Los depósitos cumplen 100 años sumidos en una absoluta decadencia

La puerta sur de entrada del tabaco a España es hoy un almacén sin vida, con una mano de obra y una actividad testimoniales · Suelo y arquitectura industrial son sus tesoros

1. Los depósitos constan de cuatro edificios unidos entre sí por uno transversal posterior. En ellos se apilaban los fardos, hoy los cajones de tabaco con un movimiento mínimo. 2. Los pasillos entre las naves contaban con una malla de vías que permitía la carga y descarga directa desde los vagones.  3. Los fardos de hoja de tabaco se enviaban a la fábrica de Plocia para su manipulación. 4. El bello patio aún conserva una frondosa vegetación.
1. Los depósitos constan de cuatro edificios unidos entre sí por uno transversal posterior. En ellos se apilaban los fardos, hoy los cajones de tabaco con un movimiento mínimo. 2. Los pasillos entre las naves contaban con una malla de vías que permitía la carga y descarga directa desde los vagones. 3. Los fardos de hoja de tabaco se enviaban a la fábrica de Plocia para su manipulación. 4. El bello patio aún conserva una frondosa vegetación.
Beatriz Revilla / Cádiz

28 de julio 2008 - 01:00

"El día de hoy será de los que consten y se conmemore siempre". Así arrancaba la portada de Diario de Cádiz del 28 de febrero de 1908. El motivo de tal exaltación era la visita de los reyes a la capital gaditana para inaugurar la obra de los denominados Depósitos de Tabacos del Mediodía de España. El almacén de Extramuros y la reforma del puerto representaron entonces "el comienzo del anhelado desarrollo que tanto empeño desea esta ciudad".

El desarrollo llegó y Cádiz se convirtió en la puerta sur de entrada del tabaco en rama procedente de Cuba, Santo Domingo, Filipinas... Pero cien años después, la efeméride ha caído en el olvido, ha pasado de largo para su propietario, Logista, inmerso en un cambio de propietario tras la compra de Altadis por Imperial Tobacco.

Más allá de una anécdota, la indiferencia es una muestra inequívoca de la tremenda decadencia en la que están sumidos estos viejos almacenes. En los momentos de mayor auge hubo hasta 200 trabajadores encargados de la carga y descarga de los fardos, un sistema muy longevo que fue sustituido primero por las cajas de madera y después por las de cartón. Hoy en día la plantilla está formada por media docena de empleados, entre vigilancia, mantenimiento, capataz, operarios y carretilleras. Hacen un alto en su jornada, monótona a base de palé arriba y palé abajo, y su voz retumba por el eco de las muchas oquedades abiertas entre las pilas de cajones de tabaco.

Es una lenta, y aparentemente inexorable, agonía final. Puede que sean los testigos de los estertores de este recinto, cuya actividad se limita a la carga y descarga de algún camión y a la preparación de las llamadas bateas, los envíos de tabaco al complejo de Zona Franca. Y es que las instalaciones de la entrada de la capital tienen sus propios depósitos e, incluso, la fábrica de puros cerrada también se ha aprovechado parcialmente para este fin. Además, en la actualidad sólo se usan dos de los cuatro depósitos, ya los otros han sido sometidos a fumigación.

Según cuentan quienes lo vivieron, el declive empezó a mediados de los 90. La reorganización de la red de distribución de Logista, la concentración en Sevilla y Madrid, el traslado del tabaco negro a Valencia y la marcha de Canarias de las principales tabaqueras, suministradoras del tabaco elaborado (cajetillas), fueron algunos de los factores que provocaron el descenso del acopio. Pero no fue hasta 2002 cuando el ocaso fue flagrante. Ese año Logista cerró el depósito aduanero, construido en los años 70 y donde el movimiento de tabaco gozó durante más de un decenio de ventajas fiscales. Dejaba morir así uno de los espacios más rentables.

El soterramiento del tren descubrió entonces para la ciudad la inmensidad de los vetustos almacenes, para los que se ha acuñado el calificativo de "antiguos" a pesar de que se han mantenido más o menos activos en todo momento. Como si de la restauración de un viejo lienzo se tratara, la nueva avenida Juan Carlos I, amplia y despejada, destapó la decadente belleza que se ocultaba tras las vías del tren y permitió recuperar para el perfil urbano un tejado escalonado y una robusta arquitectura industrial.

El Ayuntamiento, consciente de esta degeneración, incluyó ya en el PGOU de 1995 la intención de convertirlo en equipamiento urbano. Este interés se ha intensificado por la llegada del Bicentenario y la intención de revalorizarlo como centro cultural, tal y como recoge el nuevo Plan General. También está contemplada la nueva Facultad de Medicina, que reemplazaría al almacén de tabaco elaborado construido en 1961 en el extremo opuesto del recinto (junto al solar del nuevo hospital) y cuyo esquinazo exterior ya fue transferido a mediados de los 80 para emplazar el centro de salud de Loreto-Puntales.

El inmueble objeto del deseo municipal no está catalogado, pero sí incluido en el Registro Andaluz de Arquitectura Contemporánea, en el que se reconocen edificaciones destacadas del siglo XX. Su construcción culminó en el verano de 1910 pero el complejo no se entregó a la Compañía Arrendataria de Tabacos hasta el 23 de mayo de 1911 -formalizado definitivamente en el mes de julio-, siendo Manrique Meléndez el primer jefe de los depósitos. Pero habría que esperar unos meses más para su puesta en funcionamiento, que se produjo a la conclusión del ramal ferroviario que conectó los depósitos directamente con la vía del tren. Este método de transporte ha estado presente durante gran parte de su historia y se convirtió en una de sus principales ventajas competitivas hasta su desaparición a mediados de los 80, cuando el transporte por carretera se impuso al ferrocarril.

El resto del complejo se compone de un par de edificios, que antiguamente albergaron las oficinas y residencias de los directivos y que hoy han quedado reservados sólo para este segundo fin. El director, Manuel Checa, y dos responsables de la planta son los privilegiados inquilinos de estos inmuebles.

La última construcción que completa el complejo es la de servicios. Salas, pasillos y más salas habilitadas como vestuarios, aseos, cafetería... o bien para servicios varios de jardinería, carpintería… Puertas hoy cerradas, pero con el letrero intacto, como si se resistieran a caer en el anonimato tras una época pasada gloriosa. Incluso se sigue empleando el tablero de "presencia" y "ausencia" para fichar en la entrada y salida de los trabajadores. Decenas de casillas vacías en ambos lados y dos ó tres únicas tarjetas aisladas, como metáfora de su propio existir, en todo el panel.

Los jardines centrales son también de gran belleza y se les ha conferido un valor especial por su vegetación autóctona. En las avenidas interiores del recinto la vida es, simplemente, inexistente. La vida humana, que no animal, ya que palomas han encontrado en el sotechado el perfecto refugio para su morada, con el consiguiente deterioro que provocan sus tóxicos excrementos. Un remolque de caballos, la mesa de un paso a la espera de ser procesionado y una vieja barca varada en el conocido como "paseo de los enamorados" son los únicos objetos, nada industriales, que jalonan el camino por el perímetro de la instalación, aportándole cierta sordidez. El recinto clama en silencio por una solución.

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