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Cádiz

El coronavirus en los conventos de Cádiz

  • Los religiosos de la ciudad apenas notan la epidemia en su día a día

  • Las monjas de clausura extreman las precauciones

Uno de los pasillos del convento de San Francisco.

Uno de los pasillos del convento de San Francisco. / Almudena de la Torre

La epidemia del coronavirus que día a día va ganando terreno en todas las ciudades y que va aumentando las cifras de afectados está incidiendo en todos los órdenes de la vida. Pero el virus no ha logrado, al menos hasta este momento, atravesar las paredes de conventos y monasterios de la ciudad, donde el estado de alarma y los problemas derivados de esta epidemia se vive con relativa normalidad. Religiosos y religiosas de Cádiz, frailes y monjas, mantienen prácticamente intacto su día a día extremando las precauciones (en orden a las normas y recomendaciones de las autoridades sanitarias) y muy pendientes de lo que ocurre en el exterior.

Uno de los conventos que se han cerrado a cal y canto es el de San Francisco. Teodoro López, fraile franciscano, cuenta que la iglesia ya cerró sus puertas el pasado domingo, horas después de que Pedro Sánchez decretara el estado de alarma en todo el país. “Estábamos en la puerta de la iglesia el superior y yo esperando por si venía algún feligrés para la misa de una de la tarde. No llegó ninguna persona, con lo cual cerramos las puertas de la iglesia y no hubo misa. Y cerrada sigue”, explica.

Puertas cerradas de cara al exterior y vida habitual de un convento franciscano de puertas para adentro. “La oración de laudes y meditación por la mañana. El almuerzo a las dos de la tarde, sin haber hecho ninguna reforma en el refectorio; el rezo de Vísperas y meditación por la tarde y la cena también en comunidad a las nueve de la noche”, explica uno de los seis franciscanos que a día de hoy conforman la comunidad de Cádiz.

Es más, reconoce el padre Teodoro que en estos días de confinamiento de la población y estado de alarma “no suena el teléfono ni el timbre de la puerta”. “¡Qué mejor retiro para este tiempo de gracia de Cuaresma, para el encuentro con el Señor y para disponernos a seguir sus huellas hacia el Calvario y la Resurrección!”, traslada este franciscano que, eso sí, lamenta que “no podamos seguir luego los pasos de la Semana Santa, lo que supone un dolor para muchos en nuestra ciudad”.

Unos metros más abajo del convento de San Francisco conviven también en relativa normalidad estos días los tres frailes agustinos que conforman la comunidad de Cádiz. En su caso, el coronavirus ha traído consigo un cambio en el día a día , especialmente en lo relacionado con la parroquia que ellos gestionan. Y es que pese a haber suspendidos las catequesis y todo tipo de encuentros y reuniones presenciales, los agustinos están muy en contacto con la feligresía a través de las nuevas tecnologías. “Seguimos en contacto permanente con ellos. Por ejemplo, hacemos vídeollamadas para el grupo de oración, nos comunicamos por WhatsApp en el grupo de Biblia, también enviamos a los teléfonos móviles las lecturas y reflexiones de la misa dominical. Incluso las catequistas, que son todas mujeres, están en contacto con los padres a través de las redes en estos días”, explica el párroco, Marcos Peña.

Los agustinos mantienen la iglesia abierta y el contacto con los grupos parroquiales a través de las nuevas tecnologías

A esta tarea se une la visita a los enfermos de la parroquia, a los que se sigue llevando la comunión en estos días de epidemia; y la apertura del templo, que en el caso de San Agustín se mantiene de nueve y media de la mañana a doce del mediodía, celebrando misa a las diez. “Viene gente, poquita, pero vienen. Seis, siete o diez personas”, indica Peña, que al respecto comenta que al ser tan pocos se pueden cumplir sobradamente esas medidas sanitarias propuestas para evitar el contagio. “Por ahora vamos a seguir abriendo y celebrando misa. Si viene alguien, pues celebramos con gente. Y si no, pues nosotros solos”, comenta el párroco, que sí precisa que se han reducido las misas diarias de tres a una. Y viene gente, porque lo necesita”, comenta este fraile agustino, que en tono irónico comenta que en estos días de confinamiento de la población en San Agustín “tenemos más trabajo que antes”.

Las monjas carmelitas descalzas, por su parte, están estos días “más encerraditas que nunca”, como resume la superiora de la comunidad establecida en la calle Costa Rica, la hermana María Dolores. Estas monjas se han visto obligadas a dar un paso más en su clausura, no permitiendo el acceso de ninguna persona de fuera. Eso afecta, por ejemplo, a la personas del servicio de ayuda a domicilio que atendía, de lunes a sábado, a una las ocho religiosas que forman esta comunidad y que está impedida. “Tiene incapacidad máxima de inmovilidad, no camina y hay que hacérselo todo. Eso se ha suprimido”, explica la superiora.

Vista de la Bahía desde una celda del convento de las carmelitas descalzas Vista de la Bahía desde una celda del convento de las carmelitas descalzas

Vista de la Bahía desde una celda del convento de las carmelitas descalzas

Además, el convento del Corpus Christi y San José ha suspendido también el torno, evitando así el contacto con personas de fuera. Estas monjas carmelitas están especializadas en la elaboración de formas sagradas; de hecho, es el único punto de toda la diócesis en el que se fabrican estos panes ácimos que se ofrecen en cada misa y culto religioso. Y a eso, suman también la elaboración de unas tortas carmelitanas. “El trabajo fuerte eran los dulces, pero tuvimos que suspenderlo por la avanzada edad de las hermanas y por la falta de nuevas vocaciones”, lamenta María Dolores. Ante el cierre del torno y la casi nula producción de formas (ya que la mayoría de iglesias ha cerrado y a las que se mantienen abiertas apenas asisten fieles), las religiosas ocupan ahora su tiempo “en otras tareas que teníamos más pendiente”.

El confinamiento de estas monjas carmelitas, por tanto, es total, ya que la iglesia del Corpus Christi, en la Plaza de Argüelles, también ha cerrado al culto. La única persona que estos días establece contacto más directo con las religiosas es el capellán, que en algunas ocasiones acude a celebrar allí misa. “Procuramos respetar todas las normas, en la medida de lo posible”, señala por último la hermana María Dolores.

La rama masculina de esta orden carmelita mantiene también en estos días la atención de las dos parroquias encomendadas, la del Carmen de Cádiz y la de San Fernando. En esta última localidad es donde los seis frailes establecidos en Cádiz actualmente viven y hacen comunidad. “La vida la seguimos haciendo con absoluta normalidad”, responde el carmelita Francisco Antonio Gutiérrez, que si acaso señala como cambio la tristeza que les provoca “ver el patio del colegio (Liceo, en San Fernando) sin nadie, nosotros que tenemos las ventanas de las celdas dando a las instalaciones deportivas”.

Los carmelitas han optado, tanto en San Fernando como en Cádiz, por mantener abiertas las iglesias. “En San Fernando está la Patrona, y lo último que haríamos sería cerrar la iglesia, porque viene un goteo constante de gente que busca el consuelo de la Virgen en estos momentos. Y no lo vamos a quitar. Mantenemos allí la misa de la mañana y de la tarde”, explica haciendo referencia a que durante el culto se cumplen todas las prescripciones señaladas por el Obispado: “la gente se organiza y se separa, el rito de la paz ya se ha omitido, e incluso utilizamos una fórmula que ya no lo incluye. Todas las normas se cumplen”, aclara. Además, en La Isla han establecido de manera improvisada, con notable éxito según el padre Francisco Antonio, que a las ocho de la tarde suene la Salve Marinera en la calle Real. “Ha gustado mucho, y no me extrañaría que cuando acabe esto se mantenga”, comenta este carmelita.

El propio Francisco Antonio Gutiérrez sigue trasladándose a Cádiz en autobús para atender la parroquia del Carmen, en la se mantienen las misas del sábado por la tarde (a las ocho) y domingo al mediodía (doce y media). “Lo estuvimos viendo en la comunidad, pero el riesgo lo corro yo y el Señor cuidará de mí”, aclara. “Eso sí, en las misas lo que sí hago es todo en el altar, sin acólitos”, añade como medida añadida de seguridad sanitaria.

El carmelita Francisco Antonio Gutiérrez se sigue desplazando a Cádiz en autobús para atender la parroquia del Carmen

Una de las cuestiones que conlleva la vida de los religiosos y religiosas es la vida en comunidad, que se hace al margen -y en la mayoría de los casos, alejados- de sus familias. “La distancia en momentos como este la verdad es que se lleva bien, porque gracias a las ventajas de los tiempos actuales tenemos los medios para tener más comunicación. A mí, por ejemplo, me mandan fotos, vídeos y de todo. Estoy viendo lo que no he visto nunca”, sonríe en referencia al contacto familiar. “Lo que sí notamos es mucha preocupación entre la gente. Y nosotros mismos vemos con preocupación el problema que se avecina. ¿Qué va a pasar cuando pase todo esto? La mayoría de las empresas no se sostienen quince días cerradas. Todo esto lo tenemos muy presente en la oración diaria”, concluye Francisco Antonio Gutiérrez.

Otro de los monasterios de la ciudad que viven la clausura de manera aún más estricta en estos días es el de las concepcionistas de la calle Feduchy, que al igual que las carmelitas de Argüelles han cerrado la iglesia (a la que se accede por la calle Montañés) y el torno (en Feduchy). “Lo hemos hecho por cumplir las normas del Estado y por preocupación”, explica la abadesa de la comunidad, Sor Nieves. “Nosotras estamos muy bien y rezamos por la pronta recuperación de los afectados”, concluye.

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