Retratos para todos… los burgueses de Cádiz

Historia de la fotografía en Cádiz

La llegada a la ciudad de los retratos de tarjeta, desde 1860, a través de la trayectoria del afamado fotógrafo Antonio Cosmes, que tuvo dos importantes gabinetes en la capital

Historia de la maqueta de Cádiz

Detalle de retrato de tarjeta de A. Cosmes .
Detalle de retrato de tarjeta de A. Cosmes .
Rafael Garófano
- Investigador

29 de enero 2023 - 06:00

Procuraré exponer brevemente cuándo, cómo y porqué, el retrato fotográfico se expandió en la burguesía gaditana del siglo XIX hasta convertirse en un fenómeno social. Una tarjetomanía que disparó el uso social y el comercio del retrato.

Ya se había dado un salto muy importante en la evolución de la técnica fotográfica del XIX, cuando se cambiaron los negativos de papel y la emulsión fotosensible con que se impregnaban (el llamado calotipo), por placas de vidrio impregnadas con colodión húmedo (que, tras las tomas, había que positivar rápidamente en el ‘cuarto oscuro’).

Pero estos nuevos retratos, aunque se pudieran multiplicar las copias, seguían siendo un producto muy caro al que solo tenían acceso, ocasionalmente, las familias de la alta burguesía, muchas de las cuales seguían prefiriendo la superviviente y prestigiosa modalidad fotográfica del daguerrotipo (imágenes únicas en positivo directo, sobre plaquitas metálicas, protegidas en cofrecitos acristalados).

Esta situación cambió cuando el experto fotógrafo parisino André Disdéri, en 1854, con la misma técnica del colodión húmedo, empezó a utilizar una cámara con cuatro objetivos que había diseñado (y patentado), que le permitía hacer hasta ocho tomas de pequeñas dimensiones sobre la misma placa del negativo. De esta forma, al positivar la placa se obtenía un pliego de papel albuminado con ocho pequeños retratos de la persona, de, aproximadamente, 9,5 x 6 centímetros, que después se recortaban y pegaban en ocho cartulinas, con las pequeñas dimensiones de una tarjeta de visita. Lo que explica su denominación original de retratos ‘carte de visite’. Modalidad de retratos que, por el ahorro de tiempo, trabajo y materiales, permitió una importante reducción de su precio, el aumento de su demanda y la posibilidad de que accedieran a ellos estratos más bajos de la clase burguesa (sin que esta expansión, de ninguna forma, alcanzara a la clase trabajadora de mediados del siglo XIX, cuyos miembros nacían, vivían y morían sin tener ni legar retratos personales. Con la excepción de las niñeras o las amas de cría que se retrataban con los niños pequeños de sus señores).

En la inscripción de la patente Disdéri comenta: “No tengo la pretensión de reivindicar una invención importante en relación al arte, sino que simplemente quiero garantizar mi derecho privativo de un nuevo procedimiento que consiste en preparar un cliché a partir del cual sea posible operar a la vez sobre un número de impresiones lo suficientemente grande para que los gastos se minimicen, repartiéndose entre todas las copias”.

En estas circunstancias, como venía siendo norma en la expansión de las mejoras fotográficas, fueron fotógrafos transeúntes franceses los que corrieron con sus nuevas cámaras y procedimientos para llegar a las grandes ciudades españolas y aprovechar comercialmente la novedad de los retratos que ofertaban.

En Cádiz, a partir del 21 de diciembre de 1860, empezó a publicarse en el periódico local El Comercio el siguiente anuncio: “Nuevo establecimiento fotográfico. Calle Dr. Pedro Conde [actual General Luque], nº 1. El Señor Cósmes ha establecido en esta ciudad una sucursal de sus otras casas en Madrid, París y New York. Al ofrecer sus servicios al ilustrado público de Cádiz el Señor Cósmes no omitirá pena ni gasto por conservar el buen nombre que se ha granjeado en otras capitales y hará que sus retratos sean sin disputa los mejores de la población. Se harán retratos desde el tamaño natural al óleo, en acuarelas, en cartas de visita, vistas, y todo lo que se alcanza en los descubrimientos más modernos”.

Naturalmente, en este anuncio había mucho “de publicidad”, ya que el señor Cósmes, realmente Antonio Cósmes de Cossío, era un fotógrafo mejicano (de padre español) que había adquirido sus conocimientos fotográficos en Estados Unidos, que después había ejercido como retratista al daguerrotipo en su país y que, tras pasar por París y actualizarse en los últimos adelantos de la fotografía, en Madrid había formado sociedad con el gran fotógrafo José Martínez Sánchez, con quien, en 1858, había realizado un reportaje fotográfico sobre la visita de la reina Isabel II a Valencia (hoy considerado el primero de esta modalidad hecho en España). Es decir, un fotógrafo de muy buen nivel profesional, que portaba el nuevo instrumental para hacer retratos en tarjeta, pero… fotógrafo transeúnte con casa únicamente en Cádiz en aquellos momentos.

Retrato completo de tarjeta de A. Cosmes con el escudo del privilegio de invención. Cádiz y Sevilla, 1863.
Retrato completo de tarjeta de A. Cosmes con el escudo del privilegio de invención. Cádiz y Sevilla, 1863.

El caso fue que Cosmes acertó con su viaje y establecimiento en la burguesa ciudad de Cádiz, como lo prueba el hecho de que 6 meses después de su llegada con la nueva especialidad fotográfica (tiempo suficiente para que otros retratistas transeúntes recogieran sus bártulos y partieran a otra ciudad), publicara en El Comercio no solo que trasladaba su gabinete al número 7 de la calle de la Novena, esquina con la plaza del Palillero, sino que había montado en la azotea “una galería acristalada arreglada en sus luces a los mejores modelos franceses, para obtener retratos idénticos a aquellos”, que hacía sus fotografías con diferentes técnicas, que impartía clases de pintura y fotografía, y que reclamaba como especialidad de su gabinete los retratos de tarjeta y de niños. Siendo estos retratos de notable dificultad técnica, por el dilatado tiempo necesario para que la fotografía no saliera ‘movida’. Circunstancia que se solía paliar en los retratos con unos soportes metálicos de estabilización corporal, ocultos al objetivo de la cámara.

En mayo de 1863 lo que Antonio Cosmes anunciaba era que “había sorprendido con un nuevo sistema de carta de visita de su invención, de colorido hermoso y un bulto y parecido extraordinarios, además de la delicadeza y el esmero con que están concluidos. Siendo la ventaja de que en las tres primeras pruebas de los retratos en tarjeta se harán con colorido sin aumento del precio”. Entendiéndose, con colorido pictórico añadido sobre la fotografía.

Mientras el tiempo pasaba, naturalmente, los demás fotógrafos de la ciudad se fueron pasando al modelo tarjeta de visita, hasta ser este el que comúnmente se ofertaba. Los retratos se multiplicaban, se regalaban, se intercambiaban y se guardaban ordenadamente en elegantes álbumes de chagrín, terciopelo, hueso y nácar, con bellos broches de cierre y páginas elegantemente troqueladas. Álbumes a los que se añadían retratos de gente importante comprados en el comercio, para darles un impostado abolengo a la familia y notables relaciones públicas. Todo ello muy en línea con la cultura burguesa y la construcción de la apariencia en el escenario social.

Es posible que ya durante 1864 Cosmes se trasladara a Sevilla (hemos visto reversos de tarjetas fotográficas con las dos direcciones impresas, la de Cádiz y la de Sevilla, en la calle Tetuán, 14), lo cierto es que en diciembre de 1864 ya estaba en Madrid, comentándose en la prensa que pronto abriría su nuevo establecimiento fotográfico; pero (si llegó a existir) de él no se tienen noticias. Posiblemente, ante la competencia fotográfica de la capital y sus muchos recursos personales y profesionales, Cosmes decidiera emprender un nuevo viaje al extranjero o cambiar de actividad.

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