Critican la total ausencia de Policía en las calles de Cádiz

Los comerciantes de Compañía se rebelan contra los manteros

Un mantero, con sus productos en exposición sobre el suelo, frente a la fachada de Tinoco.

Un mantero, con sus productos en exposición sobre el suelo, frente a la fachada de Tinoco. / Julio González

Dicen que los sábados es ya insufrible. “Taponan la calle Compañía, y entre el calor y el miedo al contacto se hace muy complicada la convivencia entre manteros, comerciantes y peatones”. Así lo cuenta uno de los camareros de uno de los restaurantes de la Plaza de las Flores.

Para muchos es incluso un elemento dinamizador, pero para otros es sólo competencia desleal y un agravio comparativo de personas que venden sin pagar impuestos y personas que no venden y están ya hartas de pagar impuestos.

La convivencia es más llevadera de lo que uno se pueda imaginar, principalmente porque los manteros que "okupan" casi el ancho de la calle Compañía, sobre todo a la altura del Bar Brim y de la cuchillería de Serafín no son conflictivos. Pero allí forman un tapón que a veces es difícil de sortear, sobre todo para muchas personas que llevan sillas de bebés.

Pero los comerciantes de Compañía no sólo andan de mal rollo con los manteros. La ausencia total de policías, tanto nacionales como locales, se convierte en esa gota que colma el vaso de un colectivo que se ha visto ya muy castigado por los avatares del covid y por un confinamiento y un barajazo que les ha mantenido cerrados 80 días, sin ingresos y sin apenas ánimos para reemprender la marcha.

Algunos comerciantes critican la mala imagen que da la presencia de los manteros en Compañía

Justo es decir que hay de todo en la calle Compañía, desde Nicole, de Taller 9, que dice que a ella la presencia de los manteros les hace compañía “y, encima, no me hacen competencia porque ni ellos ni yo vendemos lo mismo”. Nicole, de origen francés, confiesa que hay domingos en los que abre su negocio y está la calle muy solitaria y que la presencia de los manteros le hace no sentirse tan sola. “Además, si vas a cualquier país del mundo, es normal que haya una zona de comercios y en la calle, vendedores ambulantes con productos de comer, bisutería...”.

Pero no todo el mundo piensa como Nicole. De hecho, este Diario entró en el Decathlon de la Plaza de las Flores y, aunque nos remitieron a su departamento de comunicación de Madrid, no dejaron de admitir que “la cosa a veces se hace insostenible”. Y es que es lógico. Los manteros venden a las puertas de esta franquicia material deportivo, tenis, equipaciones, sudaderas... Y sin pagar impuestos.

Sobre pagar, Concepción, de El Rincón de Cádiz, que tiene un puestecito en medio de Las Flores, justo en frente del freidor, estaba ayer que trinaba:“Ayer mismo pagué los módulos y hace dos días pagué el IRPF:600 euros en dos días, los mismos que no vendo”. Pero Concepción no es dura con los manteros, aunque sí reconoce que el dinero que se gasta la gente en sus falsificaciones es dinero que no tiene el público para sus tres imanes que vende que es lo que le salvan la jornada.

“Eso sí, hay que tener cuidado con los espacios porque si te despistas un poco te rodean la tienda con sus mantas y te encierran. De manera que nadie puede llegar a mi tienda”.

Uno de los vendedores ordena su mercancía a la espera de clientela. Uno de los vendedores ordena su mercancía a la espera de clientela.

Uno de los vendedores ordena su mercancía a la espera de clientela. / Julio González

Justo enfrente tiene la Papelería Ferreiro. Este periódico le preguntó por la convivencia diaria con los manteros, de los que dijo que “son muy respetuosos, que no se pelean entre ellos y no molestan”. La que sí parece que le molesta es Concepción, la de El Rincón de Cádiz:“¿Usted se cree que es normal que permitan que te pongan en la mismísima puerta una tienda que vende artículos similares a los nuestros tirando los precios? ¿Qué ella paga impuestos? Pues nosotros pagamos 10.000 veces más”.

Welcome vende también un poquito de todo, junto al Decathlon. A su propietario los manteros le molestan por temporadas. “Ahora mismo no pasa nada. Lo que no soporto es cuando llueve que se ponen a vender en la puerta de mi tienda paraguas, precisamente unos de los productos que más vendemos nosotros”.

Ayer eran seis o siete los manteros que tenían tomado el primer tramo entre Las Flores y Compañía, pero, según los propios comerciantes, hay días que llegan hasta la mismísima plaza de la Catedral, “incluso en tramos en los que se hace casi impracticable el paso de personas, y mucho menos mantener la distancia prudencial que exigen las autoridades sanitarias. Y le digo una cosa, antes no tenían ni mascarillas y ahora, desde que Diario de Cádiz publicó algo sobre esta situación, ya se la ponen, aunque muchos, la mayoría la llevan en el cuello puestas o con la nariz fuera”. Este es uno de los comerciantes que prefirió no identificarse. No habla de “miedo” pero sabe que tiene que convivir con ellos “y no quiero jaleos”.

A ese respecto, el encargado de una zapatería de Compañía cuenta que él lleva poco tiempo en este local y “no me molesta mucho su presencia. Ellos venden un tipo de calzado distinto al nuestro. Eso sí, hay veces que se tiran al suelo, con los pies descalzos y dan una pésima imagen a esta zona de la ciudad por la que circulan muchos turistas”. “No suelen ser violentos ni discuten entre ellos, aunque recuerdo a una señora que tenía una tienda de bisutería un poco más abajo de Compañía y, cada vez que podía, llamaba a la Policía. Y como los manteros sabían que era ella, la solían incordiar más de la cuenta”.

Pero “ahora da igual que llames a la Policía porque no vienen, ni la Nacional ni la Local. Antes, por lo menos, aparecían de vez en cuando y los echaban, aunque luego se daban la vuelta y volvían aquí con sus productos”. Avisan y avisan a la Policía, pero nadie acude, creándose una situación de impunidad que tiene a los comerciantes muy cabreados con los manteros.

Modu es uno de estos manteros y, con un español de bastante calidad, comentó a este Diario que “nosotros respetamos a las tiendas y esperamos a que cierren para ponernos. La convivencia es buena porque nosotros venimos aquí a ganarnos el pan y si la convivencia no fuera buena, seríamos nosotros los que saldríamos perdiendo y eso no nos interesa”.

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