La Tata Luchy
No todos los seres humanos han tenido la suerte en la vida de poder disfrutar del cariño de dos madres. Mi madre biológica se llamaba Lupe y me arrancó una parte de mi vida hace unos años. La única justicia que conozco y que no cesa en su empeño me arrebata otro ser querido 'La tata Luchy'. Siempre se ha dicho que a quien Dios no le da hijos el demonio le da sobrinos. Se llevó toda la vida agradeciéndole al demonio que eso fuera así. Cuando era una niña pequeña un brote de poliomielitis que hubo en Cádiz se encargó de destrozarle parte de su vida. Jamás volvió a caminar como esa bella criatura se merecía. No existieron hombres en su vida salvo sus hermanos y sobrinos. Si alguna vez se enamoró lo llevo en silencio porque en el fondo pensaba que más que una esposa hubiera sido una carga para alguien y toda esa ternura que no quiso compartir la volcó en su familia. Eran tiempos muy duros. Mi hermano Paco y un servidor, aunque llevamos muchos años en Cádiz nacimos a muchos miles de kilómetros en Buenos Aires. Mis padres, dadas las circunstancias del post franquismo del cual él no era hijo predilecto, emigró porque por estas latitudes no veía mucho futuro. Mi madre gaditana de pura cepa no se adaptaba y pide ayuda. Arrastrando su pierna embarca en el Cabo de Hornos y por allí aparece para darnos a todos amor y cariño. Pasados tres años nos volvimos y a partir de ahí vivimos todos juntos y se transformó en el máximo referente de amor incondicional que he tenido en mi vida. Fue secretaria de mi padre durante toda la vida. Era una fiera con la taquigrafía y la mecanografía. Por la mañana trabajaba y por la tarde junto con mi tía Ana nos limpiaba el culete.
Así transcurrieron muchos años de mi vida. No necesitaba decidirme, para mi decir mamá y tata suponía lo mismo. Ha muerto una de esas personas que ha vivido en el anonimato repartiendo todo tipo de virtudes y creo que es de justicia dedicarle estas pequeñas palabras. Siempre actuó como decía Mafalda. Tuvo el corazón en la cabeza y la cabeza en el corazón y eso le permitió pensar con amor y amar con sabiduría. La hemos enterrado en un ataúd blanco porque no tenía enemigos y ha sido un ejemplo de pureza y castidad, algo que me consta. No sé donde te has ido, mi cabeza me dice una cosa pero mi corazón me dice otra. Sé que estas buscando a Lupe para decirle "Lupita, no te preocupes, nuestros hijos están bien". "Tata, descansa en paz. ¿Nos vemos''?/JOSÉ A. GUTIÉRREZ SOMOSCARRERA
2 Comentarios