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OBITUARIO

Tante. Constante y bueno entre los Bueno

El 14 de Septiembre de este 2018, en una de mis peregrinaciones por las históricas y renovadas calles de 'Cai', plaza de San Antonio, San José, San Pedro…hasta San Francisco, me detuve en Leo Mezquita para preguntar por Tante, algo más que mi amigo y compañero de infancia. Sabía de su delicado estado y allí me informaron de su gravedad y hospitalización en la Residencia. Fui al hospital y en compañía de su mujer Leo, su hijo Tante y su nuera, pude verlo y despedirme de él. Providencial fue nuestro último encuentro en esta vida y agradecí al creador habernos regalado el convivir y gozar de la amistad, durante toda la vida, con ese entrañable gallego, persona tan especial nacida en Vigo a orillas del Berbés y cerca de 'La piedra', mercadillo de deliciosas almejas vivas, gran capital del mundo de la pesca de altura.

Don Luis, su padre, allá mediados la década de los 40, y ya con su mujer y con sus dos hijos mayores, Luis y Palalo, sus dos hijas, Siruca y Tina, y el pequeño de unos diez a once años, Tante, llegaron a Cádiz, cargados con todo el bagaje de su experiencia en la reparación de los barcos de pesca. Su primer taller en el barrio de Santa María, modesto y ubicado en un patio de una típica casa de vecinos del barrio, sombreado con una espectacular parra, cerca del muelle pesquero, su gran taller, empezaron a ganarse un gran prestigio por su bien hacer y seriedad. Don Luis, Luis y Palalo, eran los que se metían en harina y andaban de uno a otro barco con piezas de motores y pringados de aceite desde la punta del pelo hasta los pies. Los armadores, siempre metiéndoles prisa, para poder salir a la mar, y ellos trabajando día y noche para, responsables de lo que estaba en juego, ir creciendo y creciendo, hasta que pudieron instalarse en el interior del muelle pesquero en un taller más cómodo y cerca de sus clientes. El taller estaba enfrente de la rampa del varadero y del pequeño dique flotante apto para los pesqueros de tamaño mediano, la mayoría de los existentes en aquella época en Cádiz. Eran muy callados y nunca se les veía perdiendo el tiempo.

De esos 'pechos' mamó, ¡y cómo mamó!, nuestro querido Tante. Ya desde los once o doce años tenía montado su taller con banco y tornillo y herramental adecuado en un rincón del garaje del recién estrenado chalet Villa Alcira, en Bahía Blanca. Allí nos conocimos y allí empezó nuestra amistad. Me admiraba la facilidad y destreza en hacer o reparar cualquier cosa.

Tiempo es de que Cádiz rinda homenaje a los genuinos emigrantes de otras regiones de España, gallegos, montañeses y vascos sobre todo, que dándose con lo mejor de sí mismos, fueron fundiéndose en ese crisol gaditano hasta hacerse protagonistas en todos los niveles sociales del mejor representar a nuestro 'Cai' trimilenario.

Tante, con el bagaje mamado de sus mayores, y con su empeño en dar satisfacción a su padre y hermanos mayores, con su viveza y capacidad naturales, cursó la carrera de Ingeniero Industrial, descargando todo su bien saber y su capacidad empresarial. Así nació, creció y se desarrolló el gran sueño familiar: Los Talleres del Atlántico, ubicados en un gran terreno entre el muelle pesquero y el dique seco de Nuestra Señora del Rosario.

Desde nuestra niñez, y tatuados con la sangre inocente de tantos gaditanos por causa de la explosión de Cádiz, en agosto de 1947, escuela imborrable de solidaridad humana y de compartir tanto dolor, surgió en nuestra Bahía Blanca una amistad profunda, indisoluble, y que nos unió tanto en los juegos: ciclismo, frontón, hockey sobre patines, natación, navegación; como en los estudios. De los cuatro amigos y compañeros que compartimos esa larga experiencia, sólo queda aún en esta tierra el que suscribe estas letras. ¡Cómo no mencionar sus nombres!: Tante Bueno Carrera (doctor ingeniero industrial), José Manuel Paredes Grosso (abogado, diputado en Cortes, escritor y gran taurófilo) y Alfonso Lacave y Ruiz Tagle( abogado y empresario).

Me he llevado, dentro del pesar por la pérdida temporal de Tante, la gran alegría de saber que su hijo y su nieto conservan su nombre. Estoy seguro que su legado, heredado de sus padres, se mantendrá vivo en ellos para enriquecer y fructificar en su querido Cádiz.

Este breve comentario sirva de mi personal homenaje al "algo más que amigo y compañero", pues también compartí con él cursar la misma carrera y ejercer mi vida profesional , en su mayor parte, en proyectos industriales en mar abierto.

Todos los compañeros, aún presentes, del Colegio de San Felipe Neri quedamos con el sentimiento de orfandad por su ausencia, repito que temporal.

¡Tante: Hasta siempre y descansa en paz! /Tito Herraiz (Titusdecai)

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