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Obituario

Algunos hombres buenos

  • Federico Linares era un coloso, un gigante, una persona genuina, buena, hermosa

Federico Linares.

Federico Linares. / Joaquín Hernández Kiki

“Hijo de Dios, notario, bético y cadista”. Así resume su esquela en cuatro pinceladas la vida de una persona singular, extraordinariamente querida en Cádiz por todos, alguien quién ha dejado tras de sí una profunda estela de admiración. Pero, en un momento en donde todo Cádiz se rinde a su memoria, ¿cómo explicar las claves para entender a este hombre bueno, en el buen sentido machadiano de la palabra bueno?

En primer lugar, mi tío D. Federico Linares Castrillón, era una persona humilde y sencilla. Siempre dispuesto a ayudar a todos, trataba igual a todo el mundo. Ha ayudado desde su notaria a cientos de personas. Su reputación de persona íntegra y honesta le precedía. Su palabra era garantía y su consejo consuelo. Durante toda mi vida he escuchado a todo tipo de personas felicitándome por mi tío, contándome como Don Federico les había cambiado su vida. Yo me sentía infinitamente orgulloso de mi tío favorito. Para mi Don Federico era un modelo de vida.

En segundo lugar, D. Federico era un buen samaritano, una persona entregada a los demás quien desde la humildad absoluta no escatimaba un momento para ayudar a sus presos. Él me contaba como vivía la inmensa felicidad de descubrir a Dios en un preso. Para él su experiencia religiosa tenía que ver más con la vocación de servicio a los mas necesitados. ¡Cómo te van a echar de menos, tío Federico!

En tercer lugar, ¡que gran familia! Tuvo la suerte de encontrar como compañera a María José, una mujer extraordinaria, una persona que le comprendía, le apoyaba, que le multiplicaba. “Por sus hijos les conoceréis” Si los hijos son el mayor legado de un matrimonio, es este caso el criterio no deja lugar a dudas. Educados en una casa con sólidos valores familiares, mis cinco primos son personas íntegras, todos con grandes carreras profesionales y equipados de enormes valores éticos. Simplemente…¡marca de la casa!

Por último, mi tío era una buena persona. Gran amante del flamenco, me pasaba libros de historia del cante pues quería aprender a querer el flamenco tanto como él. Era un gran andaluz que se preocupaba de comprender a su pueblo desde el conocimiento profundo de su historia. Cuando era pequeño siempre que me veía me proponía un trabalenguas, a los que era muy aficionado. Me llenaba de cariño y de autoestima pues me enseñaba a confiar en mí mismo. Ahora siento un nudo en la garganta, que solo puedo liberar escribiendo este artículo homenaje.

Don Federico era un coloso, un gigante, una persona genuina, buena, hermosa. Me siento enormemente afortunado por poder haberlo querido tanto. Don Federico ha triunfado. ¡Ha demostrado que Samaria es el camino! Don Federico es inmortal pues sigue vivo en sus hijos, en su familia y en la memoria de todo un pueblo que sabe querer y honrar a algunos hombres buenos que nos visitan de vez en cuando para recordarnos que la bondad existe, que merece la pena creer en el ser humano. DEP Don Federico, ¡después de una vida plena como ninguna!

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