en Tánger para hablar sobre el futuro puente que uniría a Algeciras-Tarifa con Tánger, después de estar hablando durante más dos horas con distintos comensales en francés, el director de la Comanaf, Abdelaziz Bannoudi, me dijo en un gaditano macarrónico: "pero qué pasa contigo, picha, si yo soy más de Cádiz que tú". Eso me dejó totalmente confundido pero es que resultaba que estaba casado con una gaditana y que había estudiado la carrera de Náutica y que había vivido tres años en una pensión de la calle Benjumeda. Otra anécdota fue que en un vuelo en Mauritania en una avioneta tuvimos que aterrizar de panza y por poco nos matamos.

-Y tras el gabinete de Diputación, nuevo paso a la actividad privada y nuevo giro en su vida profesional en el año 1995.

-Efectivamente, desde el año 1995 retomé mi actividad pero como autónomo. Abrí mi agencia de la propiedad inmobiliaria a la que he dedicado estos años donde hemos vivido el auge y la caída del sector inmobiliario. Ahora yo estoy ya un poco retirado y es mi hijo Jaime el que se encarga más del negocio.

-Usted habrá visto pagar por pisos auténticas locuras. ¿Es Cádiz una plaza complicada para un agente de la propiedad inmobiliaria?

-Hubo un momento en el que hubo una locura colectiva. Yo tuve la suerte de vivir la época buena en la que se vendía todo a precios disparatados. Ahora se ha pasado de eso a costar la propia vida vender algo.

-Pero si por algo se le conoce a usted es por ser presidente del Ateneo desde hace 15 años. ¿Cómo mantienen tanta actividades después de tantos años?

-Vamos camino de los 159 años como institución. Los hacemos todo con dignidad y procurando realizar una labor cultural acorde a nuestra ciudad e historia. La crisis ha golpeado todos los sectores de la sociedad y también se ha notado en el Ateneo. Hemos sufrido la baja de un número importante de socios y eso lo hemos notado bastante. A pesar de eso seguimos realizando una programación lo más diversificada posible y cumpliendo con todos nuestros compromisos. Desde que asumí la Presidencia hemos organizado más de 2.600 actividades culturales abiertas a todos los gaditanos. En esa capacidad de trabajo radica el orgullo de la labor desplegada por un ingente número de socios que vienen trabajando gratis et amore por el Ateneo.

-¿Qué opina de los que dicen que el Ateneo es una institución arcaica?

-Quien dice eso es que no conoce el Ateneo. Cierto es que el grueso de los socios son personas con una edad elevada y que tenemos una nómina importante de jubilados, pero también hay brillantísimos profesionales de diferentes edades de todos los campos del saber y que están dispuestos a colaborar gratis y disponer de su tiempo y saber a favor de los demás.

-Usted siempre ha defendido que los cargos políticos no deben estar más de ocho años en un cargo. La presidencia del Ateneo no tiene nada de político pero usted lleva ya 15 años. ¿No es eso contradictorio?

-La verdad es que he seguido porque me han comido la vanidad. Las mayoría te dice que la cosa funciona bien, que hay un buen equipo de trabajo, etcétera que ha final he sido débil y acaban convenciéndote. Tengo que decir que estoy ya cansado y que esto tiene que acabar. Ya les he dicho que acabo este año y medio y me quiero ir.

-Usted siempre se ha caracterizado por ser prudente hasta en la crítica. Sin embargo, con el resultado del Bicentenario ha sido muy claro.

-Es que fue un excelente despropósito. Cuatro comisiones para trabajar por un mismo objetivo es la antítesis de la eficacia y de la lógica. Desde mi punto de vista fue una gran ocasión perdida para poder obtener más réditos materiales de los que se obtuvieron.

-¿Es usted un nostálgico del Cádiz de antaño?

-Sin lugar a dudas, soy un nostálgico de Cádiz pero en el sentido de que me gustaría que no hubiera ningún local vacío, que todo el mundo tuviera un trabajo y casa, que los astilleros tuvieran una ebullición de carga de trabajo, que el dinero circulara a manos llenas y que fuera una ciudad competitiva.

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