Profesores que dejan huella y que nacen con un 'don'
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Lorenzo Jiménez Haro Profesor jubiladol Sigue siendo 'Don Lorenzo' para los cientos de alumnos que pasaron por su clase del colegio La Salle Mirandilla durante 43 años, entre 1971 y 2014
Los profesores que dejan huella nacen con un don. Mejor dicho, con dos. Uno en su acepción de habilidad para hacer una cosa, en este caso la docencia. Y el otro como tratamiento de respeto ante su nombre. Por algo Lorenzo Jiménez Haro sigue siendo 'Don Lorenzo'. Así se refieren a él y así le saludan los cientos de alumnos que pasaron por sus aulas en La Salle Mirandilla desde 1971 a 2014. Casi nada. 43 años ligado a un centro en el que fue plenamente feliz. "Nunca quise cambiar. Me sentía, y me siento, muy identificado con el ideario de La Salle. Y siempre trabajé muy a gusto con mis compañeros. Éramos como una familia", señala.
De una forma muy curiosa descubrió su vocación. Ocurrió cuando estudiaba en el colegio Padre Villoslada, SAFA, al lado de su casa, en San Severiano. "José Velasco Poyato, un profesor que teníamos, se fue a Granada por un tiempo porque se iba a presentar a unos exámenes. Siendo alumno me dejó al cargo de la clase durante dos semanas. Aquella experiencia me encantó y decidí estudiar Magisterio", recuerda. Decidió hacerlo en Úbeda, donde SAFA tenía una escuela. "Estuve cinco años interno. Al acabar la carrera tuve que pasar una reválida por SAFA y otra en Granada. En ambas saqué sobresaliente", apunta.
Corría el año 1970. Fue entonces cuando un vecino del Grupo Varela junto al pabellón Fernando Portillo llamado Fernando Barrientos (luego compañero durante muchos años en La Mirandilla, el también recordado 'Don Fernando') que trabajaba en La Salle Puerto Real le comentó que allí había una plaza. "No me lo pensé. Muchas mañanas íbamos los dos a Puerto Real en el Vapor de Matagorda". Estaba de director el hermano Gregorio. Al año siguiente lo trasladaron a Mirandilla y se llevó a Lorenzo. Empezó a dar clases en 5º curso a 60 alumnos. Cuando la ratio ni existía. "Cuando los alumnos eran más obedientes y los padres, exigentes, nos ayudaban mucho", evoca. En los 80 llegaron las clases de entre 40 y 45 y ya en los últimos años de trabajo Lorenzo acabó con 25. Dice que en la enseñanza había más dedicación que ahora, una época, la actual, "de mucho papeleo y burocracia en la que se exige menos a los estudiantes".
Quienes pasaron por Mirandilla le recuerdan cargando niños en su coche al acabar el horario de tarde para llevarles a clases particulares que él impartía. Años de mucho trabajo, de implicación con el colegio, de estar hasta los fines de semana participando de las actividades. "El colegio tenía mucha vida. Los antiguos alumnos mantenían viva la llama y todo era muy familiar. El colegio estaba abierto los siete días de la semana", añade.
Tiempos que marcan y dejan un poso de nostalgia. "Lo más gratificante es que te saluden por la calle con mucho cariño los estudiantes más traviesos, más díscolos, que tuve. Me siguen llamando Don Lorenzo y yo me acuerdo de todos por los apellidos. Y casi todos me dicen que no pasan los años por mí, pero pasan. Ya lo creo", destaca. Pone el ejemplo de un alumno "que era un tormento", de los que "nadie daba un duro por él", al que se encontró al cabo de los años con un buen empleo y bien asentado. "Eso es muy gratificante", dice Lorenzo. Sus alumnos recordarán las tertulias futboleras. Cadista confeso y con el corazón partido entre el Bilbao (entonces nadie se refería al equipo vasco como el Athletic) y el Barcelona, se dedicaba a dar cargas a los madridistas. El merengue nunca le gustó y las discusiones en los recreos eran una constante. A la pelota le pegaba bastante bien, formando parte de un gran equipo de fútbol-sala que representó al colegio en muchos campeonatos, provocando la máxima expectación en el desaparecido polideportivo Hermano Vicente de La Mirandilla.
Echa la vista atrás y se acuerda de sus compañeros durante muchos años. El mencionado Don Fernando, Don Diego, Don Emilio, Don Sebastián, Don Manuel Villero... y hermanos de La Salle como Gregorio, Sabino, Porfirio, Ramos... La familia de La Salle, Indivisa Manent, lo unido permanece.
De SAFA Villoslada a Úbeda y de ahí, a La Salle
Lorenzo Jiménez Haro nació el 4 de octubre de 1949 en Cádiz. Tiene 68 años. Vivía en la calle Enrique Calvo, del barrio de San Severiano. Ahora es vecino de la zona de Los Porches. Estudió en el colegio Padre Villoslada, junto a su casa natal, hasta los 14 años y luego, tras descubrir su vocación, hizo Magisterio en Úbeda (Jaén) durante cinco cursos. En 1970 empezó a ejercer en La Salle Puerto Real y un curso después, 1971-1972, llegó a La Salle Mirandilla de la mano del hermano Gregorio. En este colegio se jubiló en 2014. Por lo tanto, 43 años de su vida los dedicó al entrañable colegio lasaliano. Está casado con María Antonia López. Tienen dos hijos, José Pedro y Rubén, y cuatro nietos: Daniela, Alejandra, Daniel y Martín. Cuidar de ellos es ahora su principal ocupación.
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