Cádiz

La alegría baila por calles de Cádiz

  • El Festival Internacional de Folklore desfila por la capital · Las rancheras mejicanas, los ritmos latinos y las guitarras españolas al son de tanguillos encuentran un punto de unión para crear una mestizaje único

El 27 Festival Internacional de Folklore arrancó ayer con un desfile, iniciado en la plaza San Juan de Dios, de los grupos presentes en la programación.

Antes de comenzar, la multitud de curiosos agrupados frente al ayuntamiento contrastaba con la imagen de los participantes ataviados con trajes típicos y colocados en hileras en el centro de la plaza. Los presentes, expectantes por escuchar los sonidos de las primeras notas que suponían el inicio del festejo, cambiaron la expresión de sus rostros al atender a la armónica melodía que resulta de mezclar tambores, panderetas o gaitas con palmas y guitarras españolas.

Los banderines, con el lugar de procedencia de cada grupo inscrito, dejaron de estar anclados en el suelo para comenzar su andadura frente a las sonrisas de los viandantes que, sin esperar tal espectáculo, se acercaban atraídos por la sensación de alegría que transmitían en todo momento los conjuntos, agradecidos por el caluroso acompañamiento, con aplausos y gritos, ofrecidos por el público congregado.

Las cámaras de vídeo de los típicos "guiris" abandonaban, por un momento, los monumentos a los que tenían como objetivo para filmar el colorido evento en el que se encontraban inmersos por sorpresa. Los integrantes más exóticos eran iluminados por una lluvia de flashes de los que no querían perder la oportunidad de inmortalizar una estética y rasgos que quizás nunca habían visto tan de cerca.

Los clientes de las terrazas incluidas en el recorrido eran incapaces de permanecer impasibles ante tan grata interrupción de la merienda y los vecinos salían de los balcones para disfrutar del momento multicultural que les había llegado a domicilio.

La inmovilidad ante tanto ajetreo era imposible, sobre todo para los niños que, ya antes de que llegara el desfile a donde se encontraban, aguardaban impacientes de puntillas para intentar ver el origen de la música.

En el centro de San Antonio, los 11 grupos acotaron el espacio delimitado, sin dejar de tocar e interactuar con los presentes. La hermandad de las distintas etnias se hizo allí aún más latente. Sólo volver la mirada, como si en un partido de tenis se tratase, permitía pasar de ver un espectáculo flamenco a danzas procedentes de Rusia.

El grupo procedente de Venezuela fue uno de los más aplaudidos, así como el de Isla de Pascua, cuyos trajes escuetos atrajeron las miradas de más de uno.

En definitiva, una forma de dejar atrás las diferencias, que a veces parecen insalvables, y de dejarse llevar por lo mejor que podemos dar y recibir de los demás que son diferentes, a través de las raíces que nos son propias.

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