Cuando Cádiz pudo convertirse en Gibraltar

Historia

Así fue el asalto anglo-holandés del año 1702 y la defensa del fuerte de Matagorda

Cádiz resistió con ingenio militar ante unas fuerzas en teoría muy superiores. Dos años más tarde, tomarían Gibraltar

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Ruinas del fuerte de Matagorda, frente al fuerte de Puntales.
José Luis de la Rosa Barrasa
- Investigador

15 de septiembre 2025 - 10:38

En el verano de 1702, apenas comenzada la Guerra de Sucesión Española, las potencias europeas midieron sus fuerzas en todos los frentes. Inglaterra y Holanda, aliadas del archiduque Carlos de Austria, buscaban debilitar a Felipe V y asegurar una base naval en el sur peninsular que les permitiera dominar el Mediterráneo y apoderarse de la flota de Nueva España que debería llegar a Cádiz con la plata mejicana. Cádiz, con su bahía profunda y su posición estratégica entre el Atlántico y el Estrecho, era la candidata ideal.

Un tratado británico publicado en 1954 lo resumía con claridad: “Animado por el deseo de complacer a los marinos, el gobierno inglés autorizó la adquisición de una base en Europa meridional tan pronto como estallara la guerra”. Esa oportunidad llegó en 1702.

La llegada de la flota enemiga

El 23 de agosto, los vigías de Cádiz divisaron un espectáculo imponente: más de 200 velas desplegadas en arco desde Conil a Rota. La expedición, mandada por el almirante George Rooke, Jacobo Butler duque de Ormond y el príncipe de Hesse-Darmstadt, transportaba más de 16.400 soldados más la marinería y contaba con 2.578 cañones.

La defensa era escasa: apenas 300 soldados profesionales en Cádiz, algunos centenares de milicianos al mando del gobernador militar de Cádiz, Escipión Brancaccio, cuatro galeones de la Flota de Tierra Firme (San José, San Joaquín, Santa Cruz y la Almudena), y las galeras hispano-francesas del conde de Fernán Núñez. El gobernador, Brancaccio, sabía que el destino de la ciudad dependería del ingenio y de la firmeza de sus defensores.

Primeros movimientos: Rota y el saqueo de El Puerto de Santa María

El 26 de agosto, los aliados desembarcaron en la llamada por los ingleses bahía de Toros, entre Vista Hermosa y el castillo de Santa Catalina del Puerto de Santa María. Rota fue ocupada casi sin resistencia, junto con los baluartes de Fuente Bermeja y La Puntilla. Poco después, tomaron el Castillo de Santa Catalina y El Puerto de Santa María, donde saquearon bodegas repletas de vino y mercancías acumuladas durante tres años, listas para embarcarse hacia América, por un valor de 6.000.000 de escudos de plata.

El 27de agosto, con El Puerto bajo control aliado, el asalto a Cádiz parecía inminente. Sin embargo, los mandos anglo-holandeses descartaron un desembarco directo frente a la ciudad por considerarlo demasiado arriesgado. Optaron en su lugar por atacar el interior de la bahía, zona más vulnerable.

Organización de la defensa

El cabildo de Cádiz otorgó el mando de la defensa al general de Galeones José Fernández de Santillán, jefe de la Flota de Tierra Firme, que estaba a punto de partir hacia Cartagena de Indias. Fernández de Santillán asumió la organización del segundo seno de la bahía, incluyendo los fuertes de Puntales, Matagorda y San Luis y batería de San Ignacio, y delegó la coordinación de la artillería en el gaditano Nicolás de la Rosa, gobernador de Galeones y jefe de la infantería de marina en la flota.

Santillán trazó un plano defensivo (conservado en el Archivo de Indias) y, con recursos limitados, ideó un ingenioso sistema:

• Hundió ocho grandes navíos cargados de piedras para estrechar el canal de acceso entre Puntales y Matagorda.

• Cerró el paso con una cadena sostenida por más de 80 mástiles robustos, suministrados por el asentista navarro Juan de Goyeneche, transformados en murallas flotantes.

• Ancló junto al caño del Trocadero un barco artillado con 24 cañones de hierro colado.

• Reforzó los fuertes de Matagorda, Puntales y San Luis con infantería de la Flota de Tierra Firme.

• Cedió a la ciudad 48 cañones adicionales y abundante pólvora.

Así, la entrada al seno interior de la bahía quedó convertida en una trampa mortal.

El ataque a Matagorda

Los aliados, al mando del ingeniero militar barón de Sparr, desembarcaron 2.400 soldados, reforzados más tarde con otros 800. Cavaron trincheras en torno a Matagorda, pero el terreno arenoso y encharcado hacía imposible consolidarlas. Desde los fuertes y los barcos se respondía con un fuego incesante: se lanzaban unas 3.000 balas diarias y 80 bombas, que reducían las obras a ruinas.

En un intento desesperado, dos navíos aliados se lanzaron contra la cadena del canal, impulsados por el viento de popa. Ninguno logró romperla: quedaron desarbolados y sufrieron el fuego cerrado de las baterías.

Plano realizado por el general de Galeones José Fernández de Santillán. / Archivo de Indias

Mientras tanto, el marqués de Villadarias mantenía la presión con escaramuzas y estratagemas: levantaba polvaredas de día y encendía hogueras de noche para simular campamentos y hacer creer al enemigo que disponía de un ejército mucho mayor.

Tras nueve días de asedio, del 8 al 16 de septiembre, la situación de los aliados era insostenible. El calor sofocante, la resistencia inesperada y la falta de progresos minaron la moral de la tropa. La retirada comenzó de forma caótica, especialmente en Rota, donde muchos soldados huyeron precipitadamente hacia las lanchas, provocando desorden y ahogamientos. En total, los invasores sufrieron centenares de bajas.

A final de septiembre, la flota anglo-holandesa abandonó Cádiz, recalando en la ría de Vigo, donde se había resguardado la Flota de Nueva España, destrozándola, 40 barcos entre españoles y franceses. Y dos años más tarde, en 1704, el mismo almirante Rooke lograría lo que aquí se le negó: la toma de Gibraltar.

Reconocimientos y consecuencias

Por su papel en la defensa y méritos anteriores, el general de Galeones José Fernández de Santillán fue recompensado con el título de conde de Casa Alegre (aunque le hubiera correspondido el de conde de Matagorda). Nicolás de la Rosa recibió el título de conde de Vega Florida.

La resistencia de Cádiz demostró que la ciudad podía hacer frente a la mayor armada de Europa. Aquel verano de 1702, Cádiz estuvo a punto de convertirse en Gibraltar, pero la firmeza de Matagorda y Puntales torció el rumbo de la historia.

En 1705 José Fernández de Santillán ya conde de Casa Alegre , junto con Nicolás de la Rosa se une con cuatro galeones a su cargo a la escuadra del barón de Pointís que contaba con 13 navíos para intentar recuperar Gibraltar, lo que fue un intento fallido.

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