Un estudio de la UCA demuestra la relación entre plantas carnívoras y fuego

Investigadores describen las peculiaridades de una especie que se alimenta de insectos a partir de la producción de un aroma dulce

Una de las investigadoras, con las plantas.
Una de las investigadoras, con las plantas.
Redacción Cádiz

23 de junio 2015 - 01:00

Una de las especies más llamativas y singulares de la flora Ibérica es la planta carnívora Drosophyllum lusitanicum, conocida como atrapamoscas y a la que ya Charles Darwin dedicó su atención en el libro Insectivorous Plants, publicado en 1875. A pesar de ello, poco se conoce de esta especie que está siendo estudiada en detalle por Maria Paniw y Fernando Ojeda, investigadores del departamento de Biología de la Universidad de Cádiz, en colaboración con Roberto Salguero-Gómez, investigador post-doctoral de la Universidad de Queensland (Australia) y alumno egresado de la UCA.

María Paniw ha centrado el contenido de su tesis doctoral en la biología y ecología poblacional de la Drosophyllum, detectando entre otras cosas una estrecha relación ecológica de esta especie con el fuego o la conexión directa que hay entre el olor que desprende y su forma de alimentarse.

La Drosophyllum lusitanicum no es sólo rara por ser una planta carnívora, sino que es particular incluso dentro del conjunto de plantas carnívoras del planeta. La mayoría se encuentra en suelos encharcados o, al menos, saturados en agua, mientras que la Drosophyllum crece sobre suelos secos. "Esta especie es el paradigma de singularidad botánica de la región del Estrecho de Gibraltar y la joya de la corona de la herriza o brezal Mediterráneo", puntualiza el profesor Ojeda. La carnivoría en plantas es una adaptación a suelos de fertilidad escasa. "La Drosophyllum no es capaz de obtener sus nutrientes del suelo, ya que sus raíces carecen de adaptaciones morfológicas adecuadas. Se nutre de los insectos que atrapa en sus hojas".

Esta especie tiene unas glándulas a lo largo de sus hojas que secretan gotas de un mucílago azucarado que desprende un aroma dulzón producido por una serie de compuestos orgánicos volátiles sintetizados por la propia planta. "Este olor atrae a sus presas, principalmente pequeñas moscas y otros insectos de pequeño y mediano tamaño, que quedan atrapados en el pegajoso mucílago", explica el profesor Ojeda. "Para ingerirlos, las hojas de Drosophyllum excretan unos enzimas digestivos a través de otras glándulas de sus hojas que disuelven los tejidos de los insectos antes de ser absorbidos por esas mismas hojas, dejando sólo el exoesqueleto". Esta capacidad de atracción fatal de insectos en Drosophyllum fue probada recientemente mediante un experimento realizado en el campus de Puerto Real a partir de plantas cultivadas en el invernadero de investigación de la Universidad de Cádiz.

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