Cádiz

"Me considero un músico que cuenta historias"

  • Antonio Reguera es un referente del humor en Andalucía, donde cuenta con una legión de incondicionales y muchos imitadores. Sin embargo, su estilo y su ingenio son únicos

Su efecto es más poderoso que el de cualquier antidepresivo. Un ratito con Antonio Reguera confirma que la risa es el mejor remedio del mundo. Es auténtico, sin teatralidad, nada de impostura, fuera imitaciones. Es 100% natural, sin conservantes ni colorantes, lo que ven es lo que hay. Un tipo que permanece inalterable al paso de los años. Hay más arrugas en su rostro, pero la mayoría han sido surcadas por lágrimas de felicidad, las mejores. A punto de cumplir 63 años, Reguera mantiene su legión de seguidores y cuenta en esta entrevista aspectos de su vida que han forjado su leyenda, la leyenda de un indomable.

-Cuando le preguntan por su oficio ¿qué responde? ¿Es músico, humorista, showman...?

-Soy músico. Siempre he sido músico. Yo sacaba muy buenas notas de chico hasta que me dio por la música. Mis hermanos mayores, Emilio y Agustín, eran unos melómanos increíbles, y tenían muy buenos discos en casa. Yo me forjé con los Platters, Frank Sinatra, Elvis Presley, y después, en el 63 por ahí, cuando irrumpieron los Beatles yo ya no quería saber de nada más que de la música. Me acuerdo que para aprobar y hacer la reválida me dijo Don Manuel Hernández, que era farmacéutico y me daba ciencias naturales en San Felipe, que cantara una canción de los Beatles delante de todo el mundo en la clase. Y así lo hice. Y su pedazo de cinco. 

-¿Y cómo se introdujo en el mundillo de los grupos?

-Bueno, yo empecé con la batería. En la tienda que un familiar mío, Manolo Camper, tenía en la calle Ancha fue donde me hice la primera batería, con panderetas, platillos, y resistencias de radio que calentaba con una vela. El primer grupo de música que yo hice fue en la congregación de los Luises de los Jesuitas en la calle Santiago. Gané un premio en el Falla por hacer un solo de batería. Luego llegaron Los Simún, que ya fueron bastante conocidos.

-¿Y cómo aprendió a tocar la guitarra?

-Un hermano mío se compró una guitarra española y en la revista Triunfo venían lecciones, así que fui autodidacta. Si me mantengo en forma es porque también miro mucho, trabajo mucho e intento tocar con la máxima vanguardia que hay de música.

-¿Cuál es su guitarrista preferido actualmente?

- Hay gente muy buena, increíble, pero el que parte el bacalao es John Satriani. Bueno, y Paco de Lucía, Vicente Amigo, Gerardo Núñez, hay auténticos bichos...

-¿Y lo de contar chistes?

-Eso es que yo soy de esa manera. Toda mi vida he hecho bromas, desde que estaba en el colegio, cuando hacíamos obras de teatro para dar de comer a los pobres, a gente sin tabaco. Me sale solo. Pero vamos, yo siempre me considero un músico que cuenta historias. Ahora, reconozco, que si vivo de esto actualmente es por los chistes. Aunque también va gente por la música. Yo ensayo la música con Agustina, pero no los chistes. De hecho de televisión nos hemos ido porque no nos dejaban tocar, porque claro, si lo hacemos entonces ya no somos como los demás y robamos el protagonismo.

-¿Es posible que hasta los malages en Cádiz tengan su punto?

-Malages hay en todos sitios, y también gente con gracia. Lo hemos comprobado cuando íbamos de hippy, con h minúscula, por toda España. Lo que pasa que en Cádiz tenemos esa fama. Incluso, mira, se cuenta una anécdota de una persona muy seria con dinero que estaba comiendo en el Anteojo y se encontró a un amigo que también tenía la de Ubrique hasta los bordes pero que era ruin, ruin, no gastaba ni bromas. Así que llegó con una chaqueta de postín pero llena de manchas, y el que parecía que era malage le suelta: a ver si le cambias el aceite a la chaqueta que se te va a gripar. Fíjate que topetazo .

--¿Y hay algún referente para usted de la gracia de Cádiz?

-Hombre, yo me río mucho con Gabriel el de Los Tarantos, que cuenta unas cosas de jaja jiji; Beni de Cádiz, también contaba cosas muy buenas. Y gente que ni conoces. Yo creo que eso lo da el clima. Pero la gente no debería decir que somos graciosos, porque lo dicen un poco como peyorativamente, porque subyace ahí una envidia por la calidad de vida que tenemos, deberían decir que somos ingeniosos. Porque tampoco me gusta eso del arte. Yo no veo bien que alguien diga soy artista. Arte tiene el que hace su trabajo bien. Yo tengo mi oficio, que es músico e intentar hacer feliz a la gente, que si tiene un problema me vea en Youtube y se vaya a la cama feliz.

-Todavía hay compañeros en el Diario que recuerdan aquel pub que tuvo en Bahía Blanca, donde acababan muchas noches tras cerrar el periódico.

- Uff, allí se han vivido grandes noches.

-Como la anécdota con Pepa Campillo y el vino de la tierra ¿no?

-Claro. Ahí voy con lo que digo del ingenio. Era la primera noche que venía y me pidió un vino de la tierra, así que yo muy fino le dije: mira hija, de la Tierra no me queda nada, pero tengo uno de Plutón que está pa matarse. Y la gente se partía.

-Aquel bar tenía hora de apertura pero no de cierre.

-Pues sí, se abría a las seis de la tarde y ya el close no se sabía a la hora que era. Ya que la gente lea entre líneas (ríe). Lo mismo llegaba Juan Diego, que Alejandro Sanz, que Felipe Campuzano, que Camarón... A las dos cerrábamos la puerta y allí dentro nos quedábamos encerrados qué digo yo, dos días, tres días... arreglando el mundo. Por eso no pudo durar más.

-- ¿Y el gimnasio? ¿Es cierto que le cortaron la luz y la gente hacía deporte con velas, o forma parte de las leyendas urbanas en torno a su persona?

- No, no, donde me cortaron la luz fue en el bar. Porque por mi mala gestión se me olvidaba pagar las facturas. Es que yo siempre pago al contado ¿sabes?, por aquello de "no controles, mi forma de bailar porque es totaaaaaal..." (dice entonando la canción de Mecano). Es verdad que yo he abierto el bar con velas y le he dicho a la gente que se había ido la luz en la zona. Hasta a vecinos les he pedido que me guardaran en la nevera cajas de cerveza.

- O sea, que es cierto que se ha dado una vuelta por el filo del abismo, walk on the wild side, que vio arañas voladoras, cuadrigas tiradas por briosos corceles empalmados y todo lo que cuenta en sus actuaciones...

- Sí, sí, pero ya con lo del gimnasio había hecho un alto en todo eso. Ya no me acordaba de mi vida anterior.

-Porque lo que sí hay es un antes y un después de la aparición de Agustina ¿no?

-Cuando yo conocí a Agustina, en el 90, llevaba una vida muy de locura, y la seguí llevando durante unos meses, pero estaba muy enamorado y sabía que si seguía así iba a perder la película, y entonces decidí dejar el bar. Yo antes del bar ya había querido dejar un poco ciertas actividades diversas que yo tenía. Pero la hostelería está vinculada a mucho cachondeo de tipo físico, sexual, de todo. Como dice Gabriel el de Los Tarantos, el verdadero hostelero debe ser el que se toma una Fanta naranja al día. Ahora, cuando aparece uno, Antonio, mira lo que tengo, Antonio, mira lo otro, ahora esto, ahora un gato de angora, pues claro, hay que tener mucha fuerza de voluntad y yo no la tenía, te vuelves majareta. Así que yo cada noche hacía un acto de contrición que duraba hasta las siete de la tarde del día siguiente. La única manera de solucionarlo fue cerrarlo y montamos el gimnasio gracias a un picotazo que le di a un familiar. Y ahí empezamos a funcionar también con la música.

-

O sea, que Agustina le salvó.

-Pues sí, fue como un milagro. Pero vamos, que fui yo quien la busqué en, que nadie piense que ella se metió en la vida de nadie, fui yo el que le dio el coñazo, y me tuvo dos meses firme porque la cosa fue poco a poco. Si estamos donde estamos es gracias a ella. Porque yo antes abría la nevera y veía a siete jilgueros salir volando con Crespo detrás corriendo.

- Y ¿dónde fue su primera actuación juntos?

-En una pizzería cerca del Sajorami, allí en Los Caños. Tocando todo instrumental, cosas suavitas, de Los Beatles. Nos dieron mil duros, la comida y el cuarto para dos días. Y entonces fui a ver a un amigo nuestro que llevaba la piscina de Roche, Manolo, que ha muerto hace poco, y le propuse hacer algo similar. Pero claro, en Roche vive gente muy amiga mía que ya me había visto en Las Pérgolas, en Isecotel, que yo contaba cosas, y no hubo forma. Empezaron a pedirme la tortuga, el camello... y bueno, a la segunda canción, ya estaba la gente diciendo que dejara los punteos y me liara a contar pamplinas. Y aquello fue un éxito tremendo. Así que nos quedamos allí todo el verano en Roche y fue otro empujoncito. Eso fue en el 94, y ya en el 98 Salvador Domínguez, que era director de Canal Sur, me llamó para Noche tras Noche. Eso dio un palo que dura hasta hoy.

-La historia del cine, de la música, incluso del deporte, casos de Mágico González, de George Best, está llena de rebeldes con mucho talento que podrían haber llegado más lejos de haber sido, digamos, más formalitos. ¿Es su caso?

-Claro que sí. Yo podría estar, supongo, arriba del todo. Para empezar, te voy a contar una anécdota que nunca he contado. Cuando se fundó Canal Sur vinieron a buscarme para un gran programa y me citaron a las nueve de la mañana en Los Tarantos. Venía gente como para hacer Ben Hur 2, productores, maquilladoras, cámaras, directores... Pues a las nueve de la mañana estaba yo por la Viña con mi amigo Juan mascando chicle. Es que los músicos somos así. Y yo soy músico, no soy hostelero, ni presentador, ni nada. Lo que pasa es que a algunos grandes se les perdona todo, como a Paul McCartney, que lo cogieron con ocho kilos de marihuana en Tailandia, o a Van Gogh mismo, que se pegaba una botella de absenta y convertía Los Girasoles en una clavellina de la plaza las Flores. Ahí ya perdí una oportunidad. Luego me han llamado de muchos programas para hacer el caricato, y no he querido ir a ninguno.

-Su desamor con la tele viene de lejos entonces.

-No, lo mío con la tele es que hay mucha envidia. Porque cuando saben quien es el mejor, y no le gusta que destaques, pues pasan estas cosas. Además, cualquiera que está en la tele, uno que está encalando, sin menospreciar a nadie, se cree que es Spielberg.

- Y también tiene muchos imitadores ¿verdad?

-Le estamos dando de comer a media España. El otro día leí un comentario en el Diario de uno que decía que tal o cual había sido más listo que Antonio Reguera. No, mire usted, si yo quiero no digo ni una picardía. No es que sea un erudito ni un intelectual de alto rango, pero si yo quiero hablar durante un rato selectamente, no tengo que decir ni un atisbo malsonante. Pero es que a mí me gusta decir el mamazo, el lavativazo, la polla...

-Usted no va a ferias, ni a fiestas privadas, convenciones, bodas... ¿Por qué?

- Pues porque el que me contrata puede ser seguidor de mi película, morir conmigo, pero viene un amigo suyo de Toledo que no me conoce de nada, se toma dos vasos y se pone patoso, y yo no me quedo callado. Por lo tanto, fuera. La última fiesta privada fue en El Puerto, en el hotel Monasterio, donde nada más que había Ferraris, Rolls, Lamborginis. Empecé a largar los improperios que yo digo y al momento salta uno y me dice: cerdo. Y le digo, aquí la única cerda que hay es tu madre. Y ese era el del Ferrari. Qué pasa, que la energía que queda es negativa. Bueno, pues al final de todo me dio hasta la mano y se disculpó. Por eso yo voy a todos sitios con la gente que paga una entrada.

-¿Y si mañana le llama Amancio Ortega y le da 30.000 euros por una actuación en su mansión?

- Hombre, si mañana me llama este hombre y me dice que la niña muere con los chistes de la tortuga, el gran terili y el aliento en la nuca, pues claro que voy, pero rápido, y si Amancio Ortega me dice cerdo pues le diré, aaaayyy, pero  tú también tiene la barriguita ennnn.... jajaja. No voy yo rápido a Galicia ni na por 30.000 euros.

- ¿Y la calle? ¿Le piden muchos chistes?

-Es un famoseo muy agradable. En eso no envidio a nadie, porque hay gente que en ese aspecto son unos desgraciados.

-

¿Y cómo consigue nuevas historias, nuevos chistes?

- Eso es algo ya que me sale solo. O cosas que me cuentan y que yo retengo. Otras no, otras las descarto, porque la gente se confunde mucho. Como yo digo muchas palabras malsonantes la gente me cuenta cosas que son asquerosas. Yo nunca hablo de esas cosas ni me meto con minusvalías de nadie, ni con la política, los curas...lo mío es todo sexo.

-¿Cuál es el mejor humorista de España para usted?

- Reconozco que con Chiquito me muero. Tal y como es, me gusta así. Me gusta la sinceridad en el escenario, no un tío ficticio que quiere hacer gracia en el escenario. O gente que conocemos que van de monologuistas y tienen a seis o siete guionistas. Yo a eso no le veo mérito.

- ¿Alguna vez ha pensado en vivir en una ciudad que no sea Cádiz?

-Nunca. Creo que somos privilegiados. Jamás me iría. Ni aunque debiera mucho dinero y tuviera que salir vestido de penitente hasta en verano para que no me reconocieran. Cádiz es lo mejor a años luz del segundo. En Cádiz, con dos pesetas, vives. Un bocadillo, y a la playa. Lo único que creo que no tenemos es la defensa a ultranza que por ejemplo hace un sevillano de Sevilla. Tenemos que defender Cádiz porque es lo mejor. Hombre, que no es más turístico... ya. ¿Cómo va a serlo? Con el Poniente y el Levante. Esa es la balanza de la naturaleza. Es lógico que el jeque forrao de millones se vaya a Marbella, porque si viene aquí, se baja del Rolls y con la levantera la chilaba le da en la cara, y se le ve el carajo, y se le llena de arena, pues no quiere venir más. Pues mejor, pues que no venga. Más tranquilos vamos a estar. Porque Cádiz es lo mejor del mundo. Somos privilegiados. Yo no he estado en el Caribe, pero vamos, ni ganas que tengo, porque estás allí y te viene un huracán de esos que te pone la casa en La Ardila. Anda home, con lo bien que se está aquí.

- En el epitafio de Groucho Marx puede leerse: Perdonen que no me levante. ¿A usted qué le gustaría que pusiera en el suyo?

-¡Me he acordado de eso muchas veces! Algo así como Quise a todo el mundo, porque yo soy muy borde pero también tengo una carga grande de espiritualidad.

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