Cádiz

Hallazgos que salen a flote

  • La Universidad de Cádiz participa en el descubrimiento de células fotosintéticas en lo profundo del océano El profesor Ignacio García fue uno de los científicos de la Expedición Malaspina

Investigadores de la Universidad de Cádiz (UCA) han participado en el descubrimiento de fitoplacton en el océano profundo. Este hallazgo revela una mayor eficacia en la llamada bomba biológica de carbono. Científicos de la expedición Malaspina, entre ellos el profesor de la UCA Ignacio González Gordillo, han publicado este trabajo en la prestigiosa revista Nature Communications, según informa la Universidad gaditana en una nota de prensa.

De una forma muy resumida podemos decir que parte del CO2 que se encuentra en nuestra atmósfera es utilizado por los organismos fotosintéticos del plancton para la formación de nuevas moléculas orgánicas (biomasa). Esta biomasa es ingerida por otros organismos (herbívoros) que a su vez son depredados por los carnívoros. Es el concepto más clásico de la cadena alimenticia marina, algo que sucede en todos los océanos.

La bomba biológica de carbono es un proceso ecológico mediante el cual el carbono orgánico generado en las zonas más superficiales del océano es transportado hasta zonas más profundas, donde posteriormente va siendo consumido por otros organismos o quedando retenido en los sedimentos del lecho marino. Se cree que hasta un 25% del carbono fijado en la superficie del océano se hunde hacia su interior, un dato que podría ser mayor gracias al descubrimiento que han llevado a cabo varios investigadores que participaron en la Expedición Malaspina 2010.

Este grupo de científicos, entre los que se encuentra el profesor de la Universidad de Cádiz Ignacio González Gordillo, junto con investigadores del Instituto de Ciencias del Mar (CSIC), IMEDEA y Red Sea Research Center de la Universidad KAUST de Arabia Saudí, muestra, en un artículo publicado recientemente en la revista Nature Communications, un importante hallazgo: la existencia en el océano profundo de organismos fotosintéticos vivos.

"Hace algunos años, desde la Universidad de Cádiz patentamos la Bottle Net, un sistema que nos permite tomar muestras de microplancton entre 2.000 y 4.000 metros de profundidad en el océano y que usamos a lo largo de todo el recorrido que se llevó a cabo en la Expedición Malaspina. Con ella, pretendíamos estudiar y comprender mejor las comunidades de microplancton que existen en nuestros océanos, unos microorganismos que son heterótrofos (es decir, no hacen la fotosíntesis) generalmente predadores de bacterias, y que son grandes desconocidos. Así, iniciamos los muestreos centrándonos en descubrir más detalles de estas especies, pero a lo pocos días de iniciar el trabajo observamos algo inusual: había diatomeas y dinoflagelados, especies típicas de zonas superficiales, en estas muestras", como explica el profesor González Gordillo.

Tras el escepticismo inicial, "procedimos a volver a realizar el muestreo" y el resultado fue el mismo. "No había dudas, habíamos encontrado en muestras tomadas a más de 2.000 metros de profundidad especies fotosintéticas vivas", aclara el profesor del departamento de Biología de la UCA. Pero, ¿cómo era esto posible?

Lo verdaderamente interesante de este descubrimiento era comprobar cómo afectaba este hecho al fenómeno conocido como la bomba biológica de carbono. "Haber encontrado células de fitoplancton vivas por debajo de los 2.000 metros, significa que parte del carbono que se está generando en la superficie rápidamente se está secuestrando a zonas profundas del océano, sin permitir que ese carbono vuelva a la atmósfera", asevera González Gordillo. Así las cosas "nos encontramos con el hecho de que esa bomba biológica de carbono es mucho más eficiente de lo que se creía. Hasta la fecha se pensaba que el carbono que se fijaba en la atmósfera quedaba en los primeros 200, 300 o 400 metros, y que solo una pequeñísima parte se hundía por debajo de los mil. Ahora, todo nos hace pensar que esta bomba biológica es mucho más eficaz ya que parte del CO2 que se está fijando en la superficie está pasando rápidamente a áreas por debajo de los 1.000 metros de profundidad sin posibilidades de volver a la atmósfera en centenas de años".

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