crónica Política

Hooligans en los plenos municipales

  • El fenómeno. La escalada de tensión ha sido progresiva hasta llegar a ser una situación peligrosa

El día en el que los partidos políticos dejaron de respetar el pleno municipal se acabó todo. El momento en el que se empezó a dar más importancia a lo que ocurría fuera que lo que se votaba dentro, todo empezó a torcerse. Cuando los partidos entendieron que hacía falta algo más que la fuerza de las palabras para conseguir sus propósitos, comenzó a gestarse un monstruo que se ha ido de las manos. En ese momento apareció el hooliganismo político en los plenos, el fango que ahora lo mancha todo.

Hubo un día en el que este fenómeno quedaba en la inocencia de parecer que cada uno tenía más adeptos y seguidores y las intervenciones de los suyos eran aplaudidas a rabiar. Después se dio un paso más y además de los aplausos se empezó a abuchear al contrario.

Más tarde llegó la instrumentalización de la necesidad y a cada problema que había en la ciudad y que llegaba a los partidos, se recomendaba llevarla a los plenos a través de los propios afectados. En un primer estadio se esperaba al turno de palabra que se daba al final de cada pleno a la ciudadanía. De ahí nacieron las Michinina y los Lorenzo Jiménez. Con esas imágenes dando la vuelta a toda España, algunos miembros de la oposición se frotaban las manos y los que pretendían entrar en el Ayuntamiento aún más. El Partido Popular se enfrentaba a una situación de contestación social en el mismo salón de plenos que no veía cómo parar. Cambió las normas para intervenir en los plenos pero la situación seguía siendo insostenible.

Finalmente llegó el cambio de Gobierno y el partido que cogió el sillón de san Juan de Dios se caracteriza en sus discursos por defender un cambio de rumbo en la vida de los ciudadanos, sobre todo en las de aquellos que se encuentran en peores condiciones y a los que aplaudieron cuando fue necesario por reventar los plenos municipales.

Sin embargo, la situación no ha cambiado en nada para muchas de esas familias que siguen exigiendo soluciones, ahora con más fuerza porque entienden que el que está en la Alcaldía es uno de los suyos. Con esa caldera de fondo, los hooligans de cada partido siguen acudiendo a San Juan de Dios cada vez que hay una sesión plenaria y consideran que todo vale para defender a los suyos. En un momento en el que la gestión de gobierno es muy complicada por la falta de mayoría absoluta, algunos se creen que todo vale y que puede salirle gratis. Y eso no puede ser.

La democracia, la participación de la ciudadanía en la política o en los asuntos públicos no es reventar un pleno, entrar a gritos en medio de una sesión o boicotear los discursos de un partido que no te gusta. Eso finalmente es sencillamente el caos. Los partidos políticos son los primeros que tendrían que comprometerse todos juntos a rebajar el nivel de tensión y la presidencia del pleno debería actuar de manera contundente cuando el asunto pasa de claro a oscuro. No es cuestión de que la gente no pueda reivindicar sus problemas y pedir sus derechos, sino que no se pueden hacer las cosas a las bravas. Las amenazas del viernes fueron contra Fran González, otro día irán para los de Partido Popular y al final le llegará también el día al partido de Gobierno. O puede ser que de las amenazas se pase a la agresión física. Entonces ya será demasiado tarde. En los últimos meses varios ciudadanos se han plantado en la zona en la que se encuentran los concejales desde que quitaron los agentes de la Policía Local que custodiaban el paso a la zona política como un gesto simbólico de cercanía a la ciudadanía, algo que era digno de aplaudir. ¿Podrá seguir la situación igual?

Detrás de todo esto subyace un problema de fondo y es la polarización, la división en dos bandos, que existe en la actualidad en la ciudad. No es que sean dos ideas o dos maneras de ver el asunto sino que no sólo defiendo lo mío sino que ataco todo lo que no está conmigo. Es un nivel de crispación, de una búsqueda de culpables constante, que está llevando a un enfrentamiento preocupante. Entre el blanco y el negro hay una escala de grises que ahora se han difuminado en esta guerra política. Las elecciones ya han pasado y debería calmar un poco el ambiente, pero eso depende de la voluntad de las personas, de los políticos y de los que no lo son, y eso ya es más dudoso.

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